¿Quién fue Gaëtan Dugas? El mito del paciente cero del SIDA
"Su boca se convertía fácilmente en una sugerente sonrisa y su risa podía inundar de color una habitación en blanco y negro. Compraba sus ropas en las mejores tiendas de París y Londres. Pasaba sus vacaciones en México y las playas del Caribe. Los americanos se rendían a su suave acento quebequés y a su magnetismo sensual". Así describió el periodista Randy Shilts a Gaëtan Dugas en su libro And the band played on.
Así contribuyó el también activista gay a convertir a ese joven auxiliar de vuelo canadiense en el paciente cero de la epidemia de SIDA en los Estados Unidos y a extender la creencia errónea de que es una "enfermedad gay". La genética acaba de redimir a Dugas de la acusación que ha pesado sobre él durante décadas, una acusación sorda ante las voces científicas que, durante los últimos años, han sostenido que era imposible que un solo hombre hubiera expandido la enfermedad por todo el país.
Si la teoría equivocada sobre Dugas ha resistido tanto es quizás porque en un primer momento tuvo, al menos aparentemente, base científica. Todo había empezado antes del libro de Shilts. Cuando éste se publicó en 1987, ya hacía tres años que el paciente había muerto en Quebec, por una insuficiencia renal y complicaciones derivadas de VIH. Ya en su lecho de muerte, Dugas había pasado de ser el hombre más deseado por la comunidad gay estadounidense a ser el enfermo más odiado por la sociedad en su conjunto.
La razón de ese cambio profundo en la percepción pública de Dugas — que pasó de ser objeto de deseo a generar rechazo— fue un artículo publicado en 1984 en The American Journal of Medicine. Y la equivocación que cundió en torno a esa pieza. Estaba firmada por los doctores Auerbach, Darrow, Jaffe y Curran, miembros del Centro para el Control de Enfermedades Infecciosas de Atlanta. Habían viajado por Estados Unidos con el fin de descubrir la ruta del SIDA en su frenética expansión por el país.
LA LETRA QUE LE HIZO CULPABLE
Se entrevistaron con miles de enfermos, cuyos testimonios sirvieron para identificar por primera vez el papel de las relaciones sexuales en el contagio del virus. El nombre de Dugas salió a relucir varias veces en sus conversaciones con los pacientes. Los investigadores no desvelaban su nombre en el estudio, pero abundaban, ya desde la sinopsis de su artículo, en el papel clave que el canadiense pudo jugar en el viaje del SIDA desde África a las dos costas estadounidenses:
"Cuatro de los pacientes del sur de California tuvieron contacto con un paciente de SIDA de fuera de California, quien también fue pareja sexual de cuatro enfermos del virus en Nueva York". El patrón estaba ahí y, para poder trazarlo de una manera rápida para la vista, los doctores de Atlanta utilizaron abreviaturas. Los enfermos de Los Ángeles se codificaron como LA y el número que les correspondiese en función de su tiempo con el virus; de la misma manera, los pacientes de Nueva York quedaron ocultos tras el código NY-1, NY-2, etcétera.
Ese "paciente de SIDA de fuera de California" que los doctores mencionaban también fue clasificado y recibió la O de outside(fuera). Esa misma "O" que, cuando el estudio llegó a los medios y la sociedad, quedó convertida en un "0". El resistente mito del Paciente Cero acababa de echar a andar.
"El hombre que nos trajo el SIDA". Portada de The New York Post
Todo cuadraba con la magia del post hoc ergo propter hoc, la falacia de la causalidad. Gaetan Dugas era auxiliar de vuelo y había viajado por el mundo, así que él pudo portar la enfermedad de un aeropuerto a otro, de una ciudad a otra, de país en país. Gaetan Dugas era un hombre gay joven y atractivo, que disfrutaba del esplendor de su sexualidad. Gaetan Dugas era un asiduo de los clubes y los baños de Nueva York, San Francisco, Los Ángeles y otras ciudades en los que miles de homosexuales contrajeron la enfermedad a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta. Gaetan Dugas reconoció haber tenido más de 2.000 parejas sexuales y haber ignorado que sufría Sarcoma de Kaposi, una dolencia cancerígena provocada por la interacción entre el SIDA y el virus herpes humano.
LA SECUENCIA QUE LE HA EXONERADO
Gaetan Dugas era culpable. Excepto porque no lo era. Ni sus viajes por el mundo, ni su voracidad sexual, ni su inconsciencia respecto a lo contagioso de la enfermedad, ni siquiera su papel acreditado en la expansión del SIDA durante varios años son suficientes para señalarle científicamente como el Paciente Cero del virus. Porque el término 'paciente cero' implica origen y multiplicación y Dugas no era el primer paciente de VIH ni fue el único que contribuyó a su propagación, en una sociedad ignorante aún de las extremas capacidades contagiosas de la dolencia.
Estos argumentos ya se habían manejado y el libro de Shilts que retrataba al canadiense poco menos que como una bomba de contagio andante ha sido ampliamente criticado por su sesgo, su falta de empatía y su carencia de una mirada de paciente que ayude a entender por qué aquellos primeros enfermos se comportaron como lo hicieron. Pero no habían sido suficientes para librar a Dugas —cuya historia es también una metáfora del estigma que ha supuesto y sigue suponiendo el SIDA — del sambenito que le colgaron una equivocación y el deseo de encontrar culpables.
Es la genética la que ha liberado definitivamente a Dugas. El VIH había estado circulando por Estados Unidos al menos desde 1970, momento en el que llegó del Caribe después de que la enfermedad viajase desde África. Esa es la conclusión de un artículo publicado en octubre en Nature, que ha analizado la huella genética de varios miles de muestras de sangre con una antigüedad de hasta cuarenta años.
La investigación, dirigida por el historiador Ricard McKay y el biólogo evolutivo Michael Worobey ha hallado que la cadena genética del virus analizado en esas muestras presenta muchas similaridades con las que se han encontrado en Haití, pertenecientes a los años setenta. Pero no son exactamente iguales, lo que indica que el virus viajó y mutó de manera autónoma por los Estados Unidos desde al menos los setenta. Los científicos que una década después comenzaron a estudiar el virus no tenían conocimiento aún de que puede tener una incubación de hasta diez años en el organismo, hasta hacerse visible.
Pero el estudio de McKay y Worobey ha descubierto algo más. Entre las miles de muestras analizadas, había sangre de Gaetan Dugas. Y la secuencia genética del virus que acabó con su vida es diferente a la del resto de muestras. Es decir, que el joven auxiliar de vuelo canadiense sólo era una víctima más de una enfermedad imparable en aquellos días.