La próxima vez que abras una botella de vino y no la acabes, saca la bandeja de cubitos de hielo. Congelar vino en pequeñas porciones es una forma ideal de conservarlo para cocinar después con él. O para convertirlo en granizado.
Tinto, blanco, rosado, espumante… cualquier vino es bueno para transformarlo en cubitos.
Antes de congelar el vino, es conveniente saber un par de cosas sobre el tema. En primer lugar, se recomienda calcular la cantidad de vino que se echa en la bandeja de cubitos de hielo. De este modo, sabrás cuánto vino tiene cada porción. En segundo lugar, recuerda que el vino no se congelará por completo. Tranquilo: se congelará lo suficiente como para poder moverlo a otro recipiente, pero no estará tan sólido como el hielo normal. En tercer lugar, cuando quieras utilizarlo para cocinar —o para un cóctel—, puedes echar directamente el cubito de vino.
¡Ni se te ocurra meterla en el congelador! De hacerlo, perderá su esponjosidad y desprenderá un líquido nada apetecible. Esto podría arruinar por completo tu tarta... y eso es un crimen.