La mitad del cielo
Que los Estados Miembros propongan dos nombres a la Comisión Europea, uno de hombre y otro de mujer, parece no solo sensato, razonable y justo, sino que se trata de un procedimiento ya defendido en un informe parlamentario de la pasada legislatura. Díganme ustedes si podemos permitirnos renunciar a la mitad del cielo.
Lo único que está repartido de forma igualitaria en el mundo es el género de sus ciudadanos. Resulta razonable suponer que el talento y la capacidad, la cualificación y la experiencia, están repartidos entre ambos sexos de ese mismo modo.
De cada 100 europeos, 52 son mujeres. Las mujeres no son, pues, un sector, grupo o minoría marginal, sino, de hecho, la mayoría. Más de 250 millones de ciudadanas de la Unión Europea.
Por tanto, en una sociedad democrática avanzada, donde la igualdad de oportunidades se considera un principio básico, solo cabría esperar una presencia equilibrada en todos los ámbitos (económico, social, político, cultural). Y, por supuesto, en los Gobiernos, tanto a nivel institucional como corporativo, en todos sus niveles de representación. Y solo sería aceptable considerar una misma retribución, visibilidad y reconocimiento para el mismo nivel de responsabilidad.
Pero la realidad, que es tozuda, nos demuestra que no es así. Y que los avances en este sentido no solo no se producen con la velocidad y solidez pretendida, sino que se estancan e incluso retroceden.
La ejemplaridad de las instituciones es imprescindible para la garantía democrática de igualdad y no discriminación. La igualdad entre hombres y mujeres forma parte de los cimientos de la UE, ya desde el Tratado de Roma, y la UE la reconoce en su Carta de Derechos Fundamentales. Sin embargo, casi sesenta años después, el Ejecutivo de la Unión, el órgano de Gobierno para 500 millones de ciudadanos, aún se plantea lo que simplemente debería ser una práctica asumida. Nos congratulamos del avance de la equidad de género en el Parlamento Europeo (en esta legislatura hay un 37% de diputadas), pero se nos olvida que esto sucede porque hay una ley que obliga a un balance mínimo de un 60-40% entre hombres y mujeres en las listas electorales.
Se trata ahora de elegir a los miembros de la nueva Comisión Europea. Juncker ya se ha cubierto las espaldas en sus comparecencias previas, asegurando que "sería difícil imaginar que el Parlamento Europeo vaya a aceptar un colegio de comisarios que tenga menos mujeres que el actual". El martes nos dijo que lo que tiene que haber es "suficientes mujeres". Pero ¿qué significa "suficientes"?
El pasado viernes, las comisarias de la actual Comisión Europea publicaron una carta abierta a Juncker para solicitarle que en la próxima Comisión haya al menos 10 comisarias. "You deserve a flying start - and with 10 or more female commissioners in your team, you will get it"... Y muestran los diez dedos de sus manos para visibilizar su petición.
Yo no sé si "Ten or more" es la respuesta. Lo que sé es que, de acuerdo a la ley de probabilidades, deberíamos esperar que los candidatos propuestos por los Estados Miembros fueran tantos hombres como mujeres, por aquello del reparto estadístico equitativo de los sexos, y también del talento y la capacidad. Pero he aquí que, por alguna inescrutable razón o filtro mágico, las propuestas que se van conociendo hasta el momento son casi únicamente de hombres. Podría entenderse que hay dos razones: que en cada país se ha llevado a cabo una búsqueda exhaustiva, objetiva y crítica de candidatos y han llegado a la irrefutable conclusión de que no hay ninguna mujer en ninguno de esos Estados que dé ese perfil (lo cual es harto improbable, por no decir risible)... O bien que se están permitiendo espetarnos a la cara a todos los ciudadanos europeos que sencillamente les trae al fresco la cualificación y la experiencia de la mayoría de la población, y que se pueden permitir el lujo de ignorarlas y renunciar a ellas.
Según un proverbio chino, las mujeres sostienen la mitad del cielo. Que los Estados Miembros propongan dos nombres a la Comisión Europea, uno de hombre y otro de mujer, parece no solo sensato, razonable y justo, sino que se trata de un procedimiento ya defendido en un informe parlamentario de la pasada legislatura. Díganme ustedes si podemos permitirnos renunciar a la mitad del cielo.