El 'caso España': los jueces que marcan la actualidad del país
España se levanta cada día con un nuevo caso de corrupción. Los ciudadanos asisten con indignación a este bochornoso espectáculo y se han acostumbrado a ver los paseíllos judiciales de antiguos empresarios de éxito, políticos aplaudidos en el Parlamento y hasta miembros de la casa real acostumbrados a los placeres de la vida.
La información judicial es difícil, árida, llena de vocablos solo aptos para licenciados en Derecho. Pero la sociedad española ha hecho en los últimos años un auténtico máster en el tema y ya son coloquiales en las conversaciones términos como imputado -ahora investigado-, comisión rogatoria y providencia.
Y en el centro de este huracán informativo... los jueces. La mayoría de los españoles ya sabe distinguir perfectamente en las imágenes a José Castro, Mercedes Alaya o Pablo Ruz. Se han convertido en personajes mediáticos y referentes de la lucha contra la corrupción.
¿Cómo son los protagonistas que marcan la actualidad judicial del país? ¿Cómo lo viven? ¿Qué les influye personalmente? ¿Cómo han llevado los procesos? Analizamos desde otra perspectiva con los periodistas Javier Álvarez y Luis Fernando Rodríguez, autores del libro La última trinchera (Península), a algunos de los jueces que llevan o han llevado casos que se recordarán en la historia actual de España.
“Es un luchador incansable, no solo por el caso Nóos. Desde hace muchos años ha sido uno de los pioneros de la lucha contra la corrupción en las islas Baleares”, resume Álvarez sobre el magistrado cordobés que imputó a la infanta Cristina. Insiste: “Es un juez de trinchera, de lucha constante, de mucho trabajo y que hace muy buenos aliados en el equipo que tienen”.
Ha sido, continúa Álvarez, “un azote de la corrupción en su trabajo con el fiscal Pedro Horrach”. Además, ha vivido un proceso “con la tensión lógica y la responsabilidad de saber que está llevando un caso con todos los ojos puestos encima, no sólo de la opinión pública, sino también de las altas instituciones”.
“Ha sido un proceso muy especial por afectar a quien afectaba. Por lo que sabemos, a Castro se le ha intentado presionar por tierra, mar y aire. También da la impresión de que nunca se ha sentido presionado. Su actitud ha sido la de ‘que lo intenten, pero a mí no me va a afectar”, agrega Rodríguez, quien revela como uno de los momentos más decepcionantes el distanciamiento final con Horrach por la imputación de la infanta. “Él se muestra muy dolido, tiene la sensación de haber perdido un amigo. No le duele tanto el enfrentamiento procesal, en el que al final ha salido ganador”, apostilla.
“Me hace gracia la leyenda negra de que en España no hay ningún juez que se haya atrevido con la casa real. Pero en la primera oportunidad, ha habido un juez absolutamente desconocido que no es que se haya atrevido... es que ahí está la hermana del rey sentada en el banquillo de los acusados”, añade. Esto es el “ejemplo”, continúa, de que “la imagen que se da de la Justicia viene distorsionada por ciertos errores que cometemos los propios medios de comunicación”.
Una de las cosas precisamente que destacan los dos periodistas es la relación de Castro con los medios. “Muy educado, un trato de señor, de caballero. Por lo menos sabe que tu oficio es digno. Se para y con una sonrisa dice ‘entenderás' que no pueda contarte eso'. No es fácil que se dé esto en la magistratura”, describen.
“Ella es más distante con los medios, pero educada”, comenta Álvarez sobre la jueza que ha provocado más de un dolor de cabeza en la Junta de Andalucía y que ha llevado el macrocaso de los ERE fraudulentos. Se llegó a convertir incluso en un “poder fáctico” en el sur, añade Rodríguez.
En este punto, comenta que a ella “le molesta sentirse utilizada. Además, en el debate se ha politizado su imagen. Ha terminado identificada como una especie de adalid del PP, mientras que en otros casos parece que determinados jueces son el banderín de enganche del PSOE contra el Partido Popular”. Por eso, prosigue, “da la impresión de que la defensa de Alaya ha sido cerrarse, blindarse ante el exterior, intentar trabajar sin sentirse afectada por ese clima que se había generado en el juzgado de Sevilla”.
En el mundo judicial su forma de interrogar ha sido muy comentada a lo largo de estos años. “La constante, según dicen muchos abogados, es que era bastante seca, agria, como que va a por ti con una idea fija. Sin embargo, en algunos casos ha adoptado una actitud totalmente contraria para conseguir lo que ella quería”, comentan los autores.
La historia de Alaya también es un retrato de las luchas de poder internas. “Llegó un momento en el que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía tenía que cortar eso, porque se estaba creando una situación ingobernable. De todas formas, es una tendencia que le pasa a muchos jueces con determinados sumarios y con la sensación de que deben acabarlos”, dice Rodríguez sobre el polémico relevo de Alaya por María Núñez al frente del caso. Una de las mayores críticas contra la jueza sevillana es que “construyó un sumario absolutamente ingobernable e inmanejable”, insiste. A la vez, Álvarez comenta que las “pruebas están ahora, había tanta gente y tan poco interrogada, que los plazos están prescribiendo”. Eso sí, la lucha entre las dos juezas es una de las más “gordas” que se recuerdan.
“Es una persona que parecía apocada, pero que tiene una gran riqueza por dentro. Descubres elementos que te sorprenden, desde su infancia, el humanismo en sus estudios, el amor a la tierra. Es muy sorprendente, le gusta el heavy metal, toca la guitarra, a la vez es muy hogareño, muy buen papá. Nunca tiene un mal gesto. Tiene un trato de señor. Es muy buena persona”, dibuja Álvarez sobre la personalidad del juez de casos como Gürtel, los papeles de Bárcenas y el fichaje de Neymar.
Además, añade Rodríguez, es un “ejemplo” contra los prejuicios. “Yo era de los que decía que Ruz nunca iba a ordenar el registro de la sede del PP. Estaba convencido. Pues un buen día de diciembre decidió que tenían que mandar a la Policía y no dudó ni un segundo. Cuando creyó que tenía que hacerlo no le tembló el pulso. ¿Presiones? Las ha debido tener todas”, opina.
“Cuando llegó a la Audiencia Nacional, Ruz tuvo que hacer un esfuerzo importante por varios motivos. Baltasar Garzón tenían equipo muy fiel, ya hecho, consolidado, y tenía que ganárselo. Tenía que hacer ver que hay otra forma de trabajar, otro ritmo, otra mentalidad pero con trabajo. Poco a poco fue ordenando lo que tenía que hacer”, recuerdan sobre su llegada a esa sala de especial sensibilidad. Todo un descubrimiento sobre la manera de ganarse a la gente de este juez, que hoy está destinado en Móstoles.
Álvarez reflexiona sobre la figura del juez de la Audiencia Nacional encargado de los casos Couso, Banco de Valencia o Gowex: “Muchos tenían la imagen cuando empezaban de jueces con la toga negra, con mucho poderío y autoridad. Parece que Pedraz no ha visto el ejemplo ahí. Es un chico moderno, le gusta ir a la actualidad, es capaz de ir más allá hasta en los trajes. Pero es igual de asequible que los demás, buena gente por dentro, te demuestra que no es pijo ni ácrata”.
Además, es “muy buen investigador, muy constante y con gran arrojo. Lo ha demostrado en situaciones muy complicadas y ha tenido mucho temple en situaciones muy complicadas, por ejemplo relacionadas con ETA. Es un tipo valiente”, agrega.
Hablar de Pedraz es adentrarse también en el tema de la Justicia Universal y su liquidación por ley por parte del actual Gobierno de Mariano Rajoy. En la Audiencia, señala Rodríguez, a los jueces “les ha molestado muchísimo. Ellos eran conscientes de que España se había convertido en un referente internacional, al menos en aquellos foros de defensa de los derechos humanos. Les ha dolido, les ha molestado”. En este sentido, apunta: “Para el Gobierno de turno, ya fuera del PP o del PSOE, se habían convertido en un problema diplomático, los jueces iban a su aire, no tenía el control de la situación”.
En su cabeza tiene uno de los asuntos más polémicos y delicados del país: el caso Bankia. Los temas económicos mezclados con la Justicia era un cóctel que espantaba a muchos españoles durante la época de bonanza. Ahora se han convertido en tema de conversación entre los ciudadanos a raíz de la dura crisis económica.
“Cuando llegó el caso Bankia, le cayó como un mazazo. ¿Qué hizo? Serenidad, calma, ‘vamos a estudiarlo’. Y fue comprobando hasta qué punto llegaba esa delincuencia. Va haciendo las cosas poco a poco, a veces innovando, pidiendo determinados documentos y papeles que jamás se habían visto en investigaciones así”, indica Álvarez, que añade que “para ver que ahí hay delito tienes que escarbar mucho, llegar ahí no es fácil”. Por eso es muy importante que el juez “tenga mucho sistema y mucho orden”.
Muchos jueces se han visto al principio “fastidiados” con estos casos económicos por “falta de medios y falta de preparación” para enfrentarse a esa “delincuencia organizada” sobre “finiquitos y cláusulas”. “O se entiende bien esa mecánica por dentro o no sabes cómo combatirla. Es un buen ejemplo de estudiarlo para que no vuelva a pasar y que nos chulee un banco”, señala Álvarez.
“Es un personaje muy especial”. Esta es la sensación que tienen sobre este juez de menores destinado en Granada y símbolo del cambio de mentalidad en nuestro país sobre este tema. Según Rodríguez, se trata de una “persona honesta, que dice que hay que trabajar y hacer cosas para que sirvan a la gente”. Desde el primer momento, recuerda, tiene “claro que su misión es defender el interés del menor, si hay que hacerlo por encima de la ley, se hace”. Sus sentencias han sido corroboradas por tribunales superiores en más del 90% de los casos, insiste.
“Es un hombre que está convencido de que tiene que impartir Justicia defendiendo los intereses del menor y aplicando sentido común”, añade. Además, Álvarez comenta que “está muy comprometido”. “Es un personaje que nos fascinó -añade-, esta forma tan natural de dirigirse, es un tipo que humaniza la Justicia”.
En esta línea, destacan sus sentencias “tan genuinas” y “su forma de transmitir”. Muchos presos, revela Álvarez, van a su despacho años después con sus hijos a “darle las gracias” porque un día los metió en la cárcel “para que aprendieran, para enseñarles hasta leer”.
Otro aspecto a subrayar de su personalidad, continúa Rodríguez, es que Calatayud “cree que la delincuencia juvenil no la pueden resolver los jueces, sino otras instancias. Por eso su labor educativa, su pelea con otras instituciones, contra la Junta de Andalucía o los ayuntamientos por permitir el botellón, por ejemplo”.
Estas son las luchas diarias. Los casos que sacuden España día a día. Y estos jueces representan, como dicen los autores, la última trinchera para los ciudadanos.