¿Por qué es tan importante el mar de Azov?
Motivo de la última escalada entre Rusia y Ucrania.
El mar de Azov, que comparten Rusia y Ucrania desde la caída de la Unión Soviética en 1991, es un apéndice del mar Negro que el Kremlin controla desde hace casi 300 años.
El control de ese mar interior es crucial para garantizar la seguridad de Crimea. Lo era cuando el imperio ruso se lo arrebató al otomano a mediados del siglo XVIII y lo es ahora desde la anexión de la península por parte de Rusia, que ha sido condenada por casi toda la comunidad internacional.
La anexión de Crimea (que perteneció a Ucrania entre 1954 y 2014) y el control del Azov impiden que la OTAN pueda acceder a ese mar, más aún desde que Moscú tendió un puente entre la península y la Rusia continental, motivo de la escalada de la tensión de los últimos meses.
Crimea no puede entenderse sin el Azov y viceversa. La península está bañada principalmente por el mar Negro, pero el Azov le cubre las espaldas.
El imperio ruso, que nació con Pedro I y la fundación de San Petersburgo, no puede entenderse sin el dominio del Azov, donde desembocan los ríos rusos Don y Kubán, ya que eran las únicas aguas, junto a las del mar Negro, que eran navegables todo el año.
Rusia sólo puede considerarse una potencia marítima de pleno derecho a partir de la conquista del Azov, para lo que contó con la inestimable ayuda de los cosacos. Una vez controlado el mar, fue mucho más fácil acabar con la resistencia tártara en Crimea en 1783.
El estrecho de Kerch, que tiene entre 4,5 y 15 kilómetros de ancho y une los mares Negro y Azov, garantizó desde entonces el control de esta masa de agua y tuvo un lugar estratégico de primer orden durante la Guerra Fría.
La situación cambió con la caída de la URSS: Ucrania se quedó con la mayor parte del Azov y con sus principales puertos, en particular con Mariúpol, Berdiansk y la propia Kerch.
Con la anexión rusa de Crimea en 2014, en cambio, Ucrania quedó bloqueada y depende del beneplácito de Moscú para poder transitar por debajo del puente de 19 kilómetros inaugurado en mayo por el presidente ruso, Vladímir Putin.
El Azov es como una botella con un cuello que es el estrecho de Kerch. Y los ucranianos se encuentran ahora en el fondo de esa botella, sin posibilidad de maniobrar.
Putin lo comentó tras la anexión: Si Rusia no se hubiera anexionado Crimea, la OTAN habría desplegado ya tropas y armamento en ese territorio, lo que amenazaría la seguridad del país.
El control del resto de la costa ucraniana que da al Azov, especialmente Donetsk, pero también Zaporizhie o Jersón -algo que Kiev sospecha que el Kremlin baraja desde la sublevación prorrusa en el este del país- cerraría el círculo.
Una batalla naval entre Rusia y Ucrania sería impensable, ya que la Armada ucraniana quedó irremediablemente en inferioridad cuando Crimea pasó de nuevo bajo control de Rusia.
Por ello, Ucrania quiere revisar el acuerdo de cooperación de 2003, pero Rusia ya ha dicho que no aceptará un cambio del estatus y que nunca reconocerá la demarcación unilateral de la frontera en aguas del Azov.
Si Ucrania denunciara el acuerdo, podría invitar a los países aliados, en especial a la VI Flota estadounidense, a atracar en sus puertos en el Azov, algo que Moscú ya ha dicho que no permitirá.
Lo más que estaría dispuesto a admitir el Kremlin es el atraque de buques de la OTAN en el puerto ucraniano de Odesa, en el mar Negro. El resto sería interpretado como un acto hostil.
Aunque los militares rusos dijeron que no harían caso a los políticos rusos más radicales, que advertían que Moscú podía cerrar el estrecho de Kerch en cuestión de minutos, las autoridades portuarias crimeas bloquearon el domingo el acceso al puente atravesando un gran buque mercante.
Rusia reabrió hoy el estrecho, pero el incidente del domingo -tres buques ucranianos apresados y varios tripulantes heridos- dio la razón a los políticos en Ucrania que consideran que el puente de Crimea puso la primera piedra del control ruso de todo el Azov.