¿Cómo sería un gobierno de Trump?
La carga retórica de Trump da algunas pistas de cómo actuaría como líder.
FORT WORTH, Texas (Estados Unidos) - Donald Trump estaba sirviendo su plato estrella de insultos personales, demagogia y fanfarronería el pasado viernes en un mitin cuando una integrante del público decidió que ya no podía más.
"¡Deje de decir tonterías, Donald!", gritó la mujer. "¡Díganos su plan de verdad! ¿Qué es lo que va a hacer?", le espetó.
Tal y como explicó a los que tenía cerca, la mujer no era una manifestante ni una opositora. Dada la posición de Trump como favorito para ganar la candidatura republicana, solo tenía curiosidad por oír lo que tenía planeado hacer si llegaba a ser presidente.
Pero como Trump seguía con sus artimañas, la mujer tardó poco en rendirse y en unirse a las filas de los cientos de personas que salían del Centro de Convenciones de Fort Worth.
La frustración de esa mujer con Trump era un claro reflejo de la dinámica que este último se había limitado a seguir desde el mes de junio: hacer un montón de promesas sin explicar de ninguna manera cómo pretende cumplirlas.
Trump afirma que vencerá al Estado Islámico. ¿Cómo? Pues "bombardeándolos".
Trump dice que abolirá la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, promulgada por Obama. ¿Y con qué la reemplazará? Con algo que sea "muchísimo mejor", por supuesto.
Trump presume de que va a construir un precioso muro en la frontera con México. ¿Y cómo piensa conseguir que el Gobierno mexicano sea el que lo pague? Simplemente, piensa ordenárselo.
Para cualquiera que se haya propuesto entender cómo sería una administración Trump, la estrategia del candidato —que consiste en hablar sin especificar— supone un gran obstáculo.
"En cierto modo, lo que complica más la especulación sobre Trump es su retórica", explicó el vicepresidente del Cato Institute, John Samples. "Es decir, no hay nada detrás de todo eso. Y, además, tampoco ha asumido la responsabilidad de nada de lo que ha dicho, así que no se sabe cómo será su mandato".
Puede ser difícil adivinar cuántas de las propuestas de Trump funcionarían si se pusieran en práctica, pero lo que sí es fácil es llegar a la conclusión de que el mundo se convertiría en un lugar diferente en el momento en que Trump pusiera la mano sobre la Biblia para jurar el cargo de presidente.
La indignación que ha desatado a nivel internacional por su propuesta de prohibir la entrada a los musulmanes a Estados Unidos es solo un ejemplo más de ello.
Y Trump ha dejado bien claro que si fuera presidente gobernaría desde una perspectiva autoritaria que implicaría la satisfacción de su sed de venganza personal, la búsqueda de nuevas formas de trabajar separado del Congreso y el desafío al papel de las cortes.
Fijémonos en lo que ha sugerido Trump con respecto a limitar la libertad de prensa en el mitin que dio en Fort Worth.
"Voy a facilitar las demandas por difamación, para que cuando los medios escriban artículos deliberadamente negativos, horribles y falsos podamos demandarlos y sacarles un montón de dinero", declaró Trump. "Vamos a facilitar las demandas por difamación para que cuando The New York Times publique un completo escándalo o cuando The Washington Post, que está ahí por otras razones, escriba un artículo podamos demandarlos y ganar dinero en vez de no tener ninguna oportunidad de ganar porque estén totalmente protegidos".
Para que el presidente Trump pudiera cumplir esta promesa en particular, tendría que presentar una petición ante el Tribunal Supremo, que en su veredicto en el caso New York Times contra Sullivan, en 1964, estableció una serie de medidas de protección para que los periodistas pudieran informar sobre personajes públicos sin miedo a las repercusiones legales.
¿Y si fracasa en su intento de convencer a todas las facciones del gobierno federal para hacer lo que quiere? En ese momento dará comienzo la verdadera crisis en Estados Unidos.
De hecho, ya hay tensión. El exjefe de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense, Michael Hayden, afirmaba hace unos días que si Trump intentaba cumplir su promesa de matar a los familiares de los terroristas, el ejército estadounidense se negaría a obedecer.
"No se pueden obedecer órdenes inmorales", explicaba Hayden en el programa de televisión Real Time with Bill Maher. "Se trataría de una violación de todas las leyes internacionales sobre conflictos armados".
Aunque se las arreglara para evitar la calamidad constitucional que supondría un enfrentamiento entre la Casa Blanca y el ejército, Trump no ha puesto mucho empeño en ocultar su debilidad por el gobierno autoritario.
Donald Trump no es precisamente el mayor fan de la libertad de prensa.
Después de todo, se trata de un hombre que no escatima en elogios para Vladimir Putin, destacando las habilidades de liderazgo del ruso con una admiración particular.
Mientras otros candidatos republicanos critican de una forma coherente la administración del presidente Barack Obama, Trump ha dejado claro que pretende utilizar el poder ejecutivo para actuar cuando el Congreso no actúe.
Su postura con respecto al Tratado de Libre Comercio de América del Norte es un buen ejemplo.
"Lo renegociaremos o lo romperemos", aseguró Trump en el programa 60 Minutes cuando se le preguntó por dicho tratado.
Muchos de los que apoyan a Trump creen que su flexibilidad ideológica es uno de los mejores valores que puede aportar a la Casa Blanca. Una realidad preocupante para el senador Marco Rubio (por el estado de Florida) y el senador Ted Cruz (por el estado de Texas), que han intentado pintar al favorito como insuficientemente conservador.
El anterior candidato republicano al puesto de gobernador de New Hampshire, Andrew Hemingway, reveló a la edición estadounidense del HuffPost que esperaba que Trump fuera "una combinación de Reagan y Kennedy".
"Un gobierno de Trump significaría tener como principal objetivo eliminar el derroche y el fraude", explicaba Hemingway. "Lo demuestra en su forma de llevar su propia campaña: austera, sencilla y muy eficaz. También será el presidente más trabajador de la historia. Hará grandes cosas que casi todo el mundo dirá que son imposibles".
Las conversaciones que tuvimos con los simpatizantes de Trump en su mitin el pasado viernes revelaron unas expectativas similares: que Trump resolvería la difícil situación fiscal del país y pondría fin a lo que mucha gente considera una serie de prolongadas estafas al pueblo por parte del Gobierno estadounidense.
Y no están especialmente interesados en la idea de seguir trabajando dentro de las normas de gobierno establecidas.
"Es un hombre de negocios, así que, teniendo eso en mente, espero que dirija el país como si de una empresa se tratara", declaraba Phyllis Goodman, de Fort Worth. "Espero que se deshaga de los vagos".
Dyron Miller, que estaba vendiendo sombreros y camisetas de Trump a 20 dólares la unidad en el exterior del centro de convenciones, aseguraba que el presidente Trump encontraría una manera de reducir los trámites burocráticos de la Administración de Veteranos de Guerra y utilizaría su actitud de confrontación para conseguir otros objetivos.
"Yo soy veterano de guerra, y Trump nos apoya; y si te fijas en el sistema de la Administración de Veteranos, no está hecho para ir todo lo rápido que debería", exponía Miller. "Necesitamos a Trump. Lo que necesitamos ahora mismo es un estilo como este. Porque con todo lo demás estaríamos retrocediendo. Trump va a ser el que trabaje a pleno rendimiento".
De hecho, para muchos de los que le apoyan, el desprecio absoluto que demuestra Trump ante los controles y balances es uno de sus principales encantos.
Carole Ann Brooks —que anteriormente era secretaria de un colegio público y ahora trabaja para la empresa de tejados de su padre— se describió a sí misma como una persona "no interesada en política", pero añadió que la candidatura de Trump había hecho que se metiera en el tema.
Brooks explicó lo mucho que le sorprendía el derroche que había tenido la oportunidad de presenciar cuando trabajaba en el colegio y que esperaba que Trump aplicara sus técnicas empresariales para que el gobierno funcionara con mayor eficiencia.
"Creo que alguien como Trump, que no tiene esa actitud de defensor de los derechos, como los demás, sería genial", afirmaba.
Pero ¿y si el Congreso no comparte sus objetivos?
Cuando se le preguntó por la posibilidad de que una obstinada rama legislativa se negara a llevar a cabo muchos de los planes de Trump, Brooks se mostró indiferente.
"Va a ser el presidente", contestó. "O le escuchan, o se van".
Nota del editor: Donald Trump es un mentiroso compulsivo, un xenófobo, un racista, un misógino y un agresivo que ha prometido en repetidas ocasiones que prohibirá la entrada a todos los musulmanes —1.600 millones de personas pertenecientes a una misma religión— a Estados Unidos.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.