El juego de las diferencias entre el corralito argentino y corralito chipriota
A diferencia de Chipre, Argentina buscó proteger a sus entidades financieras, más allá de las arduas discusiones entre los banqueros y las autoridades. Dos de los principales del país estaban en serias dificultades. Otros, antes de cerrarse por insolvencia, fueron adquiridos o absorbidos por sus competidores.
El concepto de corralito parecía que iba a ser sólo patrimonio de Argentina pero la crisis del euro lo importó para Chipre. Argentina no aplicó quita directa a sus depositantes pero devaluó, pesificó ahorros y deudas y el país no honró su deuda externa con consecuencias que se pagan hasta hoy. Sin embargo, lo que le sucedió fue el período de mayor crecimiento económico de su historia gracias al boom de las materias primas. El Gobierno de Chipre se queda con el 37,5% de los ahorros, se pega un tiro en el pie al reducir a menos de la mitad al sector financiero, su principal industria y no se sabe cuál será el salvavidas de su economía para salir de la recesión.
La instauración del primer corralito (congelamiento de depósitos en los bancos) en un país de la eurozona trajo a la memoria lo sucedido en Argentina entre 2001 y 2002. Los casos son similares pero hay diferencias.
Los escenarios previos a la crisis son similares. Excesivo endeudamiento (87% del PBI en Chipre, casi 140% del PBI en Argentina), la falta de crédito internacional por desconfianza, fuga de depósitos récord, y un grave deterioro en las cuentas públicas.
El Gobierno argentino impuso el 1 de diciembre de 2001 un congelamiento de los depósitos bancarios inédito. No se podían extraer más de 250 dólares semanales por cuenta mientras que los depósitos a plazo fijo fueron convertidos a depósitos a la vista a medida que se producía su vencimiento. El dinero inmovilizado podía utilizarse mediante la emisión de cheques o a través de tarjetas de crédito o débito.
La incertidumbre y la parálisis de la economía se cargó a cinco presidentes consecutivos, y una violenta represión a saqueos y protestas en la Casa de Gobierno se llevó la vida de 19 personas. Tres meses después, se devaluó el peso un 40%, se pesificaron los ahorros en dólares y se declaró el cese de pagos de deuda más grande la historia -la mayoría en manos de acreedores locales-, dos años después renegociada con una quita del 75 por ciento. Luego se abrió un canje voluntario de bonos por ahorros para reducir el daño a los depositantes pesificados.
A diferencia de Chipre, Argentina buscó proteger a sus entidades financieras, más allá de las arduas discusiones entre los banqueros y las autoridades. Dos de los principales del país, el Banco de la Provincia de Buenos Aires (público) y el Banco de Galicia (el más importante entre los privados en cantidad de depósitos) estaban en serias dificultades. Otros, antes de cerrarse por insolvencia, fueron adquiridos o absorbidos por sus competidores con asistencia del Banco Central que le prestó a los bancos más de 10.000 millones de dólares.
"Quisimos evitar el derrumbe de los bancos para que, además de proteger al empleo, no se cortara la cadena de pagos", dijo Jorge Todesca, ex vice ministro de Economía por aquellos años. "Indonesia le hizo caso al FMI, cerró bancos y tuvieron que lamentar miles de muertos en protestas sociales", agregó.
El resultado inmediato para los argentinos fue desastroso. Argentina, el llamado "granero del mundo" a comienzos del siglo anterior, estuvo cerca del infierno. El desempleo superó el 20%, la pobreza llegó al 50% y la indigencia al 27 por ciento. El PBI se desplomó en un 10,9% en 2002.
Sin embargo, gracias a la renovación política y un alza inédita del precio de las materias primas, Argentina pudo dejar atrás muy rápido sus peores años. En un período de nueve años, la soja -su principal cultivo de exportación- pasó de 200 dólares la tonelada a más de 600 dólares. La capacidad fabril instalada sobraba y el país tuvo varios años consecutivos de crecimiento a tasas cercanas al 10 por ciento. Las reservas del Banco Central pasaron de 8.900 millones de dólares a 50 mil millones.
Chipre, presionado por la UE y el FMI, aplica una receta igual de dolorosa. Sin embargo, clava el cuchillo en su principal industria, la financiera. La quita a los depósitos de más de 100.000 euros es del 37,5%. El corralito comenzó con un límite de extracción por cajeros automáticos de 500 euros, luego pasó a 260 euros, y días después a 100 euros. El descontento social en la calle elevó ese tope a 300 euros por, al menos, tres semanas.
El segundo banco del país (Laiki) será liquidado y unas 3.000 personas perderán su trabajo. Sus bonistas y acredores perderán todo. El número uno, el Banco de Chipre, será reestructurado y habrá límites para extraer los ahorros hasta que la reestructuración de ambas entidades esté finalizada. Así el Gobierno chipriota espera recaudar 5.800 millones de euros que se sumarán a los 10.000 millones que aportará el BCE y el FMI.
Sin embargo, atenta contra el corazón de su economía. Chipre tiene un sector financiero que sobrepasa por 4 al PBI. Desde su ingreso al euro en 2008, se transformó en una especie de paraíso financiero/fiscal de capitales oscuros de toda Europa y especialmente de inversores rusos que controlan el 30% de los depósitos. Los bancos chipriotas pagan las tasas de interés más altas de la región y no preguntan de dónde vienen los fondos. De allí que el presidente ruso, Vladimir Putin, haya calificado al rescate como "un robo". La cancillera alemana, Angela Merkel, exultante, dijo: "Que paguen los culpables". En pocas palabras, la UE no quiso rescatar a los capitales non sanctos de Moscú.
Con el rescate de la pequeña isla mediterránea de Chipre (tan sólo representa el 0,2% del PBI de la UE), la eurozona frenó el efecto contagio que hubiera provocado perder un miembro. Más aún en plena crisis no resuelta de Grecia, Portugal y España. A diferencia con Argentina, Chipre no se declaró en default (karma que el país del Cono Sur sigue cargando ya que, de salir a los mercados financieros, pagaría una tasa de interés de más del 15% anual) y no devaluó.
El punto es el costo a pagar. El FMI y la UE exigen privatizaciones de empresas públicas y ajustes fiscales. Y hasta la Iglesia Ortodoxa prometió vender inmuebles para ayudar a las cuentas públicas. Pero Chipre no tiene un salvavidas como la soja. Casi no hay fábricas: el 80% del PBI son servicios (finanzas, turismo y sector inmobiliario), según datos de la CIA. Exportó en 2012 apenas 1.889 millones de dólares (cítricos y cemento) a su principal cliente que es la empobrecida Grecia. El desempleo ya es alto (13%). Arrastra casi dos años de recesión: en 2012 la economía cayó 2,3 por ciento y en 2011 apenas creció 0,5 por ciento. Algunos informes de bancos estiman que este año la economía puede desplomarse hasta un 15%.
Entre la furia rusa y la disciplina europea, habrá que ver cómo se reinventa "la isla del Tesoro", como la bautizó el premio Nobel de Economía Nobel Paul Krugman.
Este post se podrá leer en el blog del autor La revancha de Keynes