Confeso adicto
Contar una historia con los mínimos elementos, tanto en términos de producción como narrativamente, era algo muy tentador y provocador. Así aparecieron estas fotografías, como un diario de abordo de ideas en las cuales unos escenarios domésticos y rutinarios crean una surreal y disruptiva realidad a la cual ahora ya soy un confeso adicto, casi un ejercicio de limpieza mental que necesitaba hacer diariamente.
Contar una historia con los mínimos elementos, tanto en términos de producción como narrativamente, era algo muy tentador y provocador.
Así aparecieron estas fotografías, como un diario de abordo de ideas en las cuales unos escenarios domésticos y rutinarios crean una surreal y disruptiva realidad a la cual ahora ya soy un confeso adicto, casi un ejercicio de limpieza mental que necesitaba hacer diariamente.
Estas escenas se dividen en objetos inanimados, interacción humana y conceptual displays, donde el misterio, la vaguedad, el diseño, lo absurdo y el humor llenan las situaciones.
Un giro en la rutina, la construcción de nuevos significados y contextos, así como el hecho de que ver objetos mundanos y domésticos transformados en algo extraño, sorprendente y sugerente llamaba mi curiosidad, creando greguerías visuales.
Una amalgama de ideas, muchas de las cuales se focalizan en los objetos como tal.
Estos objetos son el centro del significado y, por tanto, de la historia que describen. Nos invitan a reflexionar sobre comportamientos preestablecidos, sobre los límites, nuestra sociedad y sobre la imaginación.
Una manifestación poético-política, ya que la base y actitud del proyecto está directamente conectados con el anarquismo y con su concepto de libertad, el cual está localizado en los orígenes de nuestra sociedad, el conocimiento, la ecología, el individuo; y por eso, era inevitable que las fotos tuvieran un alma critica.