'Los amores diversos': celebrando la vida con las palabras de otros
Salir corriendo de la sala para comprar el texto de una obra de teatro contemporáneo que acaba de verse en escena no es lo corriente a no ser que se haya visto un Mayorga o un Sinisterra. Pero uno sale de ver Los amores diversos de Fernando J. López con ganas de comprarse y de leer la obra. Y en esas ganas tienen mucho que ver su actriz protagonista, Rocío Vidal, y su director, Quino Falero, que se muestra tan ducho en el drama como lo hace en la comedia.
Foto cedida por Los amores diversos/Mónica de la Maza
Salir corriendo de la sala para comprar el texto de una obra de teatro contemporáneo que acaba de verse en escena no es lo corriente a no ser que se haya visto un Mayorga o un Sinisterra. Pero uno sale de la sala off del Teatro Lara de ver Los amores diversos de Fernando J. López con ganas de comprarse y de leer la obra (Ediciones Antígona 2016). Y en esas ganas tienen mucho que ver su actriz protagonista, Rocío Vidal, y su director, Quino Falero, que se muestra tan ducho en el drama como lo hace en la comedia.
Una actriz y un director que tienen que vérselas con la dificultad de un monólogo lanzado al aire. Con el riesgo de resultar falsos, poco creíbles, porque es un texto que se dice a un interlocutor que ya está muerto y ni siquiera de cuerpo presente en escena. El muerto es el padre de la protagonista. Una mujer cuarentona llamada Ariadna. Una mujer en su propio laberinto. En el laberinto literario que le creó un padre ahora muerto, en el que ella busca en la extensa y bien nutrida biblioteca una lectura para honrarle en su funeral.
Los amores diversos Teaser from Txomin Palacio Colorado on Vimeo.
Excusa perfecta para buscar y leer en voz alta unos poemas encontrados aquí y allá. Los poetas y los poemas de su padre. De Baudelaire y sus Flores del mal a Cernuda y su deseo de realidad. De la voz de Salinas a él debida a la desarmante sencillez de Gloria Fuertes. De la poesía de verso blanco de Juan Ramón Jiménez a la desnudez del viaje a Ítaca de Kavafis. Y a medida que nos lee, vamos descubriendo unas vidas hechas de palabras escritas. La de un padre y una hija que cimentaron su relación a base de libros. Una ficción que son mentiras en las que se celebra la verdadera vida.
Una verdad vital antes que literaria que la actriz está obligada a poner en escena. Lo que exige a quien lo interpreta buscar y buscarse en la fragilidad y en la debilidad. Y es verla en su debilidad y entenderla. Es verla en su debilidad y saber cuál es la nuestra. Personaje y público convirtiendo sus debilidades en su fortalezas. Debilidad que pisa con fuerza el hermoso suelo de baldosas literarias que ha creado Mónica Boromello para este montaje.
Acaba la obra con la promesa de un viaje en tren. Un billete de tren con un destino cierto, concreto, que solo conoce Ariadna. Y se hace el ocuro. Al poco sale Rocío Vidal, la actriz que la interpreta, a saludar. Y uno se siente en la estación de tren. Despidiendo a Ariadna. Y tiene la certeza de que habiendo trenes de vías estrechas, ella cogerá un tren de vías hechas de libros. De aquellos libros que celebran la vida. Los libros que amamos y que nos aman. Amores diversos que nada nombran, que quieren sacar de ti el mejor tú. Y entran ganas de llorar. Pues en ese tren se va a ella y, tal vez, lo mejor de quien la ve partir. Bonjour, confortable tristesse.