El Congreso debe aprobar la Ley de No Discriminación en el empleo
Millones de estadounidenses LGBT van cada día a trabajar con el temor a perder su empleo sin avisar, no por algo que hayan hecho, sino solo por lo que son. Es un escándalo. Es injusto. Y tiene que acabar, porque, en los Estados Unidos de América, quién es una persona y a quién quiere no deberían ser nunca motivos de despido. En Estados Unidos nos une un principio fundamental: todos somos creados iguales, y cada ciudadano estadounidense merece el mismo trato ante la ley.
En Estados Unidos nos une un principio fundamental: todos somos creados iguales, y cada ciudadano estadounidense merece el mismo trato ante la ley. Creemos que, sea quien sea una persona, si trabaja y respeta las normas, merece la oportunidad de seguir sus sueños y buscar la felicidad. Esa es la promesa americana.
No se puede despedir a nadie de su trabajo, por ejemplo, por el color de su piel, o por ser cristiano, o judío, o mujer, o tener una discapacidad. Esa discriminación no tiene hueco en nuestro país. Sin embargo, en 2013, todavía hay muchos estados en los que se puede despedir a una persona solo por ser lesbiana, gay, bisexual o transexual.
Como consecuencia, millones de estadounidenses LGBT van cada día a trabajar con el temor a perder su empleo sin avisar, no por algo que hayan hecho, sino solo por lo que son.
Es un escándalo. Es injusto. Y tiene que acabar, porque, en los Estados Unidos de América, quién es una persona y a quién quiere no deberían ser nunca motivos de despido.
Por eso el Congreso debe aprobar la Ley de No Discriminación en el empleo (ENDA en sus siglas en inglés), que ofrecería una sólida protección federal contra la discriminación al declarar ilegal que se despida a alguien por su orientación sexual o su identidad de género. El proyecto de ley cuenta con grandes apoyos en los dos partidos y entre una gran mayoría de los estadounidenses. Debe convertirse en ley.
A los individuos hay que juzgarlos en su lugar de trabajo por una sola cosa: su capacidad de desempeñar sus funciones. ¿Importa algo que el bombero que nos rescata en un incendio sea gay, o el asesor que nos hace la declaración de la renta, o el mecánico que nos arregla el coche? Si una persona se esfuerza día a día, hace todo lo que se le pide, es responsable, digno de confianza y buen colega, eso es lo único importante.
Las empresas están de acuerdo. La mayoría de las compañías y pequeñas empresas que figuran en la lista de las 500 de Forbes cuentan ya con políticas antidiscriminación que protegen a los empleados LGBT. Saben que no solo es justo sino que además rentable. Quieren captar y retener a los mejores empleados, y la discriminación lo pone más difícil.
Lo mismo ocurre a escala nacional. Si queremos crear más empleo y más crecimiento económico, y que nuestro país siga siendo competitivo en la economía mundial, necesitamos que cada persona se esfuerce, aporte ideas y utilice sus aptitudes para trabajar en lo que mejor sabe hacer. Tenemos que aprovechar la creatividad y el talento de todos y cada uno de los estadounidenses.
Por todo ello, insto al Senado a que vote sí a la ENDA y a la Cámara de Representantes a que haga lo mismo. Varios senadores republicanos han manifestado ya su apoyo, igual que varios republicanos de la Cámara. Si alzan la voz más congresistas, podremos acabar con esta forma de discriminación de una vez por todas.
Aprobar la ENDA sería continuar los progresos hechos en los últimos años. En este tiempo, mostramos nuestro rechazo a los crímenes de odio con la Ley Matthew Shephard y levantamos la prohibición de entrar en el país a los viajeros con VIH. Pusimos fin a la política de "No preguntes nada, no digas nada" y, gracias a eso, nuestros valientes militares pueden hoy servir sin secretos al país que aman, sin que importe a qué persona quieren. Hemos prohibido la discriminación en la vivienda y los hospitales subvencionados con fondos federales, y hemos aprobado la Ley sobre la Violencia contra las Mujeres, que incluye medidas de protección para los LGBT.
Mi gobierno dejó de apoyar la llamada Ley de Defensa del Matrimonio y, a principios de este año, el Tribunal Supremo la abolió y terminó con su discriminación. Hoy estamos implantando esa decisión en la práctica y dando a muchas parejas las prestaciones federales que se les habían negado durante mucho tiempo. Y en todo el país, a medida que los estados aplican el derecho al matrimonio para todos, estamos viendo a parejas enamoradas -algunas, juntas desde hace decenios- que, por fin, pueden casarse.
Estados Unidos se encuentra en un momento histórico. No solo estamos aprendiendo a ser un pueblo más tolerante y afectuoso, sino que estamos siendo más nación. Pero todavía queda mucho para que nuestras leyes estén a la altura de los ideales con los que se fundó esa nación. Como dije en el discurso de inauguración de mi segundo mandato, el camino de nuestro país hacia la igualdad no estará completo hasta que nuestros hermanos y hermanas homosexuales no reciban el mismo trato que todos los demás ante la ley, porque, si es cierto que todos somos creados iguales, entonces el amor que sentimos unos por otros también debe ser igual.
Precisamente en Estados Unidos, a una persona hay que juzgarla por sus méritos: por la aportación que hace a su lugar de trabajo, a su comunidad, y por lo que Martin Luther King Jr. denominaba "el contenido de su carácter". Eso es lo que será más fácil con la ENDA. Cuando el Congreso la apruebe, firmaré el documento que la convierte en ley, y nuestro país será más justo y más fuerte para las próximas generaciones.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia