"Perdí mi identidad": El peligro de la violencia de control entre los jóvenes
Es el duro testimonio de Susana, una estudiante de Medicina que ahora tiene 23 años pero que, desde los 16 hasta los 18, pasó por una de las peores experiencias de su vida. Su exnovio la maltrató. La humilló, le arrebató su identidad, la insultó e incluso la coaccionó para tener relaciones sexuales. La violación en pareja existe entre los jóvenes y es una de las últimas manifestaciones de una violencia que viene desde mucho antes, que es más difícil de identificar y que actualmente está aumentando entre los españoles. "Ha habido una especie de velo con el que parecía que habíamos alcanzado la igualdad y no es así, además no hay un perfil ni de maltratada ni de maltratador", asegura a El Huffington Post Breatriz Bonete, presidenta de Stop Violencia Sexual.
Es la primera vez que Susana cuenta su historia a alguien que no sea su psicóloga. Ni siquiera sus amigas o su familia podía imaginarse por aquél entonces que estaba siendo maltratada. Ni siquiera ella. Se enamoró con 16 años del "hombre perfecto": "Simpático, comprensivo, respetuoso y con sentido del humor". "Pero ya desde el principio de la relación me vio lo bastante inmadura - él tenía 20 años- para manipularme psicológicamente".
Un estudio elaborado por el Centro Reina Sofía en 2015, refleja que más del 80% de los adolescentes afirma conocer o haber conocido algún acto de violencia de género en parejas de su edad. "Sé más femenina, no digas palabrotas, no te vistas así que pareces una heavy, qué haces escuchando esa música...", eran algunos de los hirientes comentarios cotidianos que le hacía a Susana su pareja. "Añadía entre risas que no iba en serio y lo compensaba halagándome en otros momentos", cuenta. Poco a poco, Susana fue adaptando su ser a sus gustos, "por el bienestar que me producía que se sintiera complacido conmigo y me aprobara en sus comentarios".
Nueve de cada diez adolescentes reconoce haber ejercido violencia psicológica. Como señala la politóloga Elisa Jara, parece difícil imaginar que jóvenes de una generación mucho más sensibilizada que las anteriores con la violencia de género puedan pasar por esta pesadilla. Pero Susana no es la única. En los últimos años está aumentando este tipo de violencia que pasa más desapercibida. A Susana nunca le pegaron. "En las agresiones en pareja, al maltratador no le hace falta utilizar la violencia física", explica la presidenta de Stop Violencia Sexual, "tenemos la idea de que el chico que maltrata es un monstruo, pero no nos damos cuenta de que puede ser un hombre totalmente normal". Se trata de una violencia de control o de posesión que ha aumentado debido a los estereotipos de género arraigados entre los jóvenes.
¿A QUÉ SE DEBEN ESTAS ALARMANTES CIFRAS?
A pesar de que la mayoría de los jóvenes rechaza la violencia machista, no están exentos de la misma. Al contrario, la sociedad que les rodea -medios de comunicación, literatura, cine o televisión...- consiente que normalicen algunas pautas peligrosas relacionadas con los estereotipos de género. El porcentaje de jóvenes de 16 a 19 años que han tenido pareja en algún momento y que ha sufrido violencia de control entre 2014 y 2015 asciende al 25%, mientras que la media de toda la población es del 9,6%.
En el estudio del Centro Reina Sofía ¿Fuerte como papá?, ¿Sensible como mamá? queda reflejado que la mayoría de los jóvenes definen a las chicas como "sensibles y tiernas", "preocupadas por su imagen" o "responsables y prudentes", mientras que los chicos destacan por ser "dinámicos y activos", "independientes", "posesivos" y "celosos".
Prácticamente el 60% de los adolescentes coinciden con que el chico debe proteger a su chica y casi uno de cada tres normaliza los celos en esta situación. Susana fue uno de estos adolescentes: "Se aseguró de que yo creyera que él era la única persona en la tierra que podía apreciar mis virtudes. El resto de hombres, si me querían, era exclusivamente para tener sexo", señala. La joven eliminó de su vida todo contacto con otros chicos. "Me comprometí a mandarle cada conversación de Whatsapp para que viera que no tenía nada que ocultarle". Su novio fue abarcando todos los aspectos de su vida personal: "Los comentarios negativos sobre mis amigas, mis amigos y hasta mi profesor de academia, eran algo cotidiano y yo inconscientemente creía, o quería creer, que esas ideas habían salido de mí misma y simplemente estaba en un proceso de depuración de gente innecesaria". "Me daba cuenta de que mi estado era lo opuesto a ser feliz, pero no me sentía capaz de dejarle y me daba pavor verme expuesta al mundo del que, con tanto interés, él pretendía protegerme", lamenta.
"Perdí mi identidad, cambié desde las opiniones sobre la vida, la política, mis gustos, mi forma de vestir, y hasta mis proyectos vitales, me ridiculizaba cuando quería expresar cualquier cosa que no concordara con sus propias concepciones", concluye Susana.
TICS, REDES SOCIALES Y MÓVILES: LOS MECANISMOS MÁS FÁCILES DE CONTROL
Entre los adolescentes de hoy en día, las redes sociales y los móviles son espacios esenciales dentro de una relación consolidada. A su vez, son las vías más fáciles de control y posesión que tienen. Los jóvenes tienen teléfonos móviles a temprana edad y tienen contacto constante unos con otros. El hecho de que en la sociedad haya estereotipos machistas también se refleja en las nuevas tecnologías. Estas se pueden utilizar para limitar libertades y derechos, controlar, ciberacoso, grabación y distribución de imágenes... Además, ayudan a mantener el anonimato de los agresores, como destacan en el Informe de Violencia de Género de 2015 de la Unión Sindical Obrera(USO).
Un 25% de las adolescentes admiten que han sufrido a veces, a menudo o muchas veces, control a través del móvil por parte de su novio o exnovio, según el estudio La evolución de la adolescencia española sobre la igualdad y la violencia de género. Es el caso de Paula, de 21 años y estudiante de Historia del Arte. Quiere ser profesora. Con 16 años su novio también la maltrató, la gritó, la controló y la violó. Hoy cuenta su historia también por primera vez y, aunque todo esté superado, utiliza un nombre falso a cambio de sincerarse.
"Lo primero fue la ropa, me decía lo que me tenía que poner y lo que no... Una noche me dijo que no me tenía que poner un vestido porque me iban a mirar muchos tíos y le iba a tocar pegarse con alguno. El día de mi cumpleaños tuvimos una bronca porque fui a saludar a un DJ que conocía y se enfadó", relata, "me fui llorando de la discoteca". Esa misma noche fueron a un hotel pero a ella no le apetecía acostarse con su novio. "Me puse el pijama y él trataba de quitármelo diciendo que no me había pagado un hotel por mi cumpleaños para eso". No era la primera vez que le pasaba esto: "Lo de acostarnos era casi siempre así... Hasta el punto de liarse a puñetazos contra la pared porque no me apetecía hacerlo".
"No se fiaba de mis amigas, me 'quemaba' el móvil cuando salía con ellas preguntándome dónde estaba, con quién, qué hacía, por qué no le contestaba al momento... Un día que tomaba algo con unos amigos me llegó a escribir que me fuese a casa, que era tarde. Me hacía ver que sin él yo no era nadie", cuenta.
¿POR QUÉ NO SE DAN CUENTA?
Las dos jóvenes coinciden en una cosa: posiblemente esto les pasase por desconocimiento y normalización de estos comportamientos. "El motivo por el que no podía imaginarme en su momento lo que estaba viviendo era la idea que tenía de adolescente sobre el maltrato", opina Susana, "un hombre malo, hostil, deplorable, que pega a su mujer por no hacerle la cena". "Era imposible que pudiera reconocerlo en ese momento. Pues, aun habiendo cosas que obviamente consideraba dañinas para mí, había otras posiciones en las que me sentía querida".
Bonete señala que las chicas jóvenes tienen "poco mecanismos para identificar esta violencia". No ha sido hasta años después, cuando Susana ha entrado en contacto con el feminismo, cuando le ha podido poner un nombre más apropiado.
El programa de igualdad de oportunidades ha disminuido un 61% desde 2010, según un informe de la USO. El presupuesto de la delegación del Gobierno para la violencia de género, que gestiona el programa de prevención contra la violencia machista, estaba previsto que en 2016 emplease 6 millones de euros. En 2010 era de 6,5 millones. No hay partida específica de Igualdad en la Educación, a pesar de que la ley integral obliga a incluir la igualdad en programas y materiales educativos.
"Estoy convencida de que es necesario educar en la prevención de este tipo de personas, pues ese patrón de relaciones de pareja, especialmente en los jóvenes, se repite constantemente y sé de buena mano que es imposible identificarlo si has sido educado en una idea de maltrato tan polarizada", denuncia Susana. "Para llegar a la situación que todos conocemos de maltrato, hay un proceso largo y profundo. Por eso, cualquiera que lea este tipo de historias sin identificarse pensará que no le puede pasar, pero no es así".