Francia vota en la primera vuelta de las elecciones presidenciales más imprevisibles de su historia
Los cuatro candidatos con más intención de votos llegan a la cita con un empate técnico.
Se temía que pasara y al final ha sucedido: el terrorismo ha sacudido la campaña electoral francesa. Lo ha hecho a última hora, matando a un policía en París, revolviendo en los fantasmas de un país que lleva ya dos años en estado de emergencia. Durante ese tiempo, más de 200 personas han muerto víctimas de los siete atentados que han tenido lugar en territorio galo. Y eso lo ha condicionado todo. Los once candidatos que se presentan a esta primera vuelta electoral lo saben, aunque cada uno lo ha manifestado —y empleado— a su manera. Del "no hay que ir a votar ni con odio ni con venganza" del aspirante de la izquierda Jean-Luc Mélenchon, al hay que "cerrar las fronteras y expulsar a los fichados que supongan un riesgo" de la líder de la extrema derecha Marine Le Pen. Tan extremas como sus reacciones son sus programas y los del resto, aunque todo indica a que sólo importa lo que propongan cuatro de ellos. Todo apunta a eso, pero nunca se sabe, porque esta vez Francia se enfrenta a las elecciones más imprevisibles de su historia.
Las encuestas no han sido capaces de poner nombre a un claro favorito. Ha sido una campaña larga, cargada de polémicas y de sorpresas, que han hecho que a este 23 de abril se llegue con cuatro de los candidatos en empate técnico. Le Pen (Frente Nacional), Emmanuel Macron (¡En Marcha!), François Fillon (Los Republicanos) y Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa) llegan a la cita con las urnas con una intención de voto que ronda el 20%.
Macron es el que despunta, presentándose a sí mismo como la opción más estable a corto y largo plazo. Su movimiento, ¡En Marcha!, cuenta con 200.000 afiliados y estas semanas le han llegado apoyos de centro derecha y centro izquierda, algo que el candidato trata de optimizar presentándose para aquellos que se sienten huérfanos de novedades, para los decepcionados con lo de siempre. Pero la ruptura con el pasado que trata de representar no la ha logrado por completo: el ex primer ministro Manuel Valls (socialista), por ejemplo, ha dicho ya que le apoyará. La suma de todos estos factores le han valido el apodo de "el Arca de Macron". Si eso implica su victoria, parece que está cómodo en el papel.
Muy de cerca de Macron, la que más de hecho en las últimas semanas, está Marine Le Pen. La líder de extrema derecha ha sometido a su partido, el Frente Nacional, a un lavado de imagen, eliminando cualquier referencia al nazismo y, por qué no decirlo, se ha desvinculado de su padre, a quien sucedió en la presidencia del grupo. Ella está decidida a hacer historia en Francia y convertirse no sólo en la primera mujer presidenta del país sino también en la primera líder ultraderechista jefa de Estado en Europa.
Para movilizar a su electorado, Le Pen ha recurrido a uno de sus temas favoritos, muy al estilo del presidente Donald Trump: la inmigración. La líder del Frente Nacional ha prometido fijar una cuota máxima de entrada a Francia de 10.000 inmigrantes al año y expulsar a todos los extranjeros que se encuentren en el radar de los servicios de Inteligencia en un plazo de dos meses, además de retirar la nacionalidad a los condenados por vínculos con el yihadismo. También ha abogado por una renegociación de la relación con la UE, tras lo cual se celebraría un referéndum sobre la continuación y en la que defendería el temido 'Frexit' si el acuerdo alcanzado no le parece satisfactorio.
Eso sí, la candidata del Frente Nacional ha hecho oídos sordos a la polémica que le ha acompañado durante la campaña: el presunto desvío de fondos del Parlamento Europeo que realizó por valor de 34.000 euros. Sus votantes, al menos de cara a las encuestas, parece que no lo tienen en cuenta... Se da por hecho que pasará a la segunda vuelta.
El que también se pensaba que pasaría era François Fillon. Los analistas estaban tan convencidos de ello, que se predecía que se iba a repetir aquel mal trago de 2002, cuando Jean Marie Le Pen se enfrentó en segunda vuelta de las presidenciales a Jacques Chirac. Pero como Le Pen, el candidato del partido del ex presidente Nicolas Sarkozy, se ha convertido en el protagonista de la polémica de las polémicas de esta campaña. Fillon ha sido imputado por los delitos de desvío de fondos públicos y apropiación indebida, en relación a los supuestos empleos ficticios de su mujer como asistente parlamentaria. Llegó a decir que se apartaría de la lucha por el Elíseo, pero no lo ha hecho. Y ha resistido hasta, en la última semana, remontar hasta los primeros puestos.
Los grupos empresarios apoyan a Fillon porque promete reducir el gasto público al 49% del producto interior bruto en 2022, lo que supondría un ahorro de 100.000 millones de euros en cinco años. Propone reducir las prestaciones por desempleo, recortar los empleos públicos en medio millón y suprimir la semana laboral de 35 horas. Y a este apoyo hay que añadirle que, tras el atentado terrorista del jueves, ser el candidato con mayor experiencia en el Gobierno puede hacerle sumar votos.
"El terrorismo surge como un asunto de campaña. Servirá a Le Pen para que frene su caída en las encuestas y para reforzar la estatura presidencial de Fillon", ha asegurado a Efe el investigador de SciencePo Vincent Martigny. Para Jean Chiche, doctor en estadísticas matemáticas y especialista en el comportamiento electoral y las elecciones, también se verán reforzados los candidatos considerados más "autoritarios", como Le Pen y Fillon, aunque lo más destacado será el impacto en la participación. "Subirá el índice de participación. Habrá más votantes que se decidirán a ir a las urnas por la necesidad de hacer algo" ante el atentado, asegura Chiche.
De acuerdo con la última encuesta publicada este viernes, la participación en la primera vuelta del 23 de abril tiende a aumentar y está en torno al 73%, con una abstención del 27%. Se reduciría, por tanto, el factor sorpresa vinculado a la baja participación, que suele favorecer a candidatos minoritarios o menos esperados como es el caso del izquierdista Jean-Luc Mélenchon.
Mélenchon ya ha conseguido su propio triunfo: muy pocos sabían quién era hasta que, hace unos días, empezó a subir y subir en la intención de voto. Famoso por sus hologramas, rey de las redes sociales, su candidatura ha crecido tanto que se ha llegado a hablar de un cara a cara con la ultraderechista Marine Le Pen en segunda vuelta. Mélenchon se presenta a las elecciones al frente del movimiento 'Francia Insumisa' y su admiración por los difuntos Fidel Castro y Hugo Chávez junto a sus declaraciones a favor de organizaciones como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) le han granjeado numerosas críticas y acusaciones de que pretende exportar el modelo castrista y chavista a Francia, algo que ha refutado tajantemente. En materia económica, su gran apuesta es un paquete de 100.000 millones de euros que destinará a proyectos sociales, incluida la construcción de viviendas, así como a proyectos medioambientales, especialmente encaminados a las fuentes de energía alternativas y el fin de la energía nuclear.
Y puede que, a estas alturas del texto, echen en falta a alguien. Nada más y nada menos que al candidato socialista. Sí, ese partido que actualmente está en el poder. Son pocos los que apuestan por Benoît Hamon, que, al contrario de Mélenchon, no ha parado de perder apoyos. En la última encuesta difundida por Ipsos, se sitúa en el 7,5% de los sufragios, y los seis candidatos restantes no obtendrían más del 5%. Hamon nunca llegó a convencer. Ni siquiera a los suyos, como Valls, que brindaron su apoyo públicamente a Macron.
Son ellos los cuatro —cinco— candidatos que más opciones tienen, pero si algo ha aprendido el mundo tras el Brexit o la victoria en EEUU de Donald Trump, es que las encuestas no siempre aciertan. Y esta vez directamente no son capaces ni de predecir entre qué dos candidatos anda el juego.