Obama-Romney: el estilo y la sustancia
Ha vuelto el Obama que conocemos, de sonrisa fácil y energía, que trasmite tranquilidad. Y ha vuelto el Romney moderado, pero esta vez salió a la defensiva acerca de sus políticas, nervioso sobre las normas y el tiempo del debate.
La encuesta rápida de CNN ha dado la victoria a Obama 46%-39% y cada campaña está ya haciendo su lectura previsible del debate: los demócratas declarando una victoria rotunda y los republicanos quejándose de la moderadora. Tan importante como el argumentario (spin, en inglés) post-debate es el estilo, que ha sido imprescindible para ganar los debates televisados desde 1960. Obama perdió el primer debate por un estilo pasivo al que le faltaba energía y al principio del segundo se notaba que había vuelto el Obama que conocemos con una sonrisa fácil y energía que a la vez transmite tranquilidad. Por otro lado, ha vuelto el Mitt moderado pero esta vez, en contraste con Obama, salió a la defensiva acerca de sus políticas y nervioso sobre las normas y tiempo del debate.
Sí, el estilo cuenta mucho, seguramente demasiado, y mientras nos quedamos cautivados por eso, es muy fácil que hayamos perdido el sentido de la lucha entre los demócratas y los republicanos de estas elecciones. La misma lucha que ha destacado el Embajador de EE UU Alan Solomont en su discurso en la Universidad Europea de Madrid el lunes pasado: el papel del Gobierno. Si escuchan bien los argumentos, los votantes estadounidenses pensarán menos en el estilo de los candidatos y más en su preferencia por un Gobierno activo que puede solucionar algunos de los desafíos a los que nos enfrentamos o un Gobierno limitado que efectivamente dice a los ciudadanos "búscate la vida".
Es uno de los aspectos culturales de nuestra política que contrasta con Europa, compuesta por países con Estados de bienestar más fuertes que en los EE UU. La cultura del individualismo llegó a EE UU con los peregrinos y a lo largo de los años, mientras se hacían ricos y querían proteger su propiedad y negocios, la cultura de individualismo aseguraba la supremacía de los intereses empresariales. Desde el principio, el Gobierno de EE UU ha estado en manos no de una élite real sino de una élite empresarial de cosecha propia. El mito es que todos, si trabajan mucho, pueden llegar a formar parte de esta élite y disfrutar de este poder. La verdad es que hoy en día, esta élite tiene aún más dinero y domina más el Gobierno, sobre todo a través de la financiación privada de las campañas. Pero siguen vendiendo la idea del individualismo con mucho éxito, incluso a los que forman parte del famoso 47% que no vive según estos principios y, peor, "depende del Gobierno." Existe mucha gente sin seguro médico que denuncia la reforma sanitaria de Obama porque, según ellos, da demasiado poder al Gobierno.
Esta paradoja, que haya gente que podrían beneficiarse de un Estado de bienestar y se niegue, es precisamente lo que deja muchos demócratas atónitos. Pero no se puede entender esta paradoja creyendo que la gente vota por su propio interés porque no es así. La gente vota por razones emocionales y culturales y el individualismo está profundamente arraigado en nuestra psique nacional.
Tradicionalmente, el encuadre de este argumento ha sido más sencillo para los republicanos porque es una idea que comprendemos fácilmente, como la declaración de Reagan de que "el Gobierno es el problema". Por otro lado, los demócratas han luchado con un mensaje más complicado y lleno de tonos de gris. Así, la política fiscal de Romney bajaría aún más los impuestos, y una parte ortodoxa de los republicanos cree (o por lo menos dice) que dejar más dinero en manos de los adinerados ayuda al final a todos porque crean trabajos.
Obama ha sido partidario de replantear este debate empezando en 2008 cuando dio la vuelta a la idea central de Bush, "the ownserhip society" (la sociedad de propiedad) y la nombró la sociedad de "you're on your own" (búscate la vida). En el segundo debate presidencial, la discusión matemática sobre los impuestos tiene que ver con el contraste entre un Gobierno con financiación para proporcionar servicios sociales y una sociedad que deja el dinero y su propio bienestar a los caprichos de los más ricos. Y para las mujeres, que siguen ganando solamente 74 céntimos por cada dólar que ganan los hombres, la respuesta de Romney es simplemente mejorar la economía, mientras Obama destaca la Ley de Igualdad de Pago de Lilly Leadbetter como una muestra de cómo el Gobierno puede luchar contra esta desigualdad. Igualmente, Romney quiere solucionar el problema de inmigración a través de "auto deportación" -o sea, haciendo las vidas de los inmigrantes tan imposibles que abandonen el país- mientras Obama explicó que legislación como el Dream Act no solamente ayuda a los inmigrantes jóvenes, sino que hace más fuerte la economía.
Es un gran contraste, que perdemos mientras discutimos sobre sus estilos, las lecturas post debate de los partidos y las encuestas.