Juncker: "No soy un fan de la austeridad"
Llega a Madrid el presidente de la Comisión Europea, el conservador Jean-Claude Juncker, en busca de apoyos a su plan de estímulo fiscal. Ya que encuentra resistencias en los países del norte, espera algo más de entusiasmo en los del Sur. Y de paso confirma el giro en la Comisión: se acabó la época de la austeridad, bienvenidos a la de la flexibilidad. En esta reinterpretación de los planes de estabilidad que pesan como una losa sobre países como España, cuenta con hechos que le avalan: su papel clave en el aplazamiento de la multa a España por incumplimiento de objetivos de déficit.
"No soy un fan de la austeridad", dice en un encuentro reducido con periodistas españoles al que asiste El Huffington Post. “En ausencia de gobierno para la zona Euro, tenemos normas, y éstas deben cumplirse. Pero su interpretación, bajo esta Comisión, es ahora diferente, y ello nos está costando duras críticas de los países del norte: nos llaman blandos y poco exigentes… Yo me siento más próximo a la sensibilidad del Sur frente al Norte en este debate”, asegura Juncker.
Este jueves se ha reunido hoy con “su buen amigo” Rajoy, con el rey y con la presidenta del parlamento, Ana Pastor: todo un gesto de reconocimiento de la nueva situación política española, con unas Cortes más protagonistas que nunca. Juncker dice que no le preocupa el presupuesto que Moncloa debe pactar primero y enviar después a Bruselas, y alaba la solidez del crecimiento económico español.
Su visita se produce horas después de la de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo. ¿Casualidad? Puede. O quizás no: ambos defienden que la política monetaria por sí sola no puede ahuyentar el riesgo de japonización de la economía Europea (la comisión prevé un crecimiento del 1,5 en la eurozona en 2017). Y por eso Juncker quiere aumentar su Plan de Inversiones hasta 2020 por un total de 500.000 millones de euros, y probar una nueva medicina: un plan de estímulo fiscal de los países que están en buena forma que aumente la inversión pública y espabile el mortecino crecimiento económico en la eurozona.
Para ello tiene que convencer a los países que pueden permitírselo, como Alemania u Holanda. Y no le va a resultar fácil: el ministro de finanzas holandés y presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ya ha criticado duramente esta propuesta de Juncker y le ha recordado la que primera responsabilidad de la Comisión es mantener el pacto de Estabilidad. El luxemburgués pierde además a un buen aliado, Martin Shultz, que deja el parlamento europeo para optar a la cancillería alemana.
Sobre los nubarrones que se ciernen sobre Europa, a Juncker no le preocupa tanto el auge de los populismos, sino su efecto contagio sobre los partidos tradicionales. "Ese es el peligro real; que adopten ese discurso único. Si imitan a los populistas, los ciudadanos acaban votando el original, no la copia. Los matices son inaudibles." Pero considera que no es solo la austeridad, sino la respuesta a la inmigración, lo que está alimentando ese discurso. Y lamenta que los europeos estén perdiendo su capacidad de ponerse en la piel del otro, de entender su drama. Sobre Turquía y sus amenazas de abrir las fronteras para dejar de ser barrera de contención de los refugiados, está convencido de que Erdogan no lo hará, "porque nos necesita". "Quienes se oponen al pacto migratorio con Turquía tampoco ofrecen ninguna alternativa. Eso sí, tenemos que organizarnos mejor internamente, reactivar los instrumentos de solidaridad... y esto afecta también España".