"Érase una vez una niña que nació en un barrio popular de Madrid". Así comenzaba Ana Belén a contar "su historia" después de recibir el Goya de Honor por toda su carrera. Ante las atentas y emocionadas miradas de su hija, Marina San José y de su marido, Víctor Manuel, la actriz y cantante comenzó a agradecer a todas las personas que la han ayudado tanto en su carrera profesional como en su vida personal. Desde una de sus maestras del colegio, Paquita, hasta el dramaturgo Miguel Narros, al que conoció siento todavía una adolescente, cuando según ella "empezó lo bueno".
Gracias a Narros se adentró en el teatro, el lugar donde comenzó a entender el sentido de la interpretación. "Sirve para hacer preguntas aunque no se tengan las respuestas, para entender la vida y la gente que nos rodea, para comprender mejor a los demás y ser más tolerante", declaraba la homenajeada que escogió para la ocasión un diseño de Delpozo.
Roberto Bodegas, Pilar Miró, Fernando Trueba... Fueron muchos los nombres que Ana Belén quiso destacar en su discurso, y como no podía ser de otra forma, el de su marido y "compañero" Víctor Manuel. "Sin ti la vida hubiese sido muy diferente e infinitamente peor", dijo la actriz visiblemente emocionada, que agradecía a su familia ser "el ancla" que la sujeta a la tierra.
Durante su intervención —concisa, elegante, emotiva y mucho menos tediosa que la de algunos de sus predecesores— Ana Belén tuvo tiempo para reivindicar la dignidad y el valor de su profesión. Una profesión, según ella, amenazada por la "precariedad laboral" y en la que las mujeres continúan teniendo un papel secundario. "Dicen que estamos mejor que hace cincuenta años. Hombre solo faltaría", denunció Ana Belén en los momentos finales de su discurso. Lo terminó con un deseo: "Salud y trabajo para esta profesión, que no se merece tanto desprecio de sus gobernantes".