La guerra civil en el Partido Republicano y sus consecuencias
El Partido Republicano ha arriesgado y ha perdido mucho estas últimas semanas y al final no ha ganado nada. A pesar de sus implicaciones internacionales, la lucha por el cierre administrativo y posible suspensión de pagos no ha sido entre demócratas y republicanos ni entre Obama y Boehner, sino una lucha interna del Partido Republicano entre los representantes financiados por el Tea Party y los que reciben fondos de Wall Street.
El Partido Republicano ha arriesgado y ha perdido mucho estas últimas semanas y al final no ha ganado nada en el acuerdo para reabrir la Administración estadounidense y aumentar el techo de la deuda. Observando su comportamiento desde fuera parece que ha sido una misión suicida, pero la historia es más compleja.
A pesar de sus implicaciones internacionales, la lucha por el cierre administrativo y posible suspensión de pagos que hemos seguido no ha sido una lucha entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano, ni entre Barack Obama y John Boehner, sino que ha sido y va a continuar siendo una lucha interna del Partido Republicano entre los representantes financiados por el Tea Party y los que reciben fondos de Wall Street. Además, la idea de intentar parar la ley de sanidad Obamacare a través de un cierre administrativo y amenazar con una suspensión de pagos estaba planeado por grupos conservadores de fuera del Partido Republicano desde hace meses.
Eso no podría pasar en España porque los diputados de Congreso deben sus escaños al liderazgo del partido. En EEUU los congresistas deben sus escaños a sus financiadores primero, y después, a sus circunscripciones y el partido. Tradicionalmente, Wall Street ha financiado al Partido Republicano y por eso, aunque hemos visto muchos cierres administrativos, nunca hemos entrado en una suspensión de pagos porque representa un gran peligro para los mercados y por lo tanto, no el partido no lo permite.
Wall Street nunca ha querido llegar a una suspensión de pagos, tampoco John Boehner, el portavoz de la Cámara de Representantes que tampoco quería cerrar la Administración. Pero los dos se han visto impotentes porque los representantes del Tea Party no dependen de Wall Street ni del Partido Republicano para volver a ser elegidos en noviembre de 2014. De hecho, los del Tea Party están en contra de la financiación que esclaviza al Partido Republicano respecto a Wall Street.
144 republicanos en la Cámara de Representantes votaron en contra del proyecto de ley y 87 votaron a favor. Esto contrasta con los 27 senadores republicanos que votaron a favor y 18 que votaron en contra. La diferencia es que las circunscripciones de los representantes son generalmente distritos pequeños que han sido diseñados para concentrar el voto republicano (el famoso gerry-mandering). Por lo tanto, hay muchos distritos muy conservadores y de esta manera, representantes que reflejan esos distritos. El efecto es menor en el Senado porque las circunscripciones son los estados y aunque hay estados muy conservadores, conservadores, progresistas y muy progresistas, es más difícil que lleguen a ser tan extremos como un distrito.
Además, los republicanos en la Cámara de Representantes tienen que defender sus escaños en una elección cada dos años mientras los senadores se enfrentan a las elecciones cada seis. Por eso, el Tea Party ha podido llegar a tener tanta influencia dentro del Partido Republicano en la Cámara de Representantes: si un representante no es de su gusto, movilizan dinero y votos para reemplazarle por uno más conservador en las primarias. Hay algunos en el Senado -el más notable es Ted Cruz, el senador de Texas-, pero por las razones que he explicado, cambiar el Senado requiere más tiempo.
El Tea Party tiene sus raíces ideológicas en el libertarismo y llegó a los titulares en 2009 con sus manifestaciones contra los impuestos. Cuando Obama firmó la ley sanitaria Obamacare el 23 de marzo de 2010, hubo más protestas. Básicamente, el Tea Party es anti-gobierno: no quieren impuestos, nuevos gastos ni intervenciones internacionales. Por lo tanto, cerrar la Administración queda perfectamente dentro de su ideología y por supuesto les parece una muy mala idea aumentar el techo de deuda.
Las acciones de los republicanos del Tea Party no han sido ningún accidente. El plan se gestó hace meses con el liderazgo del exfiscal Edwin Meese III y líderes de otros grupos conservadores que firmaron un plan para desfinanciar el Obamacare. Es decir, el plan que ha resultado con un 74% de los ciudadanos estadounidenses no contentos con las acciones del Partido Republicano no se originó en la dirección del partido.
Aunque el Congreso ha llegado a un acuerdo, la situación volverá a repetirse el 15 de enero cuando tengan que aprobar otra resolución continua para mantener la Administración abierta y el 7 de febrero la Tesorería llegará al límite de deuda de nuevo. El Partido Republicano está incapacitado por una guerra civil interna y no hay ningún indicio de que vaya a resolverla en el corto plazo. Parecen buenas noticias para el Partido Demócrata, sobre todo de cara a las elecciones de noviembre de 2014. Esto podría resultar en más financiación de Wall Street para los candidatos demócratas, sobre todo para los Blue Dogs -situados a la derecha del partido-, que ganarían poder. A largo plazo, sin embargo, sería una mala noticia para EEUU, que no tiene una verdadera izquierda.