Mentir
Se comenta que solo la dicen los niños y los borrachos. Es curioso que algo tan importante como decir la verdad solo lo hagamos cuando se nos entiende regular.
La verdad.
Se comenta que solo la dicen los niños y los borrachos. Es curioso que algo tan importante como decir la verdad solo lo hagamos cuando se nos entiende regular.
Es como si nuestro cerebro no estuviese acostumbrado a decir la verdad y cuando lo hacemos se pone nervioso y no termina de enviarnos bien las palabras que tenemos que decir.
"Te vioiy a decrir lo que piengsjo dre vredad. Guirto hunmio no me busta".
Y el que no está borracho o es un niño no entiende nada. Pero el que lo ha dicho se quita un peso de encima. Un peso que tendrá al día siguiente porque en su estado natural nunca habría reconocido algo así. En su estado natural no hubiese dicho nada o hubiese mentido.
A veces nos gusta imaginar un programa llevado por niños y borrachos. Niños y borrachos capaces de decirle a la cara lo que piensan de verdad a cualquiera. Sin importar a qué grupo pertenece la cadena ni a qué partido pertenece el político.
Niños y borrachos diciendo la verdad. Sin adornos.
Nada de frases del tipo: "Me cuesta creer esto que está diciendo usted porque hace un año dijo que bla, bla, bla..."
Nada de eso.
Niños y borrachos que si el entrevistado les miente, ellos digan: "¡Mientes!"
Y entonces en casa todos sabríamos que el tipo miente porque se lo está diciendo un niño o un borracho. Nos fiaríamos de ellos porque los niños y los borrachos nunca mienten.
Por desgracia el ser humano no puede mantenerse en ninguno de esos estados para siempre. El de estar borracho puede estirarse un poco más, pero no es aconsejable.
Así que cuando dejamos de ser niños o se nos pasa la borrachera volvemos a nuestra rutina habitual. Mentir. No importa si es por algo pequeño o grande. Mentimos. Todo el tiempo.
Y lo que es peor... Nos acostumbramos a ser mentidos.
El subtexto de muchas de las conversaciones que tenemos a lo largo del día es:
- "Te estoy mintiendo".
- "Lo sé. Pero voy a fingir que no. Así que también te estoy mintiendo".
- "Si me ha pillado ¿por qué no me habrá dicho que me ha pillado?"
- "Si le he pillado, ¿por qué no lo reconoce?"
- "Igual no me ha pillado y soy más listo".
- "Igual no se ha dado cuenta y soy más listo".
- "Sigo con la mentira".
- "Sigo con la mentira".
Y seguimos mintiendo.
Hay gente a la que le gusta pensar que las mentiras pequeñas no importan. Gente que opina que decir que llegas tarde porque has pillado atasco en lugar de reconocer que has salido tarde no es una mentira. Pero importan.
Sobre todo porque te estás mintiendo a ti. Y si te mientes a ti en cosas ridículas imagina qué no te harás con las cosas que importan.
Por suerte ya hemos empezado a trabajar en algo que cambiará eso. Es un chip.
Un chip que una vez implantado te hará reaccionar de verdad. Si eso es bueno o malo no lo sabemos. Está en fase de pruebas y tenemos que reconocer que la parte del nivel de tolerancia a cosas que no te gustan... es mejorable.
Porque comportarse honestamente con uno mismo tampoco hace falta que sea tan radical como en este vídeo. Pero estamos trabajando en mejorar el chip... O no.
Al fin y al cabo este post no lo ha escrito ni un niño ni un borracho.