Un regalo para Montxo Armendáriz, en su cumpleaños
Me gusta leer tus guiones, tan meticulosos, porque describes desde las miradas hasta los silencios. De ellos aprendo que hay abrazos que no se deshacen, que las grietas son heridas o que hay nubes como volutas de humo. Y de tus personajes se aprende a tener dignidad, a luchar por lo que se cree.
Querido Montxo,
El pasado verano escribí una carta a Federico García Lorca. Antes de su publicación, fuiste la primera persona en recibirla después de mi familia. Y nunca me arrepentiré. Recordando aquel instante, lo que no pude imaginar es que, meses después, escribiría una carta a un poeta de la imagen, como lo eres tú. Con la diferencia, y gran fortuna, de que a ti te tengo.
Mi 2013 llevó tu nombre, sin duda. Me pillaste en uno de los peores momentos del año y ahí estuviste, ayudando a calmar y reír. Y, poco a poco, comencé a revisar tus creaciones desde otra perspectiva. Pude comprender mejor a Tasio, a Alou, a Lucía o a Silvia. Descubrí que la búsqueda de la condición humana en tu cine se debía a tu conciencia y compromiso.
Por eso hay frases de tus películas que, al escucharlas, demuestran lo poco que hemos evolucionado, como un buen espejo donde vernos reflejados. Como Tasio, cuando se negaba a trabajar para otros porque "si es ley de vida, más vale morirse". O cuando Alou, frente a la ofensa de llamarle "negro", recordaba: "Yo tengo un nombre, igual que tú". Tiempo después, esas frases se siguen escuchando. Síntoma de que has sido un excelente cronista, y de que dejas buenas semillas para crear una memoria colectiva.
Lo hermoso de tu cine es que moldeas a tus personajes y los fortaleces. Y que, sobre todo, recreas escenas que rememoran y conectan con nuestras particulares vivencias imborrables: cuando salta la chispa del amor, la emoción e ilusión del primer encuentro, la calma de la naturaleza, la fortaleza de la amistad, la juventud desilusionada, la mirada que certifica que fuimos felices por un instante, peinar las canas de tu abuelo o que tocando un instrumento somos capaces de callar los monstruos que nos desvelan. Y se te agarra un nudo muy dentro cuando asumes que perdiste la inocencia de la niñez porque comprendes que también hay cosas que te golpean por dentro, y que "duelen más que los golpes". Por detalles como estos, eres de esos directores que hacen del cine una necesidad vital.
Me gusta leer tus guiones, tan meticulosos, porque describes desde las miradas hasta los silencios. De ellos aprendo que hay abrazos que no se deshacen, que las grietas son heridas o que hay nubes como volutas de humo. Y de tus personajes se aprende a tener dignidad, a luchar por lo que se cree, a que hay que cruzar el río a pesar del miedo porque siempre hay al otro lado alguien dispuesto a sostenerte. En definitiva, enfrentarse a la vida. Y todo ello huyendo del morbo, del oportunismo o lo polémico. Como tú pasas por la vida: honesto, sin estridencias ni llamadas de atención.
Da un poco de vértigo pensar que, mientras yo tenía cuatro años en Málaga, tú estabas rodando tu Tasio en Navarra. Y que casi treinta años después, por una de esas coincidencias de la vida, estaríamos aquí. Y porque, afortunadamente, tus padres no te llevaron a la casa colorá. Porque en tu barrio había un cine. Porque recorriste Madrid con tu guión de Tasio y no te diste por vencido con el primer no. Y, sobre todo, porque has tenido esa valentía que el miedo frena tantas veces: apostar por aquello a lo que querías dedicar tu vida.
Me gusta que te hagan homenajes, que te valoren y reivindiquen ahora, que es cuando puedes disfrutarlo. Y, como presente en el que estamos, creo que es momento de que muchos te felicitemos por tu cumpleaños, por tu cine y por ser tan excelente amigo.
Hace un año me dijiste que cuando necesitase cualquier cosa, silbase. Desde entonces, sabes que he silbado más de una vez y, sin esperarlo, has estado siempre. Con tus velas y candelabros. En mis entrevistas de trabajo. En mis proyectos de novelas. Hasta compartiendo en la distancia días torcidos y amargos, como la ausencia de otros compañeros de camino.
Sabes que tengo poco que regalarte, salvo estas palabras. Y, desde el corazón, como te dije a duras penas en nuestra despedida en Gran Vía, gracias por tan buenos momentos. Por escuchar. Por haber sido nuestro salvavidas en 2013. Así que espero que hoy, por tu cumpleaños, te llegue una avalancha de cariño como te mereces. Por cierto, que por aquí están Tasio, Carlos, Silvia, Alou, Manuel, Lucía o Javi. También quieren felicitarte, porque todos esos personajes siguen vivos dentro de nosotros.
Aunque nunca quieres asumirlo, eres un cineasta como pocos, auténtico y honesto. De la misma forma que eres uno de esos amigos que se puede contar con los dedos de una mano. Me has hecho volver a confiar en la amistad. En que los amigos roca existen. Podría decir muchas cosas de ti. Pero prefiero reservarlas como regalos porque sabes, mejor que nadie, que ese tipo de secretos se guardan en el corazón. Y seguiremos hacia delante, amigo. Porque de ti aprendí también que seguiremos cantando a pesar de los tiempos sombríos y que nadie podrá quitarnos la sonrisa.
Un ramillete de besos,
Pd: Y brindamos por ti (ya sabes con qué).