De Frank Underwood a Birgitte Nyborg: Lo que deben aprender nuestros políticos de las series
“Esto va a ser como Borgen”. La confidencia la hacía una de las personas más cercanas a Mariano Rajoy en la sede del PP en la madrileña calle Génova de madrugada tras las elecciones generales y después de haber estado horas sumando y restando diputados junto a su jefe.
Y es que la realidad supera con creces a la ficción. España vive unas semanas de absoluta incertidumbre política sin saber quién dirigirá su destino en los próximos cuatro años y si tendrá que ir a las urnas otra vez en junio. Unos días que recuerdan constantemente a la serie danesa, de la que son fans políticos como Pedro Sánchez, Cristina Cifuentes y Mónica Oltra.
Jornadas de declaraciones, reuniones y negaciones que han coincido también con el estreno de la cuarta temporada de House of cards, cuyo maquiavelismo elegante ha conquistado a parte de los políticos y a sus asesores. Entre ellos hablan de cada capítulo, además de comentar lo que falta para la próxima entrega de Juego de tronos y recordar las horas que pasaron viendo El ala oeste de la Casa Blanca.
¿Qué pueden aprender en estos momentos Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera de los protagonistas de estas series?
Despiadado, retorcido, intrigante, perturbador, malvado, inteligente, embaucador, taimado, electrizante, arrollador. De ‘látigo’ a presidente de los Estados Unidos. Ese es Francis -como diría su esposa, Claire-. Las punzantes andanzas de este político de Gaffney (Carolina del Sur) son la autopsia del lado más oscuro de la administración, las tripas malolientes del sueño americano.
Pero nuestros líderes pueden sacar conclusiones y aplicarlas. “Es el antihéroe y lo asume como tal. A partir de ahí toma una distancia entre la gestión política y lo que hace que es muy recomendable”, analiza Toni Aira, experto en comunicación política y coautor del libro Política en serie. Añade: “La mayoría de sus aspectos son negativos, pero a la vez tiene ese punto que engancha porque se lo toma como una autoparodia”.
Una de las cosas más interesantes de este personaje, continúa, es “la capacidad que demuestra de tener pocos escrúpulos a la hora de ponerse de acuerdo con quien haga falta para obtener un resultado”. “En la política española falta esa idea de entenderse con otros partidos por diferentes que sean si hay algún motivo que lo justifique o para tirar adelante”, apostilla.
Más escéptico se muestra el sociólogo y presidente de la Asociación de Comunicación Política, David Redoli. “Yo les diría que no aprendieran casi nada sobre él porque la realidad no es tan cínica como la muestra House of cards. Yo he estado cinco años en La Moncloa y he trabajado en La Casa Blanca y nunca vi algo tan cruel”. Aunque sí hay algo que aprecia de Underwood: “Lo que comprende ese protagonista es que la política no es solo táctica, sino también estrategia. Ahora en España están jugando mucho a la táctica, hay mucho corto plazo”.
Y hay otra cara del poliédrico personaje interpretado por Kevin Spacey que podría servir en el Congreso. A juicio del asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí, “hay un sentido del humor, hay cintura” y aquí “estamos demasiado rígidos”. “Sería bueno introducir más cintura, somos demasiado prisioneros de los arquetipos. Un punto de distancia, de ironía, incluso de humor e imaginación, vendrían bien”, apostilla.
De repente, una serie sobre política danesa se ha convertido en el mejor espejo de los pasillos del poder español. “Dinamarca no es Italia”, suelen repetir en esta ficción, pero cada día en el sur de Europa Madrid se parece más -políticamente- a Copenhague. Birgitte, una líder centrista, llega a ser primera ministra sin haber ganado las elecciones gracias a una compleja coalición de partidos e intereses. ¿Les suena la posibilidad?
“Es como la antítesis de Underwood. Tiene coherencia, ella también se entiende con personas y partidos muy diferentes pero si hay un buen motivo”, reflexiona Aira, que explica que “lo potente de ella es que sabe explicar por qué hace lo que hace en cada momento”. Esto es algo muy importante en España. “Ella respira autenticidad y credibilidad porque básicamente es una persona que sabe explicarse”, enfatiza.
Redoli lo tiene también claro y cree que nuestros dirigentes deben fijarse en “la necesidad de hacer cesiones y concesiones”. “Es una maestra sobre qué puede ceder y qué puede consensuar. Ella pone el foco en eso y escabulle la parte del conflicto. Tenemos que aprender eso”, resume.
“De esta mujer sí se puede aprender muchísimo”, agrega Gutiérrez-Rubí, que remarca su “sensibilidad, los matices, la tenacidad y la inteligencia natural, además del coraje”. Todos estos elementos determinan su manera de actuar y hay que aplicar la idea de que “a veces hay una tendencia a la complejidad en España que tampoco es necesaria”.
No es difícil imaginar a Pedro Sánchez sintiendo algo parecido a Nyborg mientras esperaba, en su caso al principio de la serie, a la reina Margarita para recibir el encargo de presentarse a la investidura. Lo que no saben seguro en Dinamarca es el grado de fanatismo entre nuestros políticos: Rosa Díez llegó a tener en la puerta de su despacho en la sede UPyD un poster de la serie.
Fue el primer fenómeno de las series políticas en los noventa. Conquistó a dirigentes y periodistas. Guiones milimétricos de Aaron Sorkin, cámaras que descubrían la otra cara de la Casa Blanca, el arte de crear discursos históricos y episodios memorables con música de Dire Straits, Jeff Buckley y Yo-Yo Ma.
En mitad de esta representación: el inolvidable economista, premio Nobel y presidente de los Estados Unidos, ‘Jed’ Bartlet. “Lo que tiene es una dimensión de estadista muy importante, es un personaje que trasciende incluso a lo que hemos visto en la política americana”, afirma Aira, que a renglón seguido dice que “tiene mucho conocimiento, mucha cintura, con un punto de experiencia y que sabe hacer lo pequeño en grande”. “Mucha gente critica que todo lo que le reviste tiene un punto de épica, que la serie está sobreactuada y alejada de la realidad, pero yo en este momento les reclamaría un poquito de esto a nuestro políticos, un poco de épica para demostrar un liderazgo que sepa poner las luces largas”.
Lo que hay que destacar, incorpora Redoli, es la importancia la “formación” del presidente. “Lo dibujan como un ilustrado, la política tiene mucho de conocimientos y de experiencia. Es importante que los políticos vean la importancia del conocimiento académico”, insiste. Según Gutiérrez-Rubí, “lo que pueden sacar de él es su determinación y la confianza en sí mismo, además de la convicción del ‘se puede, se debe y se hace”.
Esta serie es toda una obsesión para políticos como Pablo Iglesias y Alberto Garzón. Poder, conquistas, relaciones, secretos. En este arte de la guerra juega fuerte el personaje de Meñique, que se mueve con soltura entre las intrigas palaciegas y en cuya sangre parece que está vertida la esencia de la conspiración.
“Encarna el cálculo político al extremo y sabe adelantarse a la jugada que vendrá. Es la táctica pura, con capacidad de anticiparse al juego del adversario y tener presente que no estás solo, sino que hay un montón de actores que compiten contigo y muchos elementos que se conjugan en un momento dado”. Esto piensa Aira, que indica que los políticos deben “tener la virtud de saber qué va a salir de ese cóctel para adaptarse”. Por eso, deben estudiar como él “cuando los otros han dado un paso, ya lo había visto un rato antes”.
Coincide Redoli en que “en esta serie se ve que importa no solo el escenario, sino lo que se mueve fuera de él”. “Es magistral por eso”, añade en su argumentación, a la vez que relata que aquí también va a ser importante “lo que ocurre en Bruselas, en Washington, en Londres, porque va a influir en España si vamos a unas elecciones en junio”. España vive un auténtico juego por el trono de La Moncloa.
No todas las series políticas son dramas y miradas afiladas con bandas sonoras compuestas por imitadores de Wagner. Julia Louis-Dreyfus interpreta a esta tan imperfecta como irónica vicepresidenta de los Estados Unidos, con ganas de destripar el poder a base ironía y risas.
“Politics is about people” [La política trata sobre la gente], este es lema de la protagonista de esta comedia. Aira declara que “ella y su equipo, estando en el ojo del huracán y en una administración muy loca, no pierden el sentido del humor”. “Tiene ese punto de saber reírse de sí misma, y eso a los políticos a veces les va bien”.
“Yo no digo que los candidatos caigan en la frivolidad, pero que sepan extraer un poco de autoparodia y autocrítica, más cuando a menudo no entienden que hasta hacen reír”, agrega este experto en comunicación política.
Sobre esta vicepresidenta, Redoli opina que es un “personaje frivolón, pero la serie refleja una cosa muy bien: las relaciones personales”. “Estas cuestiones influyen mucho”, prosigue, a la vez que indica que, “por ejemplo”, hay que tener en cuenta aquí “la sintonía de Pedro Sánchez con Albert Rivera y no con Pablo Iglesias”. En este sentido, apunta que “hay una cuestión de piel, de simpatía y antipatía entre las personas y cómo se mueven por eso”.
“Les diría que tomen nota de lo importante que es todo eso”, remacha Redoli.
Las televisiones españolas no han conseguido todavía realizar una gran serie sobre nuestra política, pero las luchas por el poder en la península están excelentemente retratadas en la histórica Isabel.
“Lo que enseña es que, además de los líderes, la corte es importantísima. Si hacemos la traslación al siglo XXI, serían el equipo y los asesores, tan importantes como los líderes. Se refleja el papel de los que estaban alrededor de la reina", radiografía Redoli.
Pero, además, el personaje de la monarca -interpretada por Michelle Jenner- puede evidenciar “el punto” que tiene ir “contracorriente”, agrega Aira, que destaca el hecho de una mujer tuviera tanto poder en aquella época. “Yo no me cierro a que haya sorpresas, ese ir a contracorriente. En Cataluña hemos visto tantas cosas en los últimos meses que nunca pensamos que pasarían y en el último momento. Los políticos no pueden descartar nada, a veces lo más insospechado te puede desencallar la situación. Por eso, Rajoy es es uno de los personajes que lo tiene más difícil para sobrevivir porque está chapado a la antigua”, sentencia Aira.
Y algo más se puede extraer de la serie de TVE en opinión de Gutiérrez-Rubí: “Podemos estar unidos, pero no somos uno. No podemos confundir la unidad con la unicidad. Expresa que la diversidad no es un invento, no es una pose, es algo que está en nuestra Historia”.
Se acabó el capítulo hoy. Mañana otro más de The Moncloa.