Localizan más de 100 cuerpos de víctimas del fascismo en una fosa de Puerto Real (Cádiz)
No había documentos que marcaran su ubicación, ni tan siquiera su existencia. Quedaba el recuerdo, la memoria, el dolor fijado en aquel 1936. Ahora, tras dos años largos de trabajos discontinuos, está al aire la fosa común de Puerto Real (Cádiz), en la que por ahora se han localizado los restos de 104 personas asesinadas al inicio de la Guerra Civil (1936-1939). 85 de esos cuerpos han sido ya exhumados. Pero debe haber más, demasiados, casi 200 según los relatos de la época.
En años de congelación presupuestaria, de dotación cero para la Memoria Histórica por parte del Gobierno central, se ha logrado abrir esta herida en la tierra, para cerrar las heridas del alma de los familiares que, aún, tienen esperanza de enterrar en paz a los suyos.
Como informa la Diputación de Cádiz, los trabajos se han desarrollado en dos fases: la primera, iniciada en 2013, permitió desenterrar 35 cuerpos; ahora se les suma el resto, localizado en la segunda fase de excavación, retomada el pasado diciembre. Ya se han tomado 15 muestras de saliva a personas que quieren cotejar su ADN con el de los restos hallados, por si consiguen dar con sus familiares perdidos.
El arqueólogo Jesús Román afirma sin duda que estamos ante la "constatación de un genocidio", por el número de muertos y la violencia que evidencian los restos. Abundan, dice, las fracturas perimorten, es decir, causadas durante la muerte o alrededor de la hora de a muerte, lo que informa de unas terribles últimas horas de los asesinados. Muchos de los cráneos localizados tienen el tristemente conocido tiro de gracia. El 90% de los cuerpos tiene huellas de "episodios violentos". Junto a los huesos, munición (como las balas de la Pirotécnica del Sur de Sevilla, de donde se nutrían las tropas nacionales en el 36), restos de cal usada para descomponer más rápido los cuerpos y objetos personales íntimos, relato de las vidas segadas: zapatos, jirones de ropa, botones, peines...
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La fosa de Puerto Real no sólo contiene los cuerpos de los vecinos de esta localidad, sino que en ella fueron malenterrados ciudadanos (republicanos declarados, afines, víctimas de rencillas que se vengan en la guerra...) de toda la Bahía de Cádiz, de Benalup, Chiclana o la propia capital. En la zona casi no hubo guerra, sino una aplastante victoria de los insurrectos que aplastó toda respuesta. Entre las víctimas se busca a los últimos alcaldes de Puerto Real o San Fernando, maestros de escuela, periodistas, campesinos, metalúrgicos, personal de Astilleros... Se calcula que los muertos tenían entre 17 y 62 cuando fueron represaliados, y que entre ellos habría únicamente una mujer.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica explica que las víctimas eran trasladadas por las vías del tren hasta el cementerio portorrealeño, donde venía el fusilamiento. Los cuerpos quedaban tirados en la zona, junto a esas vías, como lección para los trabajadores de los campos y la zona industrial de los alrededores. Cuando el escarmiento era evidente, los echaban en la fosa común, en cal viva. Por supuesto, ninguno de los muertos tuvo un juicio justo o se le abrió causa por delito alguno.
Durante décadas, el enterramiento ha estado oculto bajo otras tumbas del cementerio y una plancha de hormigón, marcado apenas por las pistas de los ancianos del lugar, niños en la guerra. Había algunos documentos de enterramiento en los archivos y muy pocas órdenes de ejecución y consejos de guerra. Fue en 2010 cuando se encontró al fin; a 80 centímetros tierra adentro apareció el primer hueso. Esperando.
Ante los avances de los trabajos, la diputación gaditana suscribirá en breve un convenio con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Puerto Real para regular el pago de 10.000 euros con los que se contribuye a los estudios antropológicos que se realizan sobre los restos exhumados. Hoy es uno de los escasos lugares de España en los que aún hay dinero -aún sacado con mucho esfuerzo- para abrir fosas, a lo que se suma que Puerto Real es un extraño caso de exitosa cooperación institucional, porque han arrimado el hombro la Junta de Andalucía más las instituciones provinciales y locales. Todavía hay esperanza.