Acuerdo Repsol-YPF: la necesidad tiene cara de hereje
Tanto los Gobiernos de España como Argentina pasan por un momento de mucha fragilidad política y económica. Ambos presidentes cargan con una delicada situación de gobernabilidad y los dos necesitan imperiosamente de nuevas inversiones.
Tanto los Gobiernos de España como Argentina pasan por un momento de mucha fragilidad política y económica. Ambos presidentes cargan con una delicada situación de gobernabilidad y los dos necesitan imperiosamente de nuevas inversiones. Todo esto sirvió para borrar de la memoria el conflicto generado por la expropiación del 51% de Repsol en YPF.
"La necesidad tiene cara de hereje", dice el refrán. Nunca más adecuado para el preacuerdo firmado por el que el Gobierno argentino ofreció compensar por un total de 5.000 millones de dólares a Repsol por la expropiación.
La nacionalización de YPF fue, tal vez, la medida más polémica de la gestión de Cristina Fernández. Se celebró como una recuperación del patrimonio petrolero nacional pero fue el factor que terminó que ahuyentar a los inversores del país.
A los pocos días de que se celebrara la expropiación en abril de 2012, Antonio Brufau anunció que la firma española iba a reclamar al menos 10.000 millones de dólares de indemnización en un arbitraje internacional. España, en represalia, trabó el ingreso a la UE del biodiesel argentino, uno de los sectores que más empleo y más ingresos de dólares genera en la Argentina.
El por el entonces viceministro de Economía de Argentina, hoy ascendido a ministro de Economía, Axel Kicillof, dijo ante el Congreso argentino: "No les vamos a pagar lo que ellos piden. Ellos van a tener que pagar por el daño ambiental".
A partir de allí, la situación macroeconómica argentina fue de mal en peor. En los últimos dos años, el país perdió 20.000 millones de dólares sus reservas en el banco central que llevó a sus autoridades a restringir la compra de divisas al estilo venezolano. Luego se le prohibió a las empresas girar sus dividendos al exterior. En consecuencia, muchas compañías decidieron abandonar el país.
En paralelo, la inflación siguió siendo el gran problema, el déficit de infraestructura es cada vez mayor, especialmente en el plano energético ya que se gastan más de 13.000 millones de dólares por año en importar gas y combustibles líquidos.
"Acordar con Repsol sería una muy buena noticia pero todavía queda mucho para reparar el daño previo", afirmó el economista argentino Carlos Melconián.
El plano político también empujó a Cristina Fernández a girar el timón en su relación con el mundo y especialmente con Repsol. Perdió las elecciones legislativas de octubre y tuvo que pedir una licencia de 45 días por una intervención quirúrgica cerebrovascular vinculada, en parte, con el estrés y su forma de recelosa de gobernar.
Del otro lado de la mesa negociadora, el cuadro español es parecido.
España arrastra un paro del 25%, el segundo más alto de la UE. La deuda hipotecaria supera el 40%, cifra récord. Si bien la economía empieza a mostrar algunos síntomas de recuperación, todavía falta mucho, especialmente en el tema inversiones y el consumo interno. El acuerdo con YPF le garantiza a Repsol más ingresos por el yacimiento estrella Vaca Muerta de la provincia de Neuquén, más reservas comprobables y no poner en riesgo las inversiones de la mejicana Pemex -socios en el accionariado de Repsol- en España.
Mariano Rajoy, la otra figura política en cuestión, entiende el cuadro mejor que nadie. "La economía no se arregla con un decreto o una norma. Hay que trabajar mucho", dijo hace unos días. En Argentina, varias fuentes gubernamentales valoraron su rol y actitud positiva para cerrar el convenio Repsol-YPF. Por sus torpezas políticas y escaso carisma, el jefe de Estado no goza del beneplácito de los españoles. La última encuesta de la firma Metroscopia mostró que un 75% de los españoles desaprueba su gestión (llegó al 79%) y la intención de voto del Partido Popular se encuentra diez puntos por debajo del resultado electoral de hace dos años.
Por todo esto, Argentina y España, se vuelven a entrelazar en su historia. El moño final del acuerdo queda ahora en manos de la junta de consejeros de Repsol, pero también en la política.
Este artículo también se podrá leer en el blog del autor La revancha de Keynes