El final de Rosetta, la misión más ambiciosa de la Agencia Espacial Europea
Este viernes, la sonda Rosetta ha acabado sus días sobre la superficie del cometa que ha estudiado durante la última década: 67P/Churyumov-Gerasimenko (67P/CG). Allí descansará para siempre. Ha sido la muerte dulce no exenta de poesía que la Agencia Espacial Europea (ESA) ha querido brindar a su misión quizás más ambiciosa. Rosetta fue el primer ingenio humano en orbitar un cometa, el primer instrumento en conseguir imágenes detalladísimas del mismo, el primero en enviar con éxito un módulo autónomo a la superficie del cuerpo celeste. Ha sido también el primero en jubilarse sobre uno.
La tristeza del equipo que controló sus andanzas por el espacio durante estos años era, pues, comprensible. Pero se mezclaba con la alegría y el orgullo por los éxitos logrados. "Rosetta ha entrado en los libros de historia una vez más. Hoy, celebramos el éxito de una misión trascendental, que ha sobrepasado todos nuestros sueños y expectativas", ha dicho Johann-Dietrich Wörner, Director General de la ESA.
Mark McCaughrean, asesor de ciencia de la agencia europea, ha calibrado la importancia de Rosetta mucho más allá de su mérito científico y técnico: "Su apasionante viaje, y el de Philae, logró capturar la imaginación del mundo y atrajo nuevas audiencias mucho más allá de la comunidad científica", ha afirmado.
(Sigue leyendo después del vídeo)
LA ÚLTIMA MISIÓN
El final de Rosetta comenzó el jueves, cuando los ingenieros de la ESA introdujeron en su sistema las coordenadas que la situaron en la trayectoria de colisión con el cometa. Todo eran dedos cruzados en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales de Darmstadt (Alemania) y no se han descruzado hasta que se ha podido confirmar que la nave se había estrellado con éxito sobre la superficie de 67P/CG, este viernes, en torno al mediodía.
El reto era hacer aterrizar una nave que no estaba preparada para el aterrizaje. Para que Rosetta no se desintegrara, el equipo diseñó un protocolo suave, una aproximación de alrededor de un metro por segundo. El mayor riesgo de desastre radicaba en sus paneles solares, que podían suponer un problema en la caída. Según el control de la misión, todo ha ido bien.
El éxito en el descenso no sólo era importante por justicia poética con una misión fructífera, sino también porque los ingenieros de la ESA se habían propuesto aprovechar las posibilidades de la nave hasta el el último minuto: mientras se acercaba a su último destino, debía realizar unas fotografías que serán las más cercanas de un cometa tomadas nunca. Lo ha logrado, y esas imágenes son a partir de ahora una fuente de estudio de los "pozos activos" de una zona del cometa bautizada como Deir El-Medina, llamada así por su parecido con la antigua población egipcia de ese nombre.
(Sigue leyendo después del tuit)
UNA HOJA DE SERVICIOS IMPECABLE
Estas fotografías serán una muesca más en la extraordinaria lista de logros de la misión. Fue lanzada en marzo de 2004 y se encontró con el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko en agosto de 2014. Antes de eso, había hecho llegar a la Tierra imágenes de alta resolución de los asteroides Steins y Lutetia, que sobrevoló en su periplo y había contribuido a la obtención del mapa más detallado de la morfología superficial de un cometa. Gracias a sus imágenes, se supo que 67P/CG era un cuerpo formado, en realidad, por dos masas o lóbulos.
En agosto de 2015, Rosetta logró acompañar a su cometa durante su paso por el perihelio (viaje del cometa en torno al Sol). Tal y como señalan Miquel Serra-Ricart y Javier Licandro, astrónomos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), la sonda analizó tanto el núcleo como la composición de la atmósfera del cometa. "Observó en directo la formación y evolución de un chorro nuclear. Los análisis de los gases de la coma cometaria indicaron la presencia —por primera vez de forma directa— de aminoácidos (como la glicina), componentes esenciales de la vida", explican.
(Sigue leyendo después del vídeo)
Otra de sus grandes obras fue la colocación de Philae sobre la superficie del cometa, en noviembre de 2014. Los miembros del equipo de la misión lograron que el módulo, equipado con un completo sistema de observación y análisis, se desprendiese de la nave principal y alcanzase el punto fijado como objetivo. Una vez en el terreno, las cosas no fueron del todo bien: Philae rebotó varias veces y acabó atrapado en una grieta. Allí, lejos de la luz necesaria para cargar sus baterías, se le dio por muerto. Hasta que Rosetta, en uno de los últimos momentos felices de su vida operativa, lo encontró.
UN ADIÓS INCIERTO Y SILENCIOSO
Rosetta pudo tener otro final. El más habitual en dispositivos similares es el de la hibernación: la sonda podría haber entrado en un modo de baja energía (ya lo está, de hecho, debido al aumento de la distancia respecto al Sol), haber ralentizado o detenido sus comunicaciones y haber revivido cuando el viaje del cometa la hubiese aproximado de nuevo al Sol, dentro de unos cuatro años.
Pero los responsables de la misión dudaban de que Rosetta fuese a superar el período de hibernación, y por eso idearon un final especial. Ha sido, también, un final incierto. Era poco probable que fuese capaz de comunicarse tras el impacto, pero ese silencio no se debe a una cuestión técnica sino legal: el Derecho Internacional estipula que los artefactos desechados deben detener sus transmisiones, con el fin de no interferir en las vías útiles de comunicación espacio-Tierra.
Justo en el momento en que Rosetta ha aterrizado, pues, se perdió todo contacto con ella. No se sabrá qué fue de ella, pero habrá que imaginarla surcando el espacio plácidamente dormida sobre el cometa para el que nació.