Cuentos de Fukushima. F1: Akiramenai
Existen países en los que ni siquiera se ha dado importancia a que Japón haya aprobado una ley penal que prohíbe escribir sobre Fukushima y que se haya aprobado otra que impide a los médicos ofrecer datos sobre el tipo de enfermedad que se padecen en los hospitales de Tohoku.
Hace tres años que el triple desastre del Gran Terremoto del Este destruyó la vida de cerca de 40.000 habitantes del norte de Japón. También conocido como la región de Tohoku.
Tres años más tarde, son pocas las noticias que llegan a Europa acerca de la situación actual de la región que más sufrió las consecuencias del terremoto, el tsunami y el desastre nuclear: Fukushima.
En esta región se encuentra hoy el resto de lo que un día fue la central nuclear de Fukushima DAI-ICHI, más coloquialmente conocida como F1.
La barrera lingüística que separa a Asia del resto del mundo, como en pocas otras culturas, ha hecho que el problema se relegue a un plano distante en Europa.
Desde los comentarios y el diario de los trabajadores de la central nuclear en Twitter hasta el libro recientemente publicado en Japonés acerca de los 50 valientes trabajadores que mantuvieron refrigerado el reactor III durante los meses siguientes a la catástrofe, lo que Europa ha sabido de este terrible accidente no es más que una columna o un escrito periodístico de cuando en cuando en el periódico local.
Este lapso en el tiempo que recorre la información es un salto en el vacío para los afectados, que esperan las noticias del exterior como un asidero al que agarrarse para superar la situación de desgracia. Incluso hoy, tres años más tarde.
Existen países en los que ni siquiera se ha dado importancia a que, recientemente, Japón haya aprobado una ley penal que prohíbe escribir de forma libre en periódicos nacionales sobre Fukushima y que se haya aprobado otra que impide a los médicos y personal hospitalario ofrecer datos sobre pacientes y el tipo de enfermedad que padecen en los hospitales de Tohoku.
La complejidad de la lengua y de la interpretación de la información en diferentes países no deja de ser compleja pero llega a su extremo en las culturas del este en las que ni siquiera el alfabeto se corresponde con el nuestro.
En Japón, la lengua y la escritura, expresadas a un nivel culto, son un espacio cerrado, de raíces propias e íntimas y que recibimos en Europa a través de unos pocos lectores que llegan a entender sus símbolos.
Kansuke Yamamoto es uno de ellos.
Japonés, de 50 años, afincado en Madrid y originario de Iwaki, prefectura de Fukushima, es un ávido lector de blogs, diarios, cuentas de redes sociales y periódicos impresos y digitales que publican artículos relacionados con el desastre de su provincia natal.
Su voz, a través del blog fukushima-2011.blogspot.com.es ha sido capaz de transmitir la situación de Fukushima y los movimientos de la empresa TEPCO tres años más tarde.
Gracias a él, es posible conocer datos del abaratamiento del desmantelamiento de la central, la subasta de trabajadores no cualificados, la realidad del suministro eléctrico de F1 (que abastecía a Tokio y no a la prefectura en la que se asentaba) o la muerte de Masao Yoshida, encargado jefe de la central de F1, quinientos días después de la tragedia a causa de un cáncer.
Según Yamamoto, su sentimiento más firme es "Akiramenai" o "no tiremos la toalla" en la defensa de su hogar. En sus propias palabras "La barrera de la lengua es sólida, pero no infranqueable para quienes buscan saber qué ocurrió en F1".
Foto: Andrea González.
Dedicado a Yoshiki Terashima, de Aomori. Fallecido a los 24 en el sótano del reactor 4 de F1. Y a Masao Yoshida. Jefe del grupo de los 50 trabajadores que refrigeraron el reactor III de F1 en Marzo de 2011. Fallecido de cáncer de tiroides.