Cómo convertir un mal guion en un guion pésimo
El guion es al cine lo que la sanidad y la educación a la política española: baluartes de nuestra sociedad que pocos dudan en dinamitar. El guion literario debería ser un ejercicio de mediación entre todos los equipos que integran una producción cinematográfica, nunca el saco de boxeo donde se ensaña el actor, el productor o el director.
Foto: IStock.
Idea matriz
El guion es al cine lo que la sanidad y la educación a la política española: baluartes de nuestra sociedad que pocos dudan en dinamitar.
Incidente incitador
Carlos Boyero, nuestro "opinador" [sic] cinematográfico por excelencia, titulaba la crítica de Tarde para la ira así: "Raúl Arévalo también sabe dirigir". El actor mencionado, guionista de la película, puede que eche en falta un titular que diga: "Raúl Arévalo también sabe escribir guiones".
Por su parte, el crítico de cine Mirito Torreiro me dijo una vez que pronto se retiraría de la profesión para dar paso a nuevas generaciones que supieran interpretar fenómenos como el anime. Su modo de entender la crítica cinematográfica es diametralmente opuesto al de Boyero. Tenemos a críticos de gatillo fácil que hablan de sus sensaciones, frente a otros que entienden la crítica de cine como una responsabilidad social y como un ejercicio de mediación entre la obra y el público.
Así, el guion literario debería ser un ejercicio de mediación entre todos los equipos que integran una producción cinematográfica, nunca el saco de boxeo donde se ensaña el actor, el productor o el director. Tampoco el guion puede erigirse en una fortaleza inexpugnable: las historias tienen que respirar y estar preparadas para mutar, expandirse o contraerse.
Escaleta
Sabemos cómo construir un guion literario sólido. Hay manuales y cursos para todos los gustos. En mi raquítica experiencia como guionista he comprobado que las técnicas aprendidas en un libro o en un taller de guion se emplean de forma sui géneris. Aristóteles sigue siendo el verdadero pionero de la técnica narrativa, pero los guionistas se afanan en criticar e idolatrar al gurú del storytelling, Robert McKee, sin especificar cuál es su grandiosidad o su torpeza como asesor de guiones. John Truby es el predilecto de los más heterodoxos... y los más industriosos se quedan con el manual de referencia Cómo convertir un buen guion en un guion excelente de Linda Seger.
Si bien es cierto que no hay nada más práctico que una buena teoría, también lo es que no hay nada más estéril que una buena teoría mal llevada a la práctica. De nada sirve que los guionistas sepan construir sugerentes mundos imaginarios si el resto de la industria se sitúa en las antípodas de una determinada concepción artística. Los guiones no son revelaciones divinas, pero tampoco tienen que convertirse en papel higiénico para los detritos mentales de un director (o un montador) con ganas de anteponer su ego a todo lo demás.
Punto de giro
En el cine, puede que sobre narcisismo y falte dedicación. Es muy fácil decirlo desde una columna de opinión y mucho más complicado practicarlo en un rodaje. Es verdad que nunca han estado más escindidas la teoría y la práctica: el crítico de cine a menudo se pronuncia con una contundencia inusitada sobre la fotografía de una película. Al mismo tiempo, hay directores de fotografía acomplejados que se sienten incapaces de defender sus "esculturas de luz" porque esa expresión presuntuosa corresponde a los críticos, mejor pertrechados para no decir nada sustancial en un medio de comunicación.
El elogio o la sátira recae sobre los actores sin que se precise ningún aspecto de la interpretación; la credibilidad o incompetencia del actor es evidente para el crítico impertinente. No reparamos en el director de casting, aunque juzgamos con aplomo si el elenco es acertado o no. En resumen, el profesionalismo de la crítica está tan alejado de la artesanía cinematográfica que no resulta exagerado hablar de dos culturas. Ambas deberían complementarse, aunque predomina el ombliguismo y el autismo artístico por encima del diálogo constructivo.
El cine español requiere algo mucho más ambicioso que el talento cinematográfico. Necesita disolver las trampas del ego (superioridad, juicio y sentencia) y trascenderlo. Los guiones literarios no necesitan que los retuerzan hasta humillarlos o prostituirlos, sino el derecho a la conservación de la identidad. Una ecología del cine traería más biodiversidad y mejor calidad de vida cultural.
Clímax
Si la abnegación puede convertir un buen guion en un guion excelente, la egolatría puede convertir un mal guion en un guion pésimo. La alquimia del cine transforma el plomo en oro, pero debemos tener presente la advertencia del mítico Billy Wilder: "No se puede convertir la mierda en chocolate".
Desenlace
El guion de nuestra cinematografía aún está por escribirse. Si somos tolerantes, generosos e inclusivos formaremos una familia donde todos tengan espacio: los buenos cortos, los largos excelentes y hasta los mediometrajes, el trébol de cuatro hojas de esta insigne industria cultural.