Crónicas egipcias de la revuelta contra el fascismo: Masculino... Femenino
A la una de la madrugada del día 11 de diciembre, escuchamos ruido de disparos que venía de la plaza. Algunos de nosotros salieron corriendo hacia allí y volvieron media hora después anunciando que se estaba produciendo una batalla extraña, con armas de fuego, que al final dejó heridos a cinco de los allí acampados.
En un café cercano a la plaza Tahrir, donde nos sentamos por la noche un grupo de amigos cineastas y escritores egipcios, suelen surgir los peores guiones sobre lo que ocurrirá al día siguiente y cómo transcurrirán las batallas políticas que estamos viviendo desde la revolución. Casi nunca estamos de acuerdo y las pocas veces que hubo consenso sobre un análisis, al final falló el propio análisis.
A la una de la madrugada del día 11 de diciembre, escuchamos ruido de disparos que venía de la plaza. Algunos de nosotros salieron corriendo hacia allí y volvieron media hora después anunciando que se estaba produciendo una batalla extraña, con armas de fuego, que al final dejó heridos a cinco de los allí acampados.
Fue una de las pocas veces que acertamos sobre algo en lo que estábamos de acuerdo. La clave estaba en el discurso de uno de los líderes de las fuerzas islamistas, que va de abogado moderno, y que dijo pocas horas antes de que se produjera la batalla que en la plaza Tahrir había armas de fuego. Efectivamente, los delincuentes comunes llegaron a la plaza y dispararon contra los acampados. En algunos medios salió publicado que había habido una respuesta con armas de fuego por parte de los acampados en la plaza.
El día ha sido completo: preparativos de las manifestaciones por parte de los islamistas y por parte de las fuerzas democráticas. La cúpula militar invita a todos las partes a una comida al día siguiente para mediar y dialogar. Mientras, el Club de Jueces anuncia que no va a supervisar el referéndum del próximo sábado.
Yusri Hammad, portavoz del partido salafista mayoritario Al Nur, la segunda fuerza en el Parlamento disuelto, pronuncia en la televisión una frase gloriosa: "No está bien expresar las opiniones en las calles y en las plazas... tenemos que aprender a expresar las opiniones en habitaciones cerradas". Y estaba hablando en serio.
Las manifestaciones contra los islamistas y su poder autoritario ocupan muchos espacios de las principales ciudades del país, entre ellos, ante el palacio presidencial en El Cairo. En la ciudad obrera de Mahala, los manifestantes repiten su histórico día del 6 de abril de 2008, cuando por primera vez se quemaron fotos de Mubarak. El martes, el día 11 de diciembre, despidieron en un funeral a un manifestante de esta ciudad que murió en los enfrentamientos del miércoles pasado mientras queman retratos de Morsi y gritan contra los islamistas y sus nuevas medidas económicas, no solo están en contra de la Constitución.
El palacio presidencial está en un barrio cercano al mío. Entre mi casa y el palacio se encuentra la mezquita que en los últimos días se ha convertido en el lugar de reunión y de manifestación de los partidarios del presidente, los islamistas. Fui al palacio y allí estaban los tanques del ejército, la policía y muchas barreras que se instalaron alrededor. ¿Es un presidente protegido o encarcelado?
Había también muchos manifestantes, gran parte son mujeres de todas las clases sociales, estilos de vida y creencias políticas o religiosas.
Les dije a mis amigos: "De nuevo hemos ganado en el tamaño de las manifestaciones". Y me contestó uno: "A ellos no les interesa el tamaño ahora, les interesa únicamente dividir la pantalla de las televisiones egipcias en dos partes, la de los que están en contra y la de los que están a favor".
A la vuelta a casa pasé por la zona de los islamistas. Descubrí que tienen problemas con las matemáticas, cuentan con más autobuses encargados de transportar al personal que personal mismo.
Todos eran hombres y todos con barbas. No había ni una sola mujer. Entendí entonces qué es masculino y qué femenino.