Los Juegos Olímpicos siempre son un desastre para los pobres
RÍO DE JANEIRO — Hace siete años, Vila Autódromo no era más que un tranquilo pueblo pesquero situado a la orilla de la Laguna de Jacarepaguá, al lado del circuito del que recibe su nombre. Al igual que a los cientos de favelas que salpican el paisaje de Río de Janeiro, el Gobierno de la ciudad lo tenía descuidado y carecía de muchos de los servicios públicos básicos que son habituales en los barrios más ricos que se encuentran al otro lado de la laguna. Pero para las más de 600 familias que vivían allí era su hogar.
"Era un paraíso", afirma Luiz Cláudio Silva, que llevaba viviendo en Autódromo más de 20 años. "Pensaba que viviría ahí durante el resto de mi vida".
Tras la clausura de los Juegos Olímpicos de Río, solo quedarán 20 de las familias que vivían en Autódromo en 2009, el año en el que el Comité Olímpico Internacional eligió que se celebraran los Juegos en la ciudad. La comunidad, que está asentada a menos de 1,5 kilómetros del Parque Olímpico de Río, fue demolida para que se pudieran construir nuevas vías de acceso que conectaran las sedes olímpicas.
Los medios de comunicación de Brasil y de todo el mundo han documentado los apuros que han pasado estas familias durante años. Informaron a los lectores de las promesas de los dirigentes de Río: que a los residentes de Autódromo se les permitiría quedarse durante los Juegos Olímpicos y que el único efecto que iban a tener los Juegos en el barrio sería de mejora. E informaron sobre cómo los políticos rompieron sus promesas: sobre cómo se obligó a la mayoría de los residentes de Autódromo a marcharse, sobre cómo la Policía aplicó mano dura contra los que protestaban porque no querían irse y sobre cómo los bulldozers derribaron casas de gente como Silva, que vio cómo la casa que él había construido para su mujer quedaba reducida a escombros.
Esto es lo que pasará a partir de ahora, que se han acabado los Juegos: los periodistas se irán y los medios de comunicación internacionales se olvidarán de la gente de Vila Autódromo. Su traslado forzoso no será más que una nota al pie en la historia de estos Juegos y el mundo se centrará en los problemas que pueda haber en la ciudad en la que se celebrarán las próximas Olimpiadas.
Pero la destrucción de Vila Autódromo es cualquier cosa menos un incidente aislado. Las seis Olimpiadas que se han celebrado entre las de Seúl de 1988 y las de Pekín de 2008 obligaron a desahuciar o desplazar a más de dos millones de personas, según un informe del Centro de Derechos de Vivienda y Desahucios de Suiza publicado en 2008. Pekín fue responsable de más de la mitad del total. Río, según los cálculos aproximados de los activistas locales y de las asociaciones en defensa de los derechos humanos, reubicará entre 70.000 y 90.000 personas más.
Aunque los Gobiernos anfitriones han rebatido el número concreto de traslados que tuvieron lugar en sus ciudades con motivo de los Juegos Olímpicos, hay algo que sí está claro: el desplazamiento de la población pobre urbana es la marca distintiva de los Juegos Olímpicos modernos, una realidad prácticamente irrefutable que va más allá del suceso accidental.
En las últimas dos décadas, los Juegos Olímpicos se han convertido en algo más que un evento deportivo; son un vehículo para la renovación urbana en ciudades que invierten cientos —o cientos de miles— de millones de euros en infraestructuras y en otros proyectos con la intención de dejar un legado positivo a largo plazo. En Río y en cualquier parte, los políticos han utilizado estas inversiones para mejorar la ciudad en su conjunto, para el beneficio de todos.
De hecho, los principales beneficiarios de los Juegos son los constructores locales e internacionales que se hacen cargo de estos proyectos, al igual que los habitantes ricos de la ciudad anfitriona. Los que salen perdiendo son los pobres.
"Esto no es una consecuencia de los Juegos", afirma Christopher Gaffney, investigador de Geografía urbana en la Universidad de Zúrich. Gaffney fue catedrático visitante e investigador en Río de 2009 a 2014, mientras la ciudad se preparaba para celebrar los Juegos y, desde entonces, se ha convertido en una de las voces más críticas del evento.
"Esto es la consecuencia de los Juegos", aclara.
Veinte años después, el daño todavía sigue siendo visible en Atlanta, la última ciudad de Estados Unidos donde se celebraron unos Juegos Olímpicos.
Este edificio, llamado Techwood Homes Historic District, es todo lo que queda de lo que fue un amplio complejo residencial antes de los Juegos de Atlanta.| TRAVIS WALDRON/THE HUFFINGTON POST
Dos kilómetros al norte del centro de Atlanta, un edificio de apartamentos con aspecto de barracones se yergue vacío. Las ventanas con rejas blancas todavía brillan con la luz del sol estival, pero las puertas ahora están cubiertas con contrachapado pintado de verde oscuro. Las ramas de los árboles y los arbustos descuidados tapan las vallas de los jardines y los postes de madera en los que alguna vez se colgaron cuerdas para tender están torcidos por el paso del tiempo.
No hay muestras visibles de que el edificio se encuentre en el Registro Nacional de Lugares Históricos estadounidense. Pero unas 50.000 personas se reunieron cerca de allí en una gélida mañana de noviembre de 1935 y escucharon cómo el presidente Franklin Delano Roosevelt inauguró este lugar, Techwood Homes, como el primer proyecto de viviendas públicas subvencionadas por un estado federal de Estados Unidos.
En la actualidad, el edificio de apartamentos —conocido ahora como el Techwood Homes Historic District— es el único que queda en pie de las 22 unidades que en su día llegaron a formar el proyecto. Atlanta demolió la mayoría de las viviendas de Techwood y del complejo colindante Clark Howell para abrir paso a los Juegos Olímpicos de 1996. La destrucción de esas viviendas obligó a 4000 personas a dejar sus casas, según el Centro de Derechos de Vivienda y Desahucios.
Y esos no fueron los únicos complejos residenciales de viviendas públicas que se demolieron en Atlanta para preparar la ciudad para los Juegos. Se reubicó a 6000 habitantes de viviendas sociales antes de que empezaran los Juegos y la rápida gentrificación posterior desplazó a otras 24.000 personas, de acuerdo con el informe del Centro de Derechos de Vivienda y Desahucios.
Ni siquiera los organizadores más optimistas que presentaron la candidatura de Atlanta creían que los Juegos de 1996 acabarían celebrándose en la ciudad. Se trataba del centenario de los Juegos Olímpicos y la creencia generalizada era que Atenas, la capital en la que nacieron los Olimpiadas hace siglos y la ciudad anfitriona de los primeros Juegos modernos de 1896, no tendría problemas para ganar el proceso de selección. Sin embargo, en una de las declaraciones más sorprendentes de la historia de los Juegos Olímpicos, el COI anunció que había seleccionado a Atlanta en septiembre de 1990.
La ciudad no tardó en ponerse a trabajar para prepararse para los Juegos, y los complejos Techwood y Clark Howell tuvieron la mala suerte de encontrarse en medio del proceso. En el plan de Atlanta estaba incluida la construcción de un extenso parque nuevo cerca del centro de la ciudad y de una villa olímpica cerca del Instituto de Tecnología de Georgia, que podría utilizarse como residencia para estudiantes cuando los Juegos terminaran. La ubicación de los complejos Techwood y Clark Howell era de primera categoría —con el parque nuevo al sur, el Instituto de Tecnología de Georgia al norte y la sede mundial de Coca-Cola al oeste— y la pobreza y el índice de criminalidad de la zona hicieron que estuviera a punto de caramelo para ser remodelada.
Aunque ambos complejos residenciales llevaban mucho tiempo siendo el objetivo de los constructores, no habían logrado hacerse con Techwood y Clark Howell, debido a la falta de voluntad política o a la dificultad que suponía desalojar a los residentes. Pero cuando Atlanta fue elegida como ciudad anfitriona de los Juegos, el deseo de exhibir la ciudad ante cientos de miles de atletas, turistas y dignatarios hizo que todo fluyera para que diera comienzo la demolición del proyecto residencial.
"Los Juegos Olímpicos fueron la tapadera para la destrucción", opina Larry Keating, profesor de planificación urbanística del Instituto de Tecnología de Georgia que ha estudiado el impacto de los Juegos de Atlanta en los habitantes de las viviendas sociales. "No creo que sin los Juegos Olímpicos pudieran haber organizado la campaña para demolerlo con esa efectividad política".
Los residentes de los dos complejos se mostraron escépticos cuando los funcionarios de viviendas públicas de la ciudad empezaron a aparecer en las juntas de inquilinos, supuestamente con buenas noticias, después de que se anunciara que los Juegos se celebrarían en Atlanta. La ciudad llevaba años teniéndolos descuidados.
No obstante, como la ciudad iba a albergar los Juegos, los dirigentes empezaron a preocuparse de forma repentina. Les dijeron a los residentes que los últimos planes de remodelación mejorarían infinitamente sus viviendas. Esas promesas llevaron a que los residentes de los complejos Techwood y Clark Howell colaboraran con los constructores y los funcionarios en la elaboración de una propuesta que pudiera satisfacer a la población, a los constructores, a los funcionarios locales y a las autoridades de vivienda federales, que serían los que aportarían la financiación.
La propuesta inicial no consistía en la demolición total de los complejos Techwood y Clark Howell, sino en la mejora de los edificios que se habían deteriorado con los años. En borradores posteriores, se sugirió la remodelación completa del lugar que reemplazaría algunas viviendas sociales, aunque no todas, y que permitiría que los residentes se quedaran en sus casas.
El proceso de planificación se extendió y duró casi cinco años. Las autoridades políticas y de vivienda de la ciudad cambiaron. Las nuevas leyes federales eliminaron los requisitos anteriores por los que las ciudades tenían que reemplazar cualquier vivienda social que fuera destruida. Y el plan final de remodelación tenía como objetivo demoler prácticamente todas las unidades de ambos complejos.
Ese plan, presentado en marzo de 1995, emplearía 40 millones de dólares de financiación federal para derribar más de 1100 viviendas de Techwood y Clark Howell y sustituirlas por un complejo de 900 apartamentos de renta mixta. El 40% de los nuevos pisos —360 en total— se utilizarían como viviendas sociales. Otro 40% se alquilaría a precio de mercado. Las 180 unidades restantes serían "viviendas asequibles"; es decir, los alquileres estarían subvencionados por los impuestos federales para los habitantes de Atlanta con ingresos bajos y moderados. El Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos (HUD) tardó menos de un mes en aprobar el plan de Atlanta.
Para cuando empezó la demolición, los edificios estaban casi vacíos. Aunque más del 90% de las viviendas de Techwood se habían ocupado en 1989, un año antes de que Atlanta fuera elegida sede, los residentes empezaron a huir en los cinco años que duró el debate de planificación por temor a que al final tuvieran que irse. En abril de 1993, la tasa de ocupación en los dos complejos había caído por debajo del 50%. Para el mes de octubre, había un 77% de pisos vacíos, según desveló en 2002 el profesor Harvey K. Newman en una investigación que realizó sobre la demolición de Techwood.
A día de hoy los responsables de Vivienda en Atlanta siguen considerando este caso como uno en el que las personas deciden irse para buscar mejores oportunidades. Según ellos, los residentes de Techwood y Clark Howell habían votado aprobar el plan que llevó a la demolición. No obstante, a los vecinos les pareció algo fuera de lo común, ya que el barrio había mantenido una población relativamente estable antes de los Juegos. En 1990, el residente medio de Techwood llevaba viviendo allí casi ocho años, según la investigación de Keating, y casi un tercio de sus familias llevaba viviendo allí más de 11 años.
Seguro que algunos habitantes sí se fueron por voluntad propia. Pero seguro que también hubo otros que se resignaron y acabaron marchándose agotados por un largo y complicado proceso en el que los planes se cambiaron numerosas veces, y en el que no se aseguró a los residentes si podrían quedarse tras los Juegos.
Las autoridades encargadas de las viviendas ayudaron a sacar a la gente de los edificios, revisando las cláusulas del plan para que los residentes fueran desahuciados por "infracciones menores de alquiler", explica Newman. Las autoridades también maquillaron los resultados de los sondeos para que pareciera que la mayoría de los habitantes de Techwood y Clark Howell querían irse, apunta Lawrence Vale, profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que estudió la herencia urbanística que dejaron los Juegos Olímpicos de Atlanta. Otro estudio similar, por ejemplo, descubrió que el 51% de los habitantes dijo que esperaba vivir en otra parte después de las Olimpiadas. Los responsables aprovecharon estos datos como prueba de que la gente quería mudarse. Lo que realmente mostraba el estudio, señala Vale, era que muchos habitantes se imaginaban que tendrían que irse.
La marcha de los habitantes sirvió para profundizar en los problemas del barrio, explican tanto Vale como Keating. La falta de ocupación generalizada llevó al incremento de la tasa de criminalidad y propagó la idea de que la gente quería irse, lo cual hizo del barrio un objetivo político aún más fácil.
Para el comienzo de los Juegos Olímpicos, ya se había completado la demolición, con excepción de un solo edificio, que porta el nombre de Techwood Homes Historic District. El listado en el registro histórico federal lo salvó por los pelos.
El presidente Franklin Delano Roosevelt inauguró Techwood Homes en 1935, como el primer proyecto de viviendas públicas subvencionadas por un estado federal de Estados Unidos.
Los edificios que reemplazaron a los de Techwood, y que se conocen como Centennial Place Apartments, son más agradables a la vista que sus predecesores. La restauración de la red original de calles dio seguridad a la zona, haciéndola más transitable y atractiva.
Desde fuera, parece que los responsables de Vivienda locales lograron su objetivo de revitalizar el barrio y evitar a la gente el desastre preolímpico.
¿Excepto a qué gente?
Pese a las promesas de que el proceso beneficiaría a los habitantes de la zona, pocos volvieron tras los Juegos. En 1990, cuando Atlanta consiguió los Juegos, había más de 900 familias en Techwood y Clark Howell. En el año 2000, cuando los Centennial Place Apartments estaban a plena ocupación, sólo 78 de esas familias ―es decir, el 7%― habían recibido viviendas en el nuevo complejo, según mostró la investigación de Keating.
Los informes del propio Gobierno federal dibujan una imagen similar. A principios de los 90, el Congreso había lanzado una nueva iniciativa, llamada HOPE VI, con el fin de revitalizar o remodelar los complejos de viviendas sociales de la nación. El objetivo, como describió en 1998 el inspector general del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), era mejorar las condiciones de la gente, y no sólo construir "casas y casas".
Según el inspector general, Atlanta "logró una revitalización física impresionante" en Techwood y Clark Howell. "Sin embargo", continúa, "las mejoras en la vida de los residentes que vivían ahí son mucho menos obvias".
Cuando el HUD volvió a reevaluar la zona de Atlanta tres años más tarde, descubrió que la ciudad había obtenido de media peores resultados que otras ciudades con proyectos de financiación similares que no habían albergado los Juegos Olímpicos. El 60% de los nuevos apartamentos del Centennial Place no entraban en la categoría de viviendas sociales (más del doble de la media de todas las áreas examinadas por el HUD). Cinco de las 15 áreas comparadas recuperaron a más de la mitad de sus habitantes originales. Atlanta sólo pudo recuperar el 9% (ligeramente más de lo que anotó Keating en su investigación, pero menos que en cualquier otra ciudad evaluada por el HUD).
Atlanta prometió a los residentes que reubicó que recibirían o viviendas en otros edificios públicos o ayudas para el alquiler de sus nuevas casas.
Otra investigación pone en entredicho si la ciudad realmente cumplió esta promesa. De los residentes que habían vivido en Techwood y Clark Howell en 1990, "más de la mitad […] se mudaron o fueron desahuciados sin ninguna asistencia y sin poder conocer su ubicación", de acuerdo con Newman.
Aun así, hay antiguos habitantes de Techwood que celebran estos cambios. Andrell Crowder-Jordan, que fue presidenta de la asociación de inquilinos de Techwood en los años previos a los Juegos de 1996, volvió a una casa nueva del Centennial Place: una de cuatro habitaciones y dos baños, mucho más adecuada a las necesidades de su familia.
"El cambio fue para mejor", afirma. "Muchos de los residentes con los que me sigo cruzando viven mucho mejor ahora".
¿Y qué fue de aquellos a los que les fue peor, esos que no recibieron ni viviendas nuevas ni ayudas? Es difícil saberlo. Cinco años después de que acabaran los Juegos, fue "imposible determinar" dónde fueron los residentes que habían abandonado Techwood y Clark Howell antes de la demolición, cuenta Newman, impidiendo también demostrar hasta qué punto se habían beneficiado los antiguos residentes.
Veinte años después de que los Juegos Olímpicos arrasaran Techwood, todavía cuesta localizar a quienes no permanecieron en el sistema a través de las viviendas sociales o de las ayudas para el alquiler.
Una mañana de este verano, Anita Beaty, directora ejecutiva del Grupo de trabajo de Atlanta para los sintecho, se puso a repasar las páginas de su agenda en busca de los nombres de los antiguos habitantes de Techwood y Clark Howell con los que había trabajado cuando luchaba contra su traslado forzoso años atrás. Todos y cada uno de los números que marcó estaban desconectados. Trató de seguir buscando, pero sin éxito.
"Todas las mejoras que se hicieron para convertir Atlanta en un pueblo Potemkin durante los Juegos se podrían haber hecho para mejorar las viviendas de la gente que habían perdido su casa", explica Beaty. "No está nada bien concentrar la pobreza en un área concreta. Pero para remediar este problema, no vale con demolerla directamente, trasladar a la gente y decir luego: 'La verdad es que no sabemos a dónde fueron".
Incluso quienes volvieron al nuevo complejo notaron que faltaba algo.
"El estado de las casas ahora es mejor, pero antes el barrio antiguo parecía más una comunidad", contó a la revista Georgia Trend Margie Smith, expresidenta de la asociación de inquilinos de Techwood, que recibió una vivienda nueva en el Centennial Place. "Antes todo el mundo hablaba entre sí, se preocupaban los unos de los otros. Si la señora Jones del final de la calle estaba enferma, alguien la cuidaba. Pero cuando esta mujer se mudó durante la construcción del Centennial Place, se perdió el contacto y lo siguiente que oímos fue: 'Se ha muerto la señora Jones'. Perdimos a muchos amigos que no volvieron o no pudieron volver. Hay mucha gente que ya no está. Siento que hemos ganado cosas, pero hemos perdido mucho más".
Renee Glover, que fue jefa de la Autoridad de Viviendas de Atlanta entre 1994 y 2013, no está de acuerdo con esta afirmación. Según Glover, las familias que vivían en Techwood y Clark Howell están "de lejos, considerablemente mejor" que antes de los Juegos.
De los residentes que todavía permanecían allí en 1994, Glover afirma que "todos los que cumplían los requisitos" recibieron algún tipo de ayuda para la vivienda. Tal y como explica Glover, el plan Techwood incluía la construcción de un colegio nuevo en el barrio y el acceso a programas de asesoramiento para ayudar a los residentes. Los resultados de la investigación que llevó a cabo Thomas D. Boston, otro profesor del Instituto de Tecnología de Georgia, dejan claro que los estudiantes obtuvieron mejores resultados en el nuevo colegio en comparación con el anterior, al que había reemplazado.
Glover también dio a entender que las críticas sobre la gestión de Atlanta en Techwood y Clark Howell llegaron un poco tarde. "Hay personas que viven en una situación horrible, en esos proyectos de viviendas públicas terribles en los que la tasa de criminalidad se sale de la tabla, en lugares donde los niños van a colegios malos y donde las familias se están desintegrando, y nadie se preocupa de eso", se lamenta. "Pero en cuanto empiezas a trabajar para solucionar las cosas, entonces todo el mundo sale y dice: 'Esta situación era horrible".
"¿Dónde estaban estas personas cuando se estaba destrozando sistemáticamente a estas familias?", se pregunta. "Hay que empezar por algún sitio".
Los vecinos de Vila Autódromo se enfrentaron a la Policía durante las manifestaciones que se organizaron para tratar de parar la demolición de sus casas en 2015.
La promesa de una construcción de nuevas viviendas con motivo de unos Juegos Olímpicos suele centrarse en que se volverán a construir las zonas de forma que mejore la calidad de vida de los residentes actuales. El problema es que rara vez ocurre.
En los barrios por los que pasan las excavadoras preolímpicas casi siempre viven familias con pocos ingresos. Y los barrios que los sustituyen ven cómo se reducen las viviendas sociales y aumentan las casas de clase más alta destinadas a familias con más ingresos.
En 2004, ocho años después de los Juegos Olímpicos, el precio de alquileres de los apartamentos Centennial Place —los que no fueron catalogados como viviendas sociales— había aumentado entre un 42 y un 72%, según el tamaño del apartamento. Entre 1990 y 2000, la renta media del barrio de Techwood subió un alucinante 174% (10 veces más que la media del estado de Atlanta).
Lo más probable es que la mayoría de vecinos que vivían en Techwood y Clark Howell antes de los Juegos Olímpicos ni siquiera pudieran permitirse los apartamentos catalogados como "vivienda asequible", con un precio reducido.
"El problema es que no se sabe a qué se refieren con 'asequible", afirma Deirdre Oakley, profesora de la Universidad Estatal de Georgia que estudió los efectos del continuo traslado de los residentes de viviendas sociales de Atlanta después de los Juegos Olímpicos. "Si hablamos de los habitantes originales de las viviendas sociales… no se lo pueden permitir con su renta".
Un proceso similar tuvo lugar en Londres, la sede de los Juegos Olímpicos de 2012. La ciudad se había comprometido a que la construcción de nuevas viviendas sería uno de los legados principales del evento.
Los Juegos se concentraron en los barrios de Stratford y Newham, zonas industriales al este de Londres que necesitaban viviendas nuevas urgentemente. Además, Londres, demolió un complejo de viviendas sociales, el Clays Lane Estate de Stratford, que antes de las Olimpiadas había sido el hogar de 400 personas. Los organizadores prometieron que la mitad de las nuevas viviendas que se construirían serían "asequibles" según la ley británica y según el mercado inmobiliario de la zona.
El precio de la vivienda en Stratford y Newham se disparó después de 2012. Stratford sufrió un aumento del 71% entre 2005 (el año en que el COI anunció que Londres celebraría las Olimpiadas) y principios de 2016, superando así la media de la ciudad. Eso significa que, al igual que pasó en Atlanta, muchas de las viviendas "asequibles" reservadas para personas de clase media y baja dejaron de estar en el rango de precios de los residentes más vulnerables y pobres de la zona.
Penny Bernstock, profesora de la Universidad de East London, explica que la gente tiene que ganar 85.000 euros al año para ser candidato a las viviendas "asequibles" del proyecto de la zona del Parque Olímpico. "En realidad no son asequibles [para los más necesitados]", sentencia Bernstock.
Y no fueron las únicas promesas de construcciones de viviendas que se hicieron antes de las Olimpiadas y que no se han cumplido. Casi inmediatamente después de los Juegos Olímpicos, el Ayuntamiento de Londres redujo las cifras iniciales de su promesa: en un principio, una de cada dos viviendas sería "asequible", pero luego este número se redujo a un 41% de las casas. Según Bernstock, la Corporación de Desarrollo del Legado de Londres ahora dice que "un máximo de un 31%" de las nuevas viviendas serán asequibles.
En un momento u otro, e independientemente de las Olimpiadas, la zona este de Londres habría sufrido una remodelación, tal y como explica Julian Cheyne, que perdió su casa de Clays Lane cuando fue demolida para hacer sitio a las instalaciones olímpicas. Pero, sin los Juegos y su fecha tope, el proceso se habría hecho con menos presión y más premeditadamente, lo que habría supuesto más beneficios para los vecinos.
"Habría sido más democrático y habría ayudado más", se lamenta Cheyne. "No hay un debate de verdad. No hay referéndum ni nada parecido. Simplemente arrasan con todo".
A Iran Souza le reubicaron en una nueva vivienda después de perder la suya de Vila Autódromo, pero no está feliz. "La mayoría de las familias lamenta vivir aquí".| EDGAR MACIEL/HUFFPOST BRAZIL
Eduardo Paes, el alcalde de Río de Janeiro, presumió este mes de que Río está "revitalizando zonas de la ciudad desatendidas y está llevando a cabo algunos de los proyectos más ambiciosos que jamás ha visto una Ciudad Olímpica".
No obstante, en Vila Autódromo y otros barrios similares, los vecinos ya han dejado de tener esperanzas de que el Gobierno cumpla con la mayoría de las promesas que realizó antes de las Olimpiadas.
En 2012, durante la campaña para lograr la reelección, Paes hizo público su ambicioso plan para mejorar la calidad de vida de las favelas —donde viven 1,4 millones de personas—: proporcionaría electricidad estable, camiones de recogida de basura, instalaciones de tratamiento de agua y más servicios básicos que llevaban mucho tiempo sin tener. Aunque Morar Carioca (el nombre por el que se conocía a este proyecto) no formaba parte del programa oficial del legado olímpico, seguía siendo una de las promesas más importantes del alcalde de Río que beneficiaría a sus habitantes.
Sin embargo, Paes abandonó en gran medida el plan Morar Carioca después de ganar las elecciones. Sólo se empezaron unos pocos proyectos, tal y como explica Christopher Gaffney, un profesor de la Universidad de Zúrich que vivió en Río de Janeiro durante la preparación para los Juegos.
Río ya ha dejado claro que, cuando se acaben los Juegos, la Villa Olímpica se convertirá en una zona de viviendas de lujo de hasta 820.000 euros. Y, aunque la ciudad prometiera que crearía Villas de Legado que llegarían hasta 24.000 viviendas nuevas para familias de renta baja, hay pocas pruebas de que vayan a convertirse en una realidad.
Mientras tanto, algunos de los vecinos de Vila Autódromo que fueron reubicados declararon al HuffPost Brasil que tenían muchos problemas con sus nuevas viviendas. "Nos dieron un apartamento horrible. Las paredes estaban rotas, el desagüe se rompió. Puse una queja, pero no han hecho nada", se lamenta Iran Souza. "La mayoría de las familias lamenta vivir aquí".
Lo más probable es que las Olimpiadas de Río acaben como la mayoría, con casas demolidas, con promesas olvidadas y con vecinos pobres cuyo único recurso se reduce a suplicar que las sedes olímpicas futuras no hagan pasar por este mismo proceso a personas en situaciones parecidas.
"Me gustaría pedir a esas ciudades que quieren ser sede olímpica que revisen su situación", declara Luiz Cláudio Silva, un vecino de Vila Autódromo que perdió su casa el pasado marzo. "No dejéis que estos eventos destrocen tantas vidas".
Puede que sea demasiado tarde como para revertir los devastadores efectos de Techwood o Autódromo, pero estas historias han calado en otras ciudades.
Un grupo de organizadores privados coordinó la candidatura olímpica de Boston y convenció al Comité Olímpico Estadounidense para que la eligiera como candidata para los Juegos Olímpicos de 2024 en enero de 2015. En julio del año pasado, varios grupos habían dejado clara la disconformidad de los vecinos y el Comité Olímpico Estadounidense rechazó la candidatura de Boston.
El argumento principal de los activistas se centraba en el coste de los Juegos y en la idea de que los contribuyentes locales serían los que acabarían pagando las facturas. Pero también advirtieron de que las Olimpiadas podrían convertirse en un instrumento para llevar a cabo un proyecto mal diseñado que, inevitablemente, desplazaría a los vecinos de la ciudad.
"La gente empezó a darse cuenta y a decir: 'Un momento, esto implica algo más que organizar un evento de tres semanas", cuenta Chris Dempsey, un asesor político de la zona que cofundó el grupo No Boston Olympics, una de las organizaciones más importantes en contra de la candidatura.
"Actualmente, esto forma parte de las Olimpiadas", asegura. "Si se lleva a cabo un proyecto de desarrollo olímpico, se va a desalojar a las personas pobres".
Travis Waldron informó desde Río de Janeiro, Londres y Atlanta. Edgar Maciel informó desde Río.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno, Marina Velasco e Irene de Andrés