Francia se inclina a la derecha: por qué son importantes las primarias de este domingo
El 23 de abril de 2017 se celebrarán las elecciones presidenciales en Francia y, a estas alturas, hay un aluvión de incógnitas que no se deben pasar por alto. El más importante: el alcance de la candidatura de la xenófoba Le Pen y su Frente Nacional, que se presenta ahora como partido “presidenciable”, o los efectos de la inmigración y de los atentados que han sumido al país en un estado de alarma que no cesa.
A ocho meses vista para la cita electoral ya hay una certeza: la derecha volverá a gobernar. Estos días, ante las primarias del partido republicano -de centro-derecha-, se ha extendido un titular: el próximo presidente de Francia se va a decidir en las primarias que este domingo celebran su segunda vuelta. Se da por hecho el papel meramente testimonial que desempeñarán los socialistas, a los que las encuestas no otorgan el paso a la segunda vuelta, y, por tanto, el duelo entre el ganador de este 27 de noviembre -François Fillon o Allain Juppé- y Le Pen decidirá el próximo inquilino del Elíseo.
Los resultados de la primera vuelta de las primarias de los de centro-derecha han arrojado varios titulares sorprendentes. Las encuestas han vuelto a fracasar, puesto que el duelo entre Sarkozy y Juppé que auguraban los analistas se ha visto frustrada por la irrupción de un tercer candidato en discordia, François Fillon, a quien la prensa no había tenido en cuenta hasta la última semana de campaña y que ahora es el claro favorito.
Los dos candidatos: Juppé (izquierda) y Fillon (derecha)
El perfil de Fillon no es el de un candidato cualquiera. De hecho, es al que más teme Le Pen, consciente de que sus ideas -pertenece al ala más conservadora del partido, promete reducir el gasto público, alargar la jubilación y prohibir la adopción a los matrimonios homosexuales, además de establecer cuotas a la inmigración- pueden hacer que el electorado se decante por el primero. Juppé, con un discurso menos rupturista que su oponente en las primarias -no ha ocultado sus grandes diferencias con él sobre los modelos sociales, de empleo público o de seguridad- era el preferido de la líder del Frente Nacional, consciente de que las diferencias entre ambos podrían beneficiarla.
De lo ocurrido el pasado domingo también es destacable el fracasado retorno de Sarkozy, quien al final convirtió la cita con las urnas en un referéndum sobre su persona. Al final la militancia le despachó antes de lo que él nunca se hubiera imaginado. Salió por la puerta de atrás.
Para los socialistas las cosas no están mucho mejor que para Sarkozy. Hollande, cuyos niveles de aprobación están por los suelos, no anunciará hasta el próximo 10 de diciembre si luchará o no por la reelección. Mientras, en su propio partido ya van aclarando que, si se presenta, no se lo pondrán fácil. Su hasta ahora fiel aliado y joven ministro de Finanzas, el liberal Emmanuel Macron ya se ha postulado y su primer ministro, Manuel Valls, ha asegurado estar “listo para dirigir el combate de 2017”. Pero a ninguno de ellos las encuestas le dan un resultado esperanzador, capaz de superar la primera vuelta en abril de 2017. De ahí que no sea descartable un escenario como aquel de 2002, cuando los socialistas perdieron en primera vuelta y pasaron a dar su apoyo a Jacques Chirac frente a Jean-Marie Le Pen.
Marine Le Pen junto a su padre Jean-Marie Le Pen en una imagen de archivo
Así, si todo sigue como hasta ahora, parece que lo que sucederá finalmente está claro: un enfrentamiento entre la extrema derecha -con piel de moderada- encarnada por Le Pen y un candidato que ha adoptado parte del discurso del Frente Nacional para plantarle cara. Si las encuestas esta vez no fallan, el próximo presidente de Francia será de la derecha. La incógnita que queda por resolver es si es más o menos radical.