¿Por qué subvencionamos la energía renovable?
La clásica queja de los negacionistas es que la energía renovable es muy cara, y que el estado despilfarra dinero público en sus subvenciones. Llamarlo derroche presupone que la inversión no sirve para nada e ignora la pregunta básica en este debate: ¿por qué subvencionamos la energía renovable?
Producir energía renovable tenía un alto coste al principio. Entre otras cosas, porque requería mucho I+D y fabricar componentes casi en exclusiva para cada proyecto, ya que no había suficiente demanda de cada componente como para producirlos a escala. Si bien era muy caro, había consenso en que el beneficio social a largo plazo superaba el coste, y por eso muchos gobiernos (en especial los europeos) empezaron a apoyar su desarrollo con fondos públicos. Es exactamente la misma motivación que en su día llevó a los gobiernos a fundar empresas públicas de electricidad, teléfono o ferrocarril. Las empresas eléctricas de entonces (que usaban carbón, y después petróleo y gas natural) recibían, si cabe, más subsidios que las renovables, ya que eran empresas públicas (es decir, 100% financiadas por el gobierno) y sin competidores (que generalmente implica costes más altos). Precisamente por ser empresas públicas, además, eran subsidios mucho menos transparentes, ya que muchos de los costes estaban diluidos en diferentes partidas de gasto público. Hoy en día, todavía se dice que las eléctricas que producen con combustibles fósiles reciben subsidios implícitos porque no pagan por el importe total del coste social que imponen sus actividades (en parte porque el éxito de los diferentes sistemas de comercio de emisiones, como el EU-ETS, ha sido limitado en la mayoría de países).
Invertir en monopolios públicos para la generación de electricidad era una inversión que en su día tenía mucho sentido, igual que más tarde la inversión pública en el desarrollo de energías renovables, a pesar del alto coste inicial. De modo que las primeras subvenciones a las renovables eran caras y no eran necesariamente competitivas: había pocos participantes en el mercado, y no tenían que competir por las ayudas estatales; por ejemplo, en España muchos recordaréis esa época en que cualquiera que pusiera un panel solar en su tejado recibía un subsidio del Estado, sin límite de beneficiarios (aunque eso sí que fue un fiasco de inversión por parte del Estado, debido a un mal diseño del sistema de ayudas). A medida que se establecía un mercado de las renovables, diferentes gobiernos (con la Comisión Europea como principal valedor) empezaron a implementar sistemas de subvenciones competitivos, que fueran poco a poco empujando a las empresas a reducir costes. De hecho, más recientemente la Comisión Europea ha prohibido las subvenciones no competitivas(salvo excepciones) para las renovables.
El sistema competitivo más común en la UE son las subastas, como las dos que ha lanzado España este año. El esfuerzo de los gobiernos europeos por reducir el precio de las renovables ha sido impresionante. Tanto es así que la última subasta de eólica marina en Alemania tuvo dos empresas que pujaron por construir sus proyectos sin subsidio alguno. También en España, los proyectos ganadores en la subasta celebrada en la primera mitad de 2017, construirán y operarán sin apoyo estatal. Para la próxima subasta de eólica marina en Holanda, el gobierno ha organizado una pre-subasta con subsidio 0. Esto pone en evidencia el argumento negacionista ya anticuado de que las renovables son demasiado caras. Según IRENA (Agencia Internacional para la Energía Renovable), ya en 2014 había varias fuentes de energía renovable que eran competitivas con las energías a partir de combustibles fósiles (eólica onshore, geotérmica, hidroeléctrica y biomasa), mientras que otras se acercaban a un ritmo casi vertiginoso (especialmente la solar).
Gracias al contundente apoyo de los Estados, las renovables han podido establecerse en el mercado eléctrico, contribuyendo de forma significativa a la lucha contra el cambio climático (y más que contribuirán). Lejos de despilfarrar dinero público, los gobiernos han sabido fomentar el abaratamiento de la energía verde y conducirla a la paridad de costes en el mercado. Sin embargo, aún falta un último empujón, y es demasiado pronto para retirar las subvenciones por completo. La Agencia Europea del Medio Ambiente emitió un comunicado a principios de este mes, llamando a los Estados Miembros a acelerar la creación e implementación de planes de inversión para renovables y eficiencia energética. En la misma nota, estima que para cumplir los objetivos de 2030 en estas áreas, hará falta una inversión de aproximadamente el doble que la actual (nótese que no toda esta inversión es pública ni mucho menos).
En España, durante la crisis, dado el receso productivo, íbamos sobrados para cumplir los objetivos europeos de 2020, y con eso al parecer los sucesivos gobiernos se relajaron en materia medioambiental y energética y decidieron sentarse a esperar a la siguiente década. Pero con la tímida recuperación económica, al final nos ha pillado el toro, y ahora el gobierno ha tenido que lanzar a toda prisa dos subastas de renovables para llegar a 2020. Total, que no se ha diseñado un plan lógico para el desarrollo de la penetración de las renovables en el mercado eléctrico, sino que se han diseñado subastas con el mero objetivo de que los números cuadren de cara a 2020. Con ello España, que en su día tuvo potencial para ser líder mundial en renovables, ha quedado rezagada, dejando el mercado renovable en manos solamente de la eólica onshore y la solar (al margen de la hidroeléctrica, de infraestructura más antigua y que de cara al cambio climático puede ser menos útil debido al riesgo de sequías).
Por su parte, esto da pie a la otra queja típica de los negacionistas: la intermitencia (la eólica onshore sólo produce cuando sopla el viento y la solar cuando brilla el sol). Diversificar el portfolio de las renovables en España es crucial, pero estamos a por uvas. Esperemos que los futuros gobiernos sean más racionales de cara a los objetivos europeos de 2030. De momento, nos queda el consuelo de que subvencionar las renovables cada vez cuesta menos. Pero hay que hacerlo bien.