Los niños merecen conocer toda la verdad sobre el sexo, placer incluido
Durante mi infancia, casi todas las lecciones que recibí sobre sexo en el colegio hacían hincapié en sus peligros físicos, como las infecciones transmitidas y el riesgo de embarazos no deseados. Era posible retrasar estas consecuencias, según me decían mis profesores y mis padres, si esperaba hasta el matrimonio.
No recuerdo haber aprendido nada sobre las implicaciones emocionales del acto sexual, ni sobre cómo identificar y expresar el deseo y el consentimiento (es decir, sexo consentido y deseado por todos los participantes) ni tampoco sobre ser consciente de mi propia identidad y mi cuerpo, incluido aquello que me aporta placer.
Si lo pienso, veo que recibí una educación contra el placer.
Aunque muchos países de todo el mundo están intentando modernizar la educación sexual y sobre relaciones que reciben los niños, el mensaje, en muchos sentidos, sigue siendo el mismo. El sexo no es un aspecto sano de la vida y, desde luego, no está hecho para ser disfrutado. La sexualidad es peligrosa.
Como consecuencia, gran parte de la información que reciben los jóvenes tiene el objetivo de preservar su salud sexual. Sin embargo, cada vez está más claro que lo que necesitan los jóvenes es más información para fomentar su salud sexual.
La falta de una educación sexual centrada en el placer hace que muchos jóvenes estén poco preparados para gestionar de forma adecuada el panorama sexual actual. Al hablar de placer, no solo me refiero al placer que da el sexo, sino también a la felicidad que nos aporta nuestra identidad como seres sexuales y en nuestras relaciones con otras personas; en otras palabras: felicidad física, emocional y psicológica en lo referente a la sexualidad.
El discurso del placer se les niega especialmente a las jóvenes y a las mujeres en general. Por ejemplo, a muchas mujeres se les enseña a creer que el sexo doloroso es lo normal y que deben concebir su propio placer como subordinado al de sus parejas sexuales. En este contexto, el sexo poco satisfactorio es demasiado común.
Christopher Fisher, profesor asociado de la Universidad La Trobe (Australia) coincide en que es necesaria más educación sexual centrada en el placer. "Los jóvenes con los que hablamos en nuestros estudios son conscientes de que su educación sexual en el colegio no les cuenta toda la verdad sobre el sexo, especialmente en lo referente al placer, y les gustaría conocer toda la verdad", comenta el doctor Fisher.
Los investigadores de La Trobe han realizado cinco encuestas nacionales entre estudiantes australianos desde 1992. En su último informe, uno de los más exhaustivos de este tipo, el 50% de los estudiantes afirmaba haber practicado sexo a los 17 años o antes. El 54% había recibido un mensaje de texto sexual explícito. El 25% de los estudiantes sexualmente activos había tenido una experiencia sexual indeseada. El 50% expresaba una insatisfacción significativa con la educación sexual de sus colegios.
Las investigaciones realizadas en Canadá pintan un panorama similar sobre la conducta sexual estratificada de los jóvenes: el 66% de los jóvenes de entre 15 y 24 años ha practicado sexo; el 40% de los jóvenes de entre 16 y 20 años ha enviado uno o más mensajes sexuales; el 80% ha tenido problemas sexuales. Las preocupaciones más comunes entre las jóvenes son la falta de orgasmos (59%), la baja satisfacción sexual (48%) y el dolor (47%).
Con estadísticas como estas y teniendo en cuenta que el sexo parece estar por todas partes, es irónico que en pleno 2018 siga existiendo semejante inquietud y temor al hablar de forma abierta y general sobre el sexo en los colegios, sobre todo sabiendo que "los jóvenes identifican los colegios y a los profesores como una de sus fuentes de mayor confianza para obtener información precisa sobre el sexo, la sexualidad, la salud sexual y las relaciones", según el doctor Fisher.
Con temas relativos al placer, como el consentimiento, la expresión de género, la masturbación y el envío de mensajes de contenido sexual, tan debatidos en la actualidad, deberíamos recurrir a las pruebas científicas —y no a la ideología— con el fin de dar forma a una educación sexual completa.
Un buen ejemplo son los Países Bajos, país reconocido por tener uno de los temarios escolares más progresistas del mundo. Los niños neerlandeses aprenden a designar correctamente sus genitales a los 7 años y se les enseña que la masturbación es un modo normal y sano de descubrir el cuerpo de cada uno. También aprenden sobre identidad de género, orientación sexual y diversas convenciones sociales que pueden llevar a conductas y deseos sexuales socialmente adquiridos. En su enfoque se pone más énfasis en el lado positivo del sexo y en los derechos sexuales de los jóvenes.
Investigaciones empíricas basadas en el modelo neerlandés sugieren que los adolescentes y los jóvenes así experimentan menos las consecuencias negativas del sexo y más las positivas. Los neerlandeses menores de 25 años, por ejemplo, solo suponen el 10% de los nuevos casos de ETS de su población, mientras que en Canadá, la tasa de clamidia, gonorrea y sífilis son mayores en este grupo de población que en ningún otro. Los neerlandeses adolescentes tienen también una de las tasas más bajas de embarazos y abortos de todo el mundo. Además, los jóvenes más activos sexualmente de los Países Bajos aseguran que el sexo les resulta placentero (entre el 90% y el 94%), unos resultados que no varían en función del género. La comunicación sobre las prácticas sexuales que gustan o que no gustan suponen posteriormente un mayor placer sexual.
En otras palabras, cuando la educación sexual es exhaustiva, el sexo no solo se vuelve más seguro, sino también más placentero, lo que está directamente relacionado con una mejor salud física y mental y deriva en un mayor bienestar.
Según el doctor Fisher, en el caso de los adolescentes de más edad sexualmente activos, los que afirman tener en mejor consideración su última experiencia sexual tienen también una mayor tendencia a conversar con su pareja sexual sobre evitar embarazos y ETS antes de iniciar la actividad sexual. Los encuentros sexuales más felices también se han relacionado con una mayor autonomía entre las mujeres. Cuanto más puedan las mujeres controlar su vida sexual, junto con los esfuerzos para terminar con la brecha de género y de poder, menos probabilidades habrá de que haya sexo no deseado.
Por tanto, empoderar a los jóvenes mediante la educación sirve para reducir el riesgo de violencia sexual de género y para promover un cambio positivo en la sociedad.
La educación sexual basada en el placer y enfocada de forma apropiada en función de la edad es importante para la salud y el desarrollo de los adolescentes. Es hora de dejarnos de politiqueo con la vida de los jóvenes y empezar a fomentar una educación que tenga en cuenta todas las posibilidades del placer.
La doctora Allie Carter lleva una década dedicándose a la investigación para progresar en temas de salud sexual y derechos de las mujeres. Actualmente imparte seminarios sobre salud sexual en la Universidad de Nueva Gales del Sur. Ha publicado más de 30 artículos científicos y su trabajo ha aparecido en medios como CBC, CTV, The Star o Ravishly. Puedes seguir a Allie en Twitter e Instagram (@DrAllieCarter).
Este post fue publicado originalmente en Find Your Pleasure, apareció posteriormente en el HuffPost Canadá y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.