Despertando el potencial dormido de México

Despertando el potencial dormido de México

Es una realidad que a las mujeres, especialmente si somos de algún país latino, nos cuesta más trabajo romper las reglas y escuchar nuestra propia voz. Esto está relacionado con muchas causas, pero entre ellas está nuestra cultura, en la cual hay una expectativa social de seguir roles.

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Foto: ISTOCK

México es un país de valores y tradiciones arraigadas. Normalmente, eso es positivo, pero hay ocasiones en las que puede llegar a ser un obstáculo en el desarrollo económico y social del país. Los países conservadores y familiares nos dan seguridad, aliento en los momentos difíciles y solidaridad en distintos momentos de la vida. No obstante, son estos mismos países los que suelen estar más apegados al pasado, a expensas de impedir un espíritu disruptivo, un ambiente de creatividad y un ecosistema emprendedor.

Como mujer emprendedora, estoy comenzando a sentirme realizada por tener por primera vez la oportunidad de combinar mi vida personal con mi vida profesional. El ser capaz de evaluarme por resultados en lugar de por horarios me ha abierto la posibilidad a tener un balance en mi vida y permitirme aspirar a tenerlo todo como mujer sin tener que renunciar a diferentes facetas de mi persona. Desde que me gradué de la universidad, he tenido trabajos muy apasionantes pero también desgastantes, en los que ha sido difícil cuidar de mi salud, estar cerca de mi familia, pasar más tiempo con mi esposo y no abandonar a mis amigos. Me empecé a percatar de que mi trabajo estaba poco a poco absorbiendo todas las facetas de mi vida, y eso me causaba desequilibrio con mi vida personal.

La razón por la cual hay muy pocas mujeres incorporadas al ámbito laboral tradicional en México es precisamente por esa falta de flexibilidad que ofrece el modelo preponderante de trabajo basado en horarios fijos. Como mujer, formar parte del ecosistema emprendedor se presenta como una solución a esta disyuntiva, y nos abre un abanico nuevo de posibilidades que nos permiten desarrollarnos más íntegramente como profesionales y como seres humanos.

Cuando estaba más joven, como la mayoría de mis colegas, me sentía más cómoda en los ambientes con certidumbre y prefería seguir caminos preestablecidos, antes que escoger mi propio rumbo: ir a la escuela, estudiar, sacar buenas notas, ser puntual, cumplir con mis obligaciones del día, seguir las reglas, etc. El problema fue que, con el tiempo, me acostumbré, y era más fácil para mí seguir la corriente que cultivar una voz propia.

Como dice Seth Godin en su libro Linchpin: Are you indispensable?, a través de los años se nos ha manipulado y seducido para seguir instrucciones, para adaptarnos y trabajar por un sueldo, y se nos recompensa más socialmente por actuar sin cuestionamientos que por seguir nuestros sueños. Cuando interiorizamos los valores del sistema, ya no hace falta ser creativo ni tener espíritu de aventura mientras nos preocupemos por saber seguir instrucciones.

Este modelo tradicional de trabajo en el que un día es casi una copia a carbón del día anterior está resultando obsoleto en un ambiente de constante competencia y globalización. Bajo este esquema, es fácil sentirnos desperdiciados y sentir que dejamos a un lado nuestra capacidad creativa. Resulta fácil tener miedo de buscar nuestro propio mapa de la vida y conjunto de normas propias, así como tener el valor para enfrentarnos a lo desconocido.

Es una realidad que a las mujeres, especialmente si somos de algún país latino, nos cuesta más trabajo romper las reglas y escuchar nuestra propia voz. Esto está relacionado con muchas causas, pero entre ellas está nuestra cultura, en la cual hay una expectativa social de seguir roles; y el arquetipo femenino está asociado a la pasividad, a la búsqueda del bienestar colectivo y a la sumisión. La cultura occidental es sumamente injusta con las mujeres que se acoplan al sistema, en donde son muy escasas las oportunidades para crecer profesionalmente dentro de las empresas. No hay igualdad de sueldo y, constantemente, tenemos que enfrentarnos a un techo de cristal que se va endureciendo con la edad.

Los economistas y académicos están de acuerdo en que las mujeres emprendedoras son una fuerza dormida que puede impulsar significativamente el desarrollo económico de los países.

Las mujeres solo son líderes en menos de un 10% de los países a nivel mundial y son CEOs en menos del 4% de las empresas de Fortune 500. Combinar una vida familiar con una vida profesional así como tener tiempo para ir al gimnasio, cuidar de la salud y educar a tus hijos es prácticamente incompatible con el esquema tradicional imperante de oficina. En este esquema, las mujeres salimos injustamente perjudicadas a costa de nuestro empoderamiento, ya que no podemos hablar de mujeres libres cuando no existe independencia económica.

Difícilmente vamos a tener más mujeres en la cima cuando los esquemas se analizan desde una perspectiva de suma cero y no son compatibles con las necesidad de la mujer moderna de contar con la flexibilidad de horarios; de ahí que haya esa falta de referentes que puedan inspirar a otras mujeres y realmente demostrar que sí se puede tenerlo todo. Nos hemos empecinado en adaptarnos al modelo marcado por los hombres, cuando es hora de cambiar los esquemas y buscar emprender.

Un día después de un periodo de monotonía en mi vida me desperté con el valor y las ganas de arriesgarme al contacto humano, de dejar de seguir las expectativas de otras personas y dispuesta al rechazo por defender mis ideas. Me di cuenta que la vida es algo mucho más valioso y complejo que seguir unas instrucciones, y que para poder vivirla al máximo era menester un cambio de vida y de actitud, para hacer las cosas de manera diferente.

Logré visualizarme con otra vida, pero no no sabía cómo materializar ese cambio y reflejarlo de manera tangible. Ahora, ¿qué voy a hacer? La vida de emprendedora me parecía una solución a todos estos problemas y una manera eficiente de poder lograr mis aspiraciones. Los índices de felicidad entre las mujeres emprendedoras de Estados Unidos es tres veces más alta que entre las que tienen un trabajo tradicional. Sin embargo, sólo 18% de las start-ups cuentan por lo menos con una mujer cofundadora, y sólo 10% de las que levantaron rondas de financiación el año pasado están conformados por alguna mujer.

Me quedé analizando durante varios meses los problemas que había experimentado del sector inmobiliario y buscando áreas de oportunidad. Seguía incubando ideas, hablando con personas, etc. Finalmente un día de asueto me fui a tomar un café con una amiga a la que conocí mientras estudiaba la maestría. Las dos estábamos especializadas en el sector inmobiliario y estábamos atravesando procesos similares de vida, así como las mismas disyuntivas. Fue en medio de la conversación cuando tuvimos un momento Eureka y dimos con la idea que nos haría convertirnos en emprendedoras. Después de decidirnos a lanzar nuestra empresa, tuvimos muchas voces que nos desalentaban y nos aconsejaban abandonar la rebeldía y regresar al camino tradicional; la discriminación y rechazo de varios potenciales inversionistas por el hecho de ser mujeres fue muy evidente, y el esfuerzo que tuvimos que hacer para que nos tomaran en serio fue considerable, además de desgastante.

Mi socia y yo decidimos no abandonar nuestros sueños y luchar por emprender. Nos convertiríamos en unas de las pocas co-fundadoras de un market place mexicano. Aunque fue bueno y sensato escuchar consejos de otras personas para no cometer los mismos errores, hacer caso a nuestra voz interior para ejercer nuestra voluntad fue un sentimiento de satisfacción mucho más intenso, aunque fue aterrador salirnos de nuestra zona de comfort y explorar una manera diferente de hacer las cosas. Al ser una persona que ha seguido reglas toda su vida, fue disruptivo romperlas y volver a ser creativa; mi vida se convirtió en una montaña rusa de emociones que jamás había experimentado antes y me di cuenta del gran potencial que podemos tener las mujeres si nos lo proponemos.

Los economistas y académicos están de acuerdo en que las mujeres emprendedoras son una fuerza dormida que puede impulsar significativamente el desarrollo económico de los países. Con el tiempo, las mujeres nos hacemos más emprendedoras. De acuerdo con el 2012 U.S. Census, las mujeres son dueñas del 36% de todos los negocios, un crecimiento del 30% en comparación con el 2007. No obstante, el mayor reto al que nos enfrentamos las mujeres para convertirnos en emprendedoras es el acceso al capital, especialmente si es una participación. El 94% de los fondos de VC en EUA para fondear a las start-ups están conformados por hombres, y la mayoría de ellos, todavía tiene ideas pre-establecidas de los roles que debe cumplir una mujer y sesgos a la hora de evaluar a las mujeres en comparación con emprendedores hombres.

Ahí está el potencial dormido de México, ya que de acuerdo con el IMCO (Instituto Mexicano de Competitividad), si el resto de las mexicanas nos incorporáramos a la población económicamente activa de México, lograríamos aumentar el producto interior bruto potencial en más de un 30%. Estudios del Harvard Buisness School reflejan cómo las mujeres que trabajan tienen hijas más exitosas e hijos más cariñosos. Explorar el emprendimiento como una manera de poder tenerlo todo como mujer no sólo es un tema nuestro; incluye a hombres y mujeres. Es un tema que beneficia a la economía, a las familias, a los consumidores y a la sociedad en su conjunto.

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Página del Women's Forum

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