José María y Mariano: la historia de un divorcio
A última hora de la tarde del 29 de agosto de 2003, el entonces jefe del Ejecutivo, José María Aznar, llamó a su despacho a Mariano Rajoy. Frente a frente. “Presidente, prefiero que no me digas lo que intuyo que me vas a decir. Pero quiero que sepas que siempre te estaré agradecido. Nunca olvidaré que me has hecho cinco veces ministro y, además, vicepresidente del Gobierno. Con esto, todas mis aspiraciones políticas están más que colmadas”, le dijo el gallego.
Aznar le contestó: “Gracias, pero te lo voy a decir. Creo que tú eres la persona adecuada”. Su nombre era el que estaba apuntado en el cuaderno azul. Llegaba el momento de la sucesión. Así lo recordaba el expresidente del Gobierno en su libro de memorias. “A Mariano se le veía muy contento y, lógicamente, también abrumado. Me dijo que aceptaba el encargo y yo sólo le pedí que de momento no le comentase nada a nadie”, rememoraba en aquellas páginas.
El sábado fue citado otra vez en La Moncloa en otra reunión a la que asistieron los otros dos favoritos, Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja, y también Javier Arenas, el encargado de organizar el partido para esa transición. Escucharon todos el veredicto y comieron en el jardín. Aznar aprovechó para hacer dos llamadas: al rey y a Manuel Fraga. ¿Por qué el elegido era el gallego? “Por el interés de España”, siempre ha comentado Aznar, quien vio en Rajoy un perfil más templado para afrontar la cuestión territorial y las negociaciones con los nacionalistas.
Aquel fin de semana determinante para la historia del PP concluyó el domingo en otro escenario: la finca toledana de Quintos de Mora. Aznar y Ana Botella invitaron a Rajoy y a su esposa, Elvira Fernández, para hablar tranquilamente sobre lo que implicaba el cargo de líder del PP y previsible presidente del Gobierno. “Yo quería trasladarle a Mariano cercanía y tranquilidad porque él y yo no habíamos sido amigos como lo éramos algunos otros de la misma generación política del PP. Además, yo era consciente, porque lo había vivido con Fraga, de que todas las sucesiones son difíciles. Por eso le insistí mucho a Mariano en que a partir de ese momento debía hacer las cosas a su aire, a su manera”, relataba.
DEL "AZNARISMO" AL "MARIANISMO"
Pues bien, trece años más tarde ese “aire” y esa “manera” han acabado en un sonado divorcio, en una carta de Aznar dejando la Presidencia de Honor del PP, rechazando participar en el próximo congreso de febrero y limitando su papel a la de mero militante.
La operación de Aznar no salió como esperaba tras los atentados del 11-M y la victoria inesperada de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE). El PP pasó de manera brusca a la oposición, con buena parte de la sociedad española indignada por la participación en la guerra de Irak y con la sensación de que su Gobierno le había mentido sobre la autoría del atentado más trágico de la historia del país. Los populares sacaron su cara más dura, se lanzaron al cuello contra el PSOE con la teoría de la conspiración y el “España se rompe”. La corte de Rajoy la formaban entonces Eduardo Zaplana, como portavoz en el Congreso, y Ángel Acebes, ‘número dos’ en el PP. Un equipo marcado, que volvería a ser superado por el PSOE en 2008 con bastante diferencia.
El 14 de marzo de 2008, Rajoy era la imagen de la derrota en el balcón de la calle Génova. Intentaba guardar la compostura, pero todo indicaba que era una despedida, especialmente por el rostro de su esposa. También muy alicaídos le acompañaban Manuel Pizarro, Soraya Sáenz de Santamaría y Ángel Acebes.
Sus rivales afilaban los cuchillos. Pero empezó la leyenda de la piel de elefante de Rajoy, como diría Angela Merkel. Pensó, pensó. Y le salió la constancia de estudiante de oposiciones. Entre bambalinas empezaron a moverse dos nombres, muy ligados a Aznar: Esperanza Aguirre y Juan Costa. Entonces, de cara al congreso de Valencia de junio de 2008, Rajoy decidió desprenderse del ‘aznarismo’. Los dos llegaron ya enfrentados, con maniobras en la sombra del expresidente para echarlo de su puesto.
Se hizo patente el ‘marianismo’. Rajoy consiguió controlar a Aznar y los suyos y aupó a su joven y flamante guardia pretoriana: María Dolores de Cospedal como ‘número dos’ en el partido y a Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz en el Congreso. Los dos mundos populares se distanciaban para siempre. En aquellos días se escuchaba a Francisco Álvarez Cascos llamando “novicia” a la de Valladolid.
AZNAR, GUARDIÁN DE LOS PRINCIPIOS DEL PP
Para conseguir triunfar ante el aznarismo, Rajoy se apoyó en algunos de los barones más poderosos, especialmente el valenciano Francisco Camps, que soñaba con ser el delfín de si volvía a caer en otras elecciones. Otro de sus sustentos fue Javier Arenas, el único que ha sobrevivido a todos los cambios del partido y que consigue suscitar buenas palabras en casi todos los bandos. Y Rajoy empezó desde ese año a ser Rajoy, eliminando sin flashes y a su manera a sus rivales. El enfrentamiento ya era evidente. Rajoy tuvo que escuchar en el discurso de Aznar una cerrada defensa a las víctimas del terrorismo y especialmente a María San Gil y José Antonio Ortega Lara -dos personas muy críticas con el trato dado por el líder- y luego sufrió el plantón. Por la tarde, el expresidente no acudió a la intervención de su sucesor. Acuñaba entonces el concepto de “apoyo responsable”.
Aznar y los suyos sentían que Rajoy no defendía con vehemencia los principios del partido y se alejaba del ideario popular. Los marianistas sentían que Aznar atacaba por no sentirse bien tratado, por su ego, por su ganas de influir en la política del PP. Y muchos en el partido pensaban que algunos barones le apoyaban esperando otra rápida sucesión.
Rajoy emprendió el vuelo liberado de casi todo el aznarismo. A lo largo de estos años han ido cayendo por escándalos políticos las personas que protagonizaron aquella época. Todas se han quejado del trato recibido. Álvarez Cascos acabó fundando un nuevo partido en Asturias; Jaime Mayor Oreja decidió abandonar su puesto en la Eurocámara tras sus desencuentros por la política contra ETA; Jaume Matas vive en los tribunales por el caso Nóos; Rodrigo Rato ha caído en el infierno de la Audiencia Nacional por el caso Bankia y las tarjetas black…
AZNAR NO PARA... NI CON MAYORÍA ABSOLUTA
Al final Rajoy consiguió en 2011 lo que muchos creyeron que no verían: la victoria electoral. Y con el mejor resultado de la historia del PP, en plena crisis económica. ¿Paz interna? Aznar y los suyos tampoco se callaron. Entre sus principales críticas durante la pasada legislatura, la subida de impuestos, la actuación ante el desafío soberanista catalán, la política sobre el final de ETA (las víctimas se sintieron abandonadas tras el fin de la doctrina Parot) y la gestión más tecnocrática que política. En Moncloa nunca entendieron que en un momento tan duro para España el sector más duro del PP cargara contra su Gobierno.
No ha parado quieto Aznar. Apareció por sorpresa en el Comité Ejecutivo que analizó los resultados del 20-D un día después. Allí pidió al líder que convocara ya un congreso “abierto”. Poco antes había alertado de los “cinco avisos” dados por los españoles al PP: los comicios europeos, andaluces, municipales, autonómicos y catalanes. Por ello, solicitaba una “reflexión” a todo el partido ante Rajoy.
En estos meses de inestabilidad política, Aznar ha echado leña al fuego. En marzo, en un acto de homenaje a Mario Vargas Llosa, el expresidente soltó ante Rajoy que se necesitaban “nuevos liderazgos”. Lo hacía en unos convulsos días en los que Rajoy había rechazado presentarse a la investidura y que en conversaciones privadas del PP se hablaba de la posibilidad de que fuera otro candidato y hasta se daban nombres para la sucesión de Rajoy. Además, lo decía delante de José Manuel García-Margallo, que se perfilaba como una vía alternativa.
Otro dardo en la cara ha sido la desvinculación de Faes del PP, que le ha servido a Aznar de excusa para renunciar a la Presidencia de Honor. Desde la fundación también se criticó la política de la vicepresidenta respecto a Cataluña. Y, como puntilla, Aznar se pronunció tras el fallecimiento de Rita Barberá, "habiendo sido excluida del partido al que dedicó su vida". "Lamento que haya muerto antes de ver archivada la causa abierta contra ella y, con ello, restablecido el buen nombre que para mí siempre tuvo", dijo en un comunicado.
Si aquella tarde del 29 de agosto de 2003 Rajoy y Aznar sellaron la sucesión, este 20 de diciembre de 2016 han firmado el divorcio.