Las claves para que un niño disfrute de una visita al museo (y en vacaciones)
"No hace falta ser licenciado para que te guste un museo".
Es época de vacaciones escolares y los padres se preguntan qué hacer con sus hijos, cómo entretenerlos ahora que tienen tanto tiempo libre. Independientemente de si optan por campamentos o si echan mano de los abuelos, lo que suelen buscar es la mezcla perfecta entre diversión y enriquecimiento personal.
En ese punto intermedio se encuentran los museos, unos lugares tan queridos como temidos, y más si hay niños de por medio. Ante esta cuestión, El Huffington Post se ha puesto en contacto con varios expertos para ayudar a resolver las dudas más frecuentes que pueden traer de cabeza a muchos padres.
1. Los museos, territorio infantil
A la pregunta de si es conveniente llevar a los niños a visitar museos, desde el Área de Educación del Museo Nacional del Prado responden con un rotundo 'sí'. "Tu hijo tiene derecho a descubrir por sí mismo el arte y nosotros estamos encantados de abrir una ventanita a la cultura y al conocimiento", explica Esther de Frutos, jefa de servicio de actividades educativas del Prado. Es una forma perfecta de unir "ocio y aprendizaje en común", coincide Amparo López, conservadora jefe del Museo Lázaro Galdiano.
Rufino Ferreras, responsable de Educathyssen (el Área de Educación del Museo Thyssen-Bornemisza), también está de acuerdo en señalar lo positivo de la experiencia: "Las obras permiten dialogar, reflexionar, les ayudan a conectar con su parte afectiva y con aspectos del pasado".
2. No te excedas con el tiempo
"Lo ideal es que sea una visita adaptada, de no más de 45 minutos o una hora, en la que se responda a sus preguntas y se planteen otras. Está bien establecer unas pautas, pero también dejar que sea él mismo el protagonista; que aprenda a ilusionarse, a ser descubridor del arte", dice De Frutos. "Normalmente, la capacidad de atención no dura más de tres cuartos de hora, pero si hay zonas de cambio, de juego, de siesta, y espacios abiertos, los niños no se aburren", propone Ferreras.
Un grupo de niños, en el Jardín Florido del Museo Lázaro Galdiano durante los campamentos de verano que ofrece la Fundación.
3. Los años cuentan
En el tema de la edad, los especialistas difieren. Rufino Ferreras defiende que "a partir de los tres años los niños ya empiezan a experimentar vivencias significativas y se les puede atraer con narraciones y cuentos", mientras que Esther de Frutos sostiene que la mejor edad para llevar a los niños al museo es "entre los seis y los nueve, cuando los niños desarrollan el sentido de asombrarse".
Para niños de entre 5 y 12 años, el Museo Lázaro Galdiano organiza un campamento urbano que comienza el próximo 18 de julio. La temática y las actividades cambian según los años, pero los niños siempre se lo pasan bien "y repiten", asegura López.
4. Aprende de la imaginación del pequeño visitante
La conservadora recuerda entre risas un taller que se hizo sobre la sinestesia en torno a la obra de Kandinsky: "Fue alucinante. Se les preguntaba a los niños a qué les recordaba un color o un cuadro y algunos respondían que a la merienda".
Dos de los participantes en los talleres del Museo Lázaro Galdiano.
5. Más curiosidades y menos datos
"Lo que hacemos nosotros es sembrar", afirma De Frutos. Por eso en el Museo del Prado también se desarrollan talleres de este tipo, con los que tratan de "inculcarles el sentimiento de que el patrimonio es suyo, de que hay que cuidarlo y tratarlo con respeto para que dure otros 500 años más".
Es preferible no bombardearlos con "demasiados datos sobre el cuadro, pero sí explicarles que hay gente que viene hasta de Japón al museo, y que ellos pueden visitarlo gratis hasta los 18 años". Lo más importante no es "en qué año nació un pintor, sino la historia que le motivó a pintar ese cuadro", concuerda Amparo López.
6. Hay que aprender a observar y perder el miedo al arte
En una visita en familia al museo, los padres deben "perder el miedo a enfrentarse a una obra y acercarse a ella como disfrutador o descubridor, no como historiador", aconseja De Frutos.
López sugiere acercar a los niños al arte no tanto desde el punto de vista académico como desde el de la observación y la experimentación: "Los niños tienen que aprender a mirar, a deducir, a detenerse, a no pasar por la vida sin fijarse en nada, como se suele hacer ahora".
Un grupo de niños participa en los talleres del Museo Lázaro Galdiano.
7. Juega con las obras
Amparo López pone un par de ejemplos para inspirar a los padres: "Con el cuadro de La entrada en el Arca de Noé —de Jan Brueghel el Joven—, los niños se entretienen buscando cada pareja de animales. Con los retratos, lo más fácil es recurrir a referencias con las que los más pequeños puedan identificarse, ya sea la postura de la mano, la forma de la cintura o las joyas". Por su parte, Rufino Ferreras les recomienda "acercarse al hecho artístico desde un enfoque lúdico, buscar el juego, pero de forma natural y casual, en un contexto diferente al escolar".
8. Cuidado con crear altas expectativas
"Es mejor no programar y anticipar la visita, porque si ya pones en preaviso a los niños, les creas unas expectativas, y quizá una frustración, que puede llegar a ser contraproducente", opina Ferreras.
9. Una experiencia "viva" compartida y para compartir
López, que observa que al Museo Lázaro Galdiano también van muchos niños con sus abuelos, siente mucha satisfacción al ver el vínculo que puede crear el arte entre ambas generaciones: "Los niños traen a sus abuelos y les enseñan orgullosos el museo. Al mismo tiempo, los abuelos presumen de lo listos que son sus nietos y de lo bien que se manejan ellos solos".
A la hora de fijar el objetivo principal de una visita al museo, los tres expertos están de acuerdo: ilusionarse, descubrir y entender el museo como algo vivo, como "la memoria viva de una época", según la definición de Amparo López. "Consiste en mostrar el arte de forma asequible", añade De Frutos, porque, al fin y al cabo "no hace falta ser licenciado para disfrutar de un museo".