Guía para cargarte al líder de tu partido

Guía para cargarte al líder de tu partido

EFE

Lo de intentar matar al líder no es algo nuevo, aunque esta semana la virulencia de lo que está pasando en el PSOE tenga a tanta gente desconcertada, quizá porque incluso quienes critican despiadadamente a los socialistas no se imaginan a un país sin el PSOE. Con sus aciertos, con sus banderas y símbolos, con sus renuncias, cesiones e, incluso, traiciones. Pero lo que está ocurriendo es de lo más normal. “Como nos contaba Maravall en La confrontación política, casi la mitad de los presidentes de Gobiernos o primeros ministros de democracias parlamentarias desde la II Guerra Mundial han caído mediante el proceso tradicional de apuñalamiento por parte de sus compañeros de partido o socios de coalición”, relata el politólogo Pablo Simón. Si eso ocurre estando uno en el poder, ¿qué no puede ocurrir cuando eres el líder de un partido cuyo apoyo electoral está en un mínimo histórico?

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Foto:EFE

Conspiraciones hay para todos los gustos, pero el poder de un líder empieza a torcerse sobre todo cuando se empieza a notar el tufillo de la derrota. Si no, que se lo digan a Margaret Thatcher. La dama de hierro, que había reventado el poder de los sindicatos y había acabado con la hegemonía política y cultural del laborismo británico desde la II Guerra Mundial, se encontró un buen día con que sus compañeros la querían echar porque se había empecinado con poner un impuesto universal, el poll tax, que estaba indignando incluso a los votantes conservadores. Tanto discurso grandilocuente y tan mano dura no le sirvieron de nada: en su grupo parlamentario le montaron una moción de censura y, debilitada, abandonó el cargo y fue sustituida por John Major en 1990.

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Foto:REUTERS

¿Y qué decir de Willy Brandt, que siempre pensó que detrás de su caída como canciller de Alemania, tras la revelación de que su secretario personal era un espía de la Alemania Oriental, estaba la complicidad de algunos compañeros del Partido Socialdemócrata, en especial del dirigente Herbert Richard Wehner? ¿Y Adolfo Suárez, que cuando los zarpazos de la crisis y de la inestabilidad política eran más fuertes a principios de los ochenta sintió el peso de la soledad y el abandono de un partido, la UCD, en donde cada familia política (reformistas del franquismo, liberales, demócrata-cristianos y socialdemócratas) iba a lo suyo y le segaba la hierba bajo de los pies.

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Foto:EFE

Hace una semana, el líder laborista Jeremy Corbyn, derrotó definitivamente el intento de golpe de estado interno que puso en marcha su propio grupo parlamentario. A Corbyn, un viejo izquierdista de toda la vida, sus compañeros diputados, la mayoría mucho más afines a Tony Blair y Gordon Brown, no le perdonaban que hubiera ganado las primarias abiertas de 2015 y hubiera dado un giro a la izquierda al partido. Así que utilizaron como pretexto los datos en las encuestas, que no pintaban excesivamente bien, y el resultado del Brexit, donde mucho votante obrero de los viejos feudos laboristas votó por salir de la UE, para montarle una moción de censura en el grupo parlamentario (172 en contra de Corbyn frente a 40 a favor). Lo que ocurre es que eso no basta para echar a un líder laborista si él se mantiene fuerte. Se convocaron de nuevo unas primarias abiertas a militantes y simpatizantes. Y Corbyn arrasó.

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Foto:REUTERS

Dice Pablo Simón que lo que ocurrió en el caso del laborismo británico -y está ocurriendo en el PSOE- es una especie de “conflicto de legitimidades”. Hasta hace bien poco, los partidos europeos se organizaban en torno a mecanismos democráticos representativos (el militante elige al delegado y el delegado elige a los componentes de un órgano superior). Pero del 2000 a esta parte, se han empezado a combinar con sistemas de elección por primarias para los líderes o candidatos -“un sistema más característico del modelo estadounidense, que tiene partidos débiles”-, al mismo tiempo que se mantienen órganos representativos como la Ejecutiva y el Comité Federal. “Ambos son perfectamente democráticos, pero pueden terminar chocando”.

Donde no tienen tanto problema con las legitimidades es en partidos como el PP, donde si alguien la tiene, es el líder. “El PP es muy presidencialista y nada federal, al contrario que el PSOE, que, aunque tiene ciertos rasgos presidencialistas, da bastante importancia a las federaciones. Por eso los barones tienen ese poder”, nos comenta Fernando Flores, profesor de titular de la Universidad de Valencia.

Según nos cuentan desde el PP, allí es imposible que ocurra un proceso como el que está sucediendo en el PSOE. No habría posibilidad de presentar una moción de censura, como de hecho se puede hacer en el PSOE con el 20% de las firmas del Comité Federal para luego poder quitarse de encima al secretario general si se consigue la mayoría absoluta (la mitad más uno) a favor de la censura. En el PP, uno se va si dimite motu proprio, o si se muere. O por sofoco, cuando uno se ve tan presionado tan presionado, que no le queda otra, como Camps o Rita Barberá. “José María Aznar tenía claro que quería un partido extremadamente vertical para que no produjeran las divisiones que hubo en los ochenta, en la época de Hernández Mancha”, comenta Simón en referencia a la época del expresidente del PP que suustituyó a Fraga de 1986 a 1989, donde el poder de las familias de la derecha y la divisiones eran mucho más evidentes.

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Foto: Hernández Mancha entre Fraga y Marcelino Oreja/EFE

Y luego están los nuevos, que de tan nuevos, ya están teniendo que solventar situaciones que no estaban previstas en los Estatutos. En Podemos, por ejemplo, se está aplicado para este tipo de situaciones el llamado “dictamen 01 de 2015”, que se utilizó inicialmente en el ámbito municipal pero que ha generado jurisprudencia para ámbitos regionales y estatales: si dimite la mitad más uno del consejo ciudadano municipal, ciudadano o estatal, se disuelve ese órgano y se nombra un equipo técnico que debe llevar a una nueva asamblea ciudadana extraordinaria del ámbito para volver a elegir un consejo ciudadano y un secretario general.

Sin embargo, ahí también se ha producido un cierto conflicto de legitimidades: cuando en marzo pasado dimitió la mayoría del consejo ciudadano de Galicia, el exsecretario general del Podemos Galicia Breogán Ribóo argumentó que a él no lo había elegido el Consejo Ciudadano sino los inscritos, en una votación diferenciada, y que por tanto no podían cesarlo del cargo. Desde la Comisión de Garantías, sin embargo, se le dijo que, una vez convocada la asamblea ciudadana extraordinaria, se tenían que renovar todos los órganos.

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Foto:EFE

Si un día las rivalidades de Podemos acabarán en batalla campal, habría tres maneras de intentar forzar la salida del secretario general: a) que lo pida la mayoría absoluta del consejo ciudadano estatal y que se convoque un revocatorio donde se pregunte “sí o no” a la salida del secretario general. b) que lo pida el 25% del censo de inscritos de Podemos. c) dimisión de la mitad más uno del consejo ciudadano estatal, lo que llevaría a una asamblea ciudadana extraordinaria.

Se trata, en definitiva, de un mundo lleno de meandros, como demuestra la situación del PSOE, donde los rebeldes han hecho una lectura de los estatutos que no está ni mucho menos clara. “¿Dónde está dicho en los estatutos que haya que poner una gestora?”, se preguntaba ayer Borrell en una entrevista en la Cadena Ser. “Los críticos han utilizado un sistema que se utilizó para cuando Almunia era secretario general y dimitió voluntariamente, pero no hay nada en los estatutos que diga que haya que nombrar una gestora. Y cuando se ha hecho en comunidades autónomas ha sido porque la Ejecutiva Federal, ante una serie de dimisiones en cascada, como órgano superior, ha tomado esa decisión, pero no porque hubiera una obligación estatutaria”, me comentaba una fuente del socialismo canario que conoce muy bien la normativa del PSOE.

Los rebeldes se acogen al tema de la jurisprudencia. “Me gustaría que me enseñaran esa jurisprudencia, porque hay muy poca. Rarísimamente un tribunal interviene en cuestiones internas, hay una interpretación muy liberal, poco intervencionista en relación a la organización de los partidos políticos”, señala Fernando Flores. “Los tribunales reconocen la potestad auto-organizativa de los partidos políticos a no ser que se vulneren los derechos fundamentales”, me confirma el socialista canario con el que he hablado.

Todo se complica y, como dice Pablo Simón, “si el golpe no triunfa inmediatamente, fracasa, y entonces se abre una guerra civil”.

Y en esas estamos, con Pedro Sánchez resistiendo como una especie de Rosa de Luxemburgo.

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Jorge Berástegui, nacido en La Laguna (Tenerife) en 1980, estudió en La Escuela UAM/EL PAÍS y luego se doctoró en Lenguas Modernas y Literatura por la Universidad de Alcalá. Tras ocupaciones varias en países diversos, ahora trabaja en El Huffington Post como editor de blogs.

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