¿Por qué pintan en el metro los grafiteros?
Expertos y 'escritores' de graffiti analizan el aumento de los incidentes en el suburbano de Madrid y Barcelona
Cada día se producen de media entre 4 y 5 acciones vandálicas relacionadas con los grafiteros en el transporte público en España. El fenómeno cuesta unos 30 millones de euros anuales a las compañías ferroviarias. En el último puente de Todos los Santos, cada madrugada se registraron en el metro de Madrid y Barcelona diversos incidentes que acabaron con heridos y detenidos. ¿Qué está pasando con el graffiti en el metro? ¿Es un fenómeno nuevo? ¿Por qué estos grupos de jóvenes tienen los vagones del suburbano como objetivo?
En la mesa, en un bar del Raval, se sientan dos grafiteros con cientos de delitos a sus espaldas. Ellos se hacen llamar escritores. Uno de ellos, Pedro (nombre ficticio), tiene 35 años y ha abandonado la actividad al nacer su primer hijo. El otro, Antonio (nombre ficticio) tiene 27 y pinta vagones cada semana. Ambos han mantenido durante tiempo una doble vida: de día son ciudadanos que van a su trabajo. De noche, se dedican a pintar los trenes y metros de la ciudad.
El graffiti sobre trenes es una subcomunidad dentro de los grafiteros. Es la más cerrada, inaccesible y transgresora dentro de una disciplina que, como casi todo, también sucumbió a su mercantilización. "Marcas de ropa, exposiciones, ayuntamientos... Todos quisieron sumarse al carro en su día", apunta Antonio. "El graffiti sobre trenes es la última reserva que lo mantiene auténtico, el único aspecto de todo esto que nunca se va a poder comprar ni vender ni esponsorizar". Estos grafiteros tienen una máxima muy clara: solo se le puede llamar graffiti si es ilegal. Si no, es otra cosa. "Es algo totalmente efímero porque luego el vagón lo borran. Se trata de vivir la experiencia", remachan.
Estos grafiteros también se muestran sorprendidos por las imágenes publicadas en los medios, que achacan a escritores poco experimentados. "No somos angelitos de la caridad. Cometemos delitos y no pretendemos gustar a nadie", sostiene Pedro, el otro grafitero. "Pero este tipo de imágenes nos perjudica a todos los que llevamos años pintando sin hacer ruido". Tanto ellos como diversos practicantes experimentados han condenado estos días un modus operandi que destaca por la agresividad y la violencia, en una actividad tradicionalmente concebida como un juego del gato y el ratón que para algunos ha derivado en un enfrentamiento abierto contra vigilantes y trabajadores.
Tanto los trabajadores de TMB, la empresa que gestiona el metro de Barcelona, como los maquinistas del Metro de Madrid piden a las autoridades que aborden un problema que genera inseguridad a los maquinistas y al resto del personal. Exigen más presencia policial y un endurecimiento de las leyes ante un problema que los vigilantes no pueden abordar. "Llego al trabajo con miedo de ir a retirar un tren y encontrarme a 15 desalmados", explica Francisco Javier del Llano, maquinista del metro de Madrid y presidente de su comité de empresa. "A veces son majos, pero te pueden tocar algunos bebidos y pasas mucho miedo".
¿Por qué pintar en el metro y no en una pared?
Grupos de jóvenes se cuelan en el metro, se arriesgan a ser detenidos o atropellados para pintar un vagón que después no circulará ni se verá en ningún lugar. Si el objetivo del graffiti es ser visto. ¿Por qué un grupo de chavales intenta periódicamente infiltrarse en en el metro?
Todas las fuentes consultadas coinciden en lo mismo: por tradición y por aventura. "Se pinta el metro por el referente neoyorquino de los años 70", sostiene Fernando Figueroa, doctor en Historia del Arte por la UCM y autor de varios libros sobre el graffiti. "Ahí empezó todo y por eso los chavales siguen acudiendo a pintar el metro". Alberto Feás, trabajador de la empresa de sprays de graffiti MTN Colors, añade otro aspecto: "Es un juego urbano que mezcla exploración, adrenalina y creación plástica y eso engancha mucho a la gente".
Enrique Escandell es fotógrafo profesional. Durante más de 15 años se dedicó a pintar los trenes y metros de todo el mundo. Una vez retirado del vandalismo, se pasó 6 años documentando las incursiones de los grafiteros para publicar Subterráneos, un libro fotográfico que muestra los preparativos y la manera de acceder a los lugares de estos jóvenes. "A veces dedican meses para preparar una acción", comenta en conversación telefónica. "Conocen a la perfección las entradas y detalles del sistema ferroviario y para ellos es una especie de videojuego: tiene esa cosa lúdica de superar obstáculos, estudiar cómo entrar, conseguir que no te vean...".
Escandell también confirma lo que explican los dos grafiteros citados en Barcelona. "Noticias como la de estos días se viven muy mal dentro del colectivo", apunta este fotógrafo afincado en Madrid, que asegura que durante todos sus años bajo tierra nunca presenció situaciones como las del pasado fin de semana. "Es como los políticos o los periodistas: hay políticos corruptos o periodistas que mienten, pero esto no significa que todos lo sean. La mayoría de los escritores de graffiti no comparte esta manera de hacer las cosas".
¿Ha aumentado la violencia?
A pesar de la insistencia en desvincular a la mayoría de grafiteros de este tipo de acciones, tanto los escritores como los expertos consultados coinciden –con matices– en que estas acciones violentas han aumentado durante los últimos años. ¿Ha cambiado la actitud de los grafiteros?
"Llevo 11 años trabajando en el metro y siempre ha habido grafiteros", responde Del Llano, el maquinista, "pero ahora son más violentos y van en grupos más grandes". Según Figueroa, el doctor en Historia del Arte, durante los últimos años "ha entrado una generación más beligerante en el mundo del graffiti".
Feás y Escandell, en constante contacto con los grafiteros, son un poco más cautos. "Lo que ha cambiado es la actitud de algunos jóvenes", responde Feás. "Casos así ya han sido documentados previamente, pero las redes sociales les dan un altavoz que antes no tenían". Feás habla incluso de un efecto llamada. "Internet da acceso tanto a jóvenes como a periodistas a mucha información sobre una cultura que hasta hace poco se mantenía secreta", explica, "esto conlleva que ahora pinte mucha más gente que antes".
Los grafiteros entrevistados reconocen que probablemente se ha incrementado la violencia en algunas acciones, que insisten en vincular a los practicantes más jóvenes e imprudentes. Explican que las medidas de seguridad han aumentado y han obligado a los escritores más inexpertos a recurrir a estas estrategias: irrumpir en grupos de 30 personas que se enfrentan a quién se interponga en su paso. "La gente que lleva tiempo haciendo esto nunca haría una cosa así, juega en contra de nuestros intereses". Según estos dos grafiteros, lo que quiere la mayoría es entrar, pintar y salir sin ser vistos.
De Llano y Figueroa también señalan las redes sociales: "Ahora lo que quieren es hacer el vídeo para demostrar en las redes lo valientes que son", sostiene De Llano. "Las nuevas generaciones tienen mucho más naturalizado el uso de Internet para difundir algo que antes quedaba en un círculo muy reducido", añade Figueroa.
Escandell, Feás y los escritores señalan que también ha habido episodios de violencia contra los grafiteros, algo que históricamente ocurría más a menudo. Feás explica que ahora los vigilantes están sometidos a un protocolo mucho más rígido que antes, y actualmente ni siquiera pueden bajar a la vía cuando están pintando, un aspecto que confirma el maquinista. "Al final ves a un vigilante recriminando desde el andén a los grafiteros", cuenta Del Llano, "y los grafiteros se ríen de él como si fuese su padre".
A pesar del rechazo de la violencia de los últimos días, los grafiteros entrevistados en el Raval insisten en la "desinformación" que los medios de comunicación ofrecen sobre el graffiti. "Están diciendo que era un reto entre Barcelona y Madrid a ver quién pintaba más. Menuda tontería. Se están contando muchos bulos". También ponen en duda la versión de que se agredió a una embarazada y le enseñan al periodista imágenes en las que se ve a una mujer rociando con spray a los grafiteros durante el incidente del pasado sábado en Barcelona. "Esto no lo verás nunca en ningún periódico".