Querida yo premamá: es hora de decirte adiós
La gente no exagera cuando dice que no sabía lo que era el amor verdadero hasta que tuvo un hijo. Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Pero mentiría si dijera que no echo de menos mi vida de antes, mi vida prematernidad.
Primero, quiero aclarar una cosa: me encanta ser madre.
La gente no exagera cuando dice que no sabía lo que era el amor verdadero hasta tener un hijo. Es lo mejor que me ha pasado en la vida.
Mentiría si dijera que no echo de menos mi vida de antes, mi vida prematernidad. Una vez, una madre describió ese sentimiento como "estar de luto por su yo premamá" y, sinceramente, así es como me he sentido estos últimos ocho meses.
Lo que más echo de menos es tener tiempo para mí sola. Echo de menos irme de paseo y no tener que preocuparme de cuándo volveré. Echo de menos no preocuparme. Odio echar la vista atrás y querer tener aspecto descansado, disfrutar de una clase de yoga y correr, todo en el mismo día. Odio sentirme menos interesante, odio escuchar peor a las personas porque siempre tengo uno de los oídos pendiente de mi hija. Odio no tener dos manos. Odio no saber si estoy haciendo un buen trabajo todos los días.
Pero me encanta ser madre.
Dicen que, para avanzar en la vida, hay que abandonar a nuestro yo del pasado.
Hoy siento que ha llegado la hora de decirle adiós...
Querida yo premamá:
Te quiero, de verdad que te quiero, pero ha llegado la hora de decirte adiós.
Aunque primero quiero decirte lo orgullosa que estoy de ti. Has crecido más de lo que me podía imaginar en 31 años. Nunca te has rendido, siempre has seguido evolucionando, cambiando e intentando hacer todo lo posible para ser mejor persona. Gracias por saber que el pasado no tiene por qué limitarte. Tu decisión de seguir adelante es muy inspiradora.
Gracias por perseguir tus sueños. Podrías haber hecho lo que la sociedad te imponía, pero, en vez de eso, seguiste a tu corazón. El camino no siempre ha sido fácil, pero quiero darte las gracias por aprender de cada bache, incluso cuando eran tan profundos que te daba la sensación de que ya no podías ver el suelo. Te recompusiste todas las veces y, para ello, te fijaste en tus errores y no culpaste a los demás (aunque durante un tiempo sí que lo hiciste).
Gracias por asumir la responsabilidad. Gracias por ser humilde y por aprender que no pasa nada por decir "no lo sé".
Querida yo premamá, ¿alguna vez te he dicho lo bien que se te ve? En serio, cuando veo fotos tuyas percibo tanta energía, emoción e inspiración... Eres guapa y ojalá te lo hubiera dicho hace mucho tiempo.
Pero deberías ver lo guapa que soy como madre. Tengo bolsas en los ojos, unos cuantos kilos de más, pelos de loca, restos de maquillaje del día anterior, los dientes sin lavar...
Estoy radiante.
Deberías ver lo fuerte que soy. No hablo de músculos (se han ablandado un poco), hablo de la fuerza del corazón. Lloro constantemente porque nunca me había sentido tan viva y tan conectada. Es precioso sentir todo tan intensamente.
Ahora no duermo mucho, pero mi mente es más fuerte que nunca. Soy una supermujer moderna. Consigo hacer más cosas en un día de las que tú hacías en una semana. Pero esto no es una competición, tú me has entrenado para esto. Preparaste a mi mejor yo antes de entrar en la maternidad.
Muchas gracias por eso.
Pero tengo que dejarte atrás. He cambiado y, aunque no me guste admitirlo, ahora soy una persona distinta.
Soy madre.
No te preocupes, me has preparado para querer a mi yo maternal, para tener más compasión por ella y para dejar que encuentre su propio camino.
Diría que te echo de menos, pero si hubieras tenido la oportunidad de conocer a mi hija, te darías cuenta de que antes de que ella llegase al mundo era imposible echar de menos algo.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.