Crisis de Siria: y tú, ¿qué has hecho en los últimos cinco años?
¿Qué has hecho en los últimos cinco años? En mi caso, me han ocurrido muchas cosas: firmé un contrato indefinido, me casé, compré una casa, tuve un hijo y estoy esperando otro. Pero para los niños de Siria, desde 2011 la vida se ha detenido. Están atrapados en un bucle de guerra y horror, en riesgo de convertirse en una generación perdida.
¿Qué has hecho en los últimos cinco años? La pregunta surge en la oficina y queda flotando en el aire mientras todos, en silencio, echamos un momento la vista atrás... En mi caso, desde marzo de 2011 me han ocurrido muchas de esas cosas que podríamos catalogar, como poco, de "importantes" en la vida de una persona.
Firmé un contrato indefinido, me casé, compré una casa, tuve un hijo y estoy esperando el segundo. Pienso en familiares y amigos y soy consciente de todo lo que puede ocurrir en cinco años: viajes, nacimientos, cambios, mudanzas, pérdidas, nuevas relaciones... Cosas buenas y malas que, en definitiva, hacen que la vida sea eso: VIDA.
Y sin embargo, para los niños de Siria en estos últimos cinco años la vida se ha detenido. Están atrapados en un bucle de guerra y horror que les está poniendo en riesgo de convertirse en una generación perdida.
Por eso, UNICEF recuerda que Siria no es lugar para niños. Pienso en mi hijo, que nació en un hospital en el que me sentí segura todo el tiempo, y me encoge el corazón imaginar en qué condiciones han llegado al mundo los 3,7 millones de niños sirios que han nacido desde marzo de 2011, 306.000 de ellos ya como refugiados. En su corta vida sólo han conocido la guerra.
Pienso en lo que me costó decidir cuál sería la mejor guardería para él, una de colores alegres, de risas y canciones, de educadoras que le cuidan con mimo, y duele compararlo con los 2,8 millones de niños sirios que no tienen acceso a la educación. Que han visto cómo las bombas caían en sus escuelas.
Pienso en la ilusión con la que compramos nuestra casa, cómo fuimos amueblándola para convertirla en un hogar, y me imagino el dolor de las familias de los 2,4 millones de niños que se han visto forzados a dejar su casa atrás para huir de la violencia.
Pienso en la felicidad del día de mi boda, y siento un escalofrío cuando me entero de que un tercio de los matrimonios sirios en campamentos de refugiados en Jordania son matrimonios infantiles, el triple que en 2011. Niñas de 12 y 13 años son madres.
Pienso en la satisfacción que sentí cuando firmé mi contrato indefinido, y me indigna saber que niños de tan sólo tres años están trabajando o empezando a mantener a sus familias.
Sí, cinco años dan mucho de sí en la vida de una persona, pero, para 8,4 millones de niños de Siria, estos cinco años sólo han significado violencia, horror, muerte y destrucción. Necesitan que no les demos la espalda, que no nos olvidemos de ellos, atrapados en la crisis humanitaria más grave del mundo.