¿Qué puedo hacer ante un ahogamiento?
Un niño puede ahogarse en solo dos centímetros de agua.
Dos centímetros de agua y unos segundos son suficientes para que un niño sea víctima de un ahogamiento. Las muertes por esta causa se concentran, por razones obvias, en los meses de verano, justo cuando aumenta también el riesgo de traumatismos craneoencefálicos y lesiones medulares por caídas y lanzamientos, tanto en piscinas como en aguas naturales. Junto con los de tráfico, los ahogamientos son los accidentes más prevenibles, según la Asociación Española de Pediatría (AEP). Ambos son, por ese orden, las dos primeras causas de muerte por lesión no intencionada.
Todos los años nos encontramos con este tipo de sucesos. A fecha de 17 de julio, dos niños han fallecido en España por un ahogamiento: uno de 4 años fallecía en la piscina de un hotel de Ibiza y otro de 9 perdía la vida tras ser rescatado inconsciente y reanimado en Colmenar del Arroyo (Madrid). Para evitar noticias como estas, el principal consejo de los profesionales puede parecer evidente: extremar las precauciones. Sanidad insiste en que son muertes prevenibles, por lo que tomar medidas podría evitarlas en espacios acuáticos, donde se registraron 117 fallecimientos en los últimos cinco años según el Informe Nacional de Ahogamientos de Menores de 2017. En 2017 la cifra de niños que se ahogaron aumentó un 62% respecto al anterior. La mayoría tenía entre 2 y 8 años.
Cómo actuar
Según apuntan los expertos, desde el momento en el que identificamos un ahogamiento disponemos de unos minutos muy importantes en los que la maniobra de reanimación es clave para que todo quede en un susto. Por ello, Gerardo Rodríguez, pediatra coordinador del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría, entiende que sería tan imprescindible formar a la población en Primeros Auxilios como lo es (y como ya se hace) en educación sexual o vial: "Debería ser obligatorio tener nociones. Nos lo debemos como sociedad, porque de ello depende que la persona que está a nuestro lado nos sepa salvar la vida. Ese primer minuto es fundamental antes de que vengan los sanitarios".
Si el paciente ha perdido el conocimiento, ha dejado de respirar o no tiene pulso, se empieza con la reanimación cardiopulmonar, para mantener la situación hasta que el sanitario haga la reanimación cardiopulmonar avanzada o cualquier auxilio que solo pueda prestar él.
En el caso de que se sufra un golpe en la cabeza, si la persona está consciente, no tiene problemas para respirar y tiene pulso, hay que pedir ayuda y no movilizarlo mientras se espera a que vengan los sanitarios. Si no respira, habrá que hacer la reanimación. "Al final, son situaciones de toma de decisiones. La llamada es obligatoria. Es lo primero, pero hay que intentar mantener la calma, porque la mayoría de veces no hay que hacer nada, salvo que haya cesado la actividad cardiorespiratoria. Lo mejor es no mover a la persona, acompañarla, darle conversación (si está consciente) y seguir comprobando que las constantes vitales están bien", explica Rodríguez.
La mayoría de los fallecidos en piscinas son niños
Según el Ministerio de Sanidad, en 2016 fallecieron 439 personas por ahogamiento (344 hombres y 95 mujeres). Casi la mitad de las víctimas (el 41,7%) eran ancianos, mientras que la mayoría de los fallecidos en piscinas eran niños. En 2017 fallecieron 25 menores de 14 años, según el informe anual de Ahogamiento.com.
Los niños más pequeños y aquellos con déficit de atención o trastornos del comportamiento son los más propensos a sufrir accidentes, por lo que los pediatras recomiendan prestar especial atención a que se muevan en entornos seguros.
Los accidentes más comunes en los entornos acuáticos son las picaduras, raspaduras (por el material del suelo de las piscinas, ramas y césped), caídas, lesiones de piel, traumatismos, quemaduras solares, golpes de calor y, frecuentemente, ahogamientos, como señala Gerardo Rodríguez. "Son causas de muerte evitables que se podrían salvar con la vigilancia y la precaución", apunta el pediatra. "Las picaduras de medusa son importantes porque puede provocar inflamación y dolor. En un niño la superficie afectada del cuerpo es mayor y la piel es más sensible", añade.
Respecto a los salvavidas, es preferible usar un chaleco debido a que el flotador se puede deshinchar o voltear. Sin embargo, según señalaron los ponentes en el último Congreso Nacional de Pediatría, "lo ideal es que los niños aprendan a nadar a partir de los 4 años".
Los datos de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo cifran en 480 el total de personas de todas las edades que murieron en el agua en 2017, y señala que el perfil de la víctima es un hombre mayor de 50 años que se baña en un entorno muy vigilado. De hecho, el número de hombres que pierden la vida por esta razón es muy superior al de mujeres.
Si se llega a tiempo para actuar, la recuperación suele ser completa, pero en función de la intensidad, haber estado al borde del ahogamiento puede dejar secuelas. Todo depende del tiempo en el que el cerebro ha estado sin oxígeno, así como de la temperatura del agua. Las víctimas suelen estar sumergidos a temperaturas más bajas que las del ambiente. Cuando existen las secuelas, habitualmente son lesiones neurológicas.
"Un niño no puede estar solo en estas situaciones porque se pueden ahogar aunque estén con un palmo de agua. Además, los adultos deben vigilar en todo momento qué están haciendo, porque un niño en sí mismo es un sujeto de riesgo", sentencia Gerardo Rodríguez.
Las cifras son mucho más preocupantes si contamos con los accidentes acuáticos que no acaban en fallecimiento: traumatismos craneoencefálicos, lesiones medulares por lanzamientos imprudentes y por saltar de cabeza o por consumo de alcohol. En 2016, 567 personas ingresaron en centros hospitalarios por estos motivos. De ellos, 217 eran mayores de 65 años y 195 eran menores de edad, de los que la mayor parte no superaba los 10 años.
Casi un 40% de los accidentes ocurren fuera de la vista de un adulto
La gran mayoría de estos accidentes ocurren en verano, sin embargo el experto en Natación y Entrenamiento Deportivo Germán Díaz (Universidad Europea de Madrid) señala que "la mejor prevención de accidentes en la piscina comienza meses antes". Por su parte, Gerardo Rodríguez apunta dos medidas de prevención claves que son muy lógicas: buscar un lugar seguro evitando entornos naturales peligrosos y respetando las señalizaciones y la vigilancia del adulto. A pesar de ello, casi un 40% de los accidentes que sufren los menores en su día a día ocurre fuera de la vista de un adulto, según la AEP.