Así se muere en las cárceles de Siria
Su apretón de manos es firme, una reivindicación de vida. Sabiendo que Mazen Darwish se pasó cuatro años en las cárceles del régimen sirio sólo por ejercer como periodista, que lo intentaron embrutecer con la tortura sistemática, quizá podría esperarse un gesto cansado, desconfiado, derrotado. Pero no. Es un superviviente, refugiado escapado a Alemania, intelectual lúcido de su país que aún tiene voz -pese a los intentos por acallarla- para denunciar lo que su presidente, Bachar el Asad, y los grupos extremistas que se han hecho fuertes en su país -Estado Islámico, Al Nusra- hacen contra quien no comulga con sus principios. "¿Qué cómo es la vida en las prisiones de Siria? Mejor pregunta cómo es la muerte en esas celdas", replica con ojos entristecidos.
Detenciones arbitrarias, malos tratos, inanición, salvajismo, muerte. Lo que cuenta la propia carne de Darwish es lo que esta semana ha sacado a la luz el último informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que denuncia el "exterminio" de miles de detenidos por no ser leales al régimen sirio o, los menos, precisamente por lo contrario. 621 entrevistas a supervivientes, familiares, abogados y trabajadores de las prisiones que dan cuenta de golpes hasta la muerte y mutilaciones, alimentos podridos, falta de agua y de atención sanitaria... Si en 2014 se estimaba que 11.000 personas habían muerto entre rejas en Siria desde marzo de 2011 -cuando comenzó la fallida primavera trocada en guerra-, hoy las ONG locales elevan la cifra a 60.000, al menos. Hay más de 100.000 detenidos políticos de los que se desconoce, además, su paradero.
UNA CRISIS URGENTE
Naciones Unidas sostiene que hoy hay "decenas de miles" de arrestados por el gobierno sirio, lo que ha convertido su protección en una "crisis urgente", dado el número tan elevado de reclusos que no salen con vida de estos recintos. Habla de "cuadro aterrador" por la "magnitud" de las violaciones de derechos humanos que se registran, que lejos de reducirse van a más cuanto más se enquista el conflicto. "Hay una escalada de desprotección", denuncia. Existen cuatro grandes brazos ejecutores: la Inteligencia Militar, la Política, la General y la Fuerza Aérea. Cada cual mantiene condiciones más "infrahumanas" que el anterior. La orden es transparente: no se trata de casos aislados dependientes del humor de cada ejecutor, sino que la cadena de mando tiene clara la premisa de torturar y humillar. Sin que haya rendición de cuentas alguna, además.
Los apresados -dice el informe de la ONU que puedes consultar, en inglés, al final de esta noticia- suelen ser varones mayores de 15 años, "arbitrariamente detenidos" por hombres armados a la orden de Asad. A veces también se han llevado a mujeres e, incluso, se han documentado casos como el de un niño de siete años en "custodia" del Ejército de Damasco.
La mera sospecha de simpatía con la oposición basta para el arresto. Eso, y las rencillas pendientes de tiempos de dictadura sin guerra. Una vez encerrados, los presos no suelen tener relación ni con sus abogados ni con sus familias, son golpeados durante los interrogatorios y sometidos a una vida precaria: se les da comida podrida o apenas se les alimenta, a veces beben el agua de las letrinas, no reciben tratamiento médico si tienen enfermedades crónicas o ante las nuevas heridas, lo que genera numerosas diarreas, gangrenas, infecciones...
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Cadáveres de presos, retratados en un centro de retención de Damasco. Las imagen forma parte de un informe de denuncia de Human Right Watch.
Los guardias, abunda el informe, empapan de agua fría a los presos, por si su debilidad no fuera ya extrema. Son abundantes los casos de anemia, alteraciones de la tensión, diabetes, daño cardiaco... Lo mínimo que sufren estos reclusos es una "severa pérdida de peso" durante sus reclusiones. También son numerosos los casos de abusos sexuales y violaciones, de humillación sexual y trato degradante: tocamientos, descargas eléctricas en los genitales, amenazas de violación a miembros de la familia...
Un cúmulo de brutalidades destinadas a deshumanizar a los presos que hacen que, a veces por su voluntad, acaben dejando de comer o de beber, tengan alucinaciones o problemas psiquiátricos. "Cuando te tratan así a diario, dime cómo se mantiene la esperanza", resume Yara Bader, también periodista, esposa de Darwish y su continuadora al frente del Centro Sirio de Medios y Libertad de Expresión, que lo acompañó en prisión durante un año y junto a 15 colegas más. Hija de otro informador arrestado por el padre de Assad, Hafez, sabe bien que la guerra sólo ha acentuado una práctica "habitual" en los 50 años que Siria lleva viviendo bajo una dictadura. Un "clásico", dice, es el hacinamiento: "cien personas en una celda para 20, en pie, sin poder tumbarse ni a dormir", dice Bader. La ONU ratifica la veracidad de testimonios como este.
CASTIGO MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
El régimen no sólo se contenta con matar, explica Naciones Unidas, sino que tortura a las familias tras el asesinato de los suyos. A veces, los cuerpos son abandonados en las calles sin más explicaciones; en otras ocasiones, son transportados por otros presos hasta los baños comunes, donde los tienen durante horas hasta que son llevados a un hospital militar donde se les hace el papeleo básico -y falso, apuntan los expertos- antes de ser enterrados en fosas comunes, habitualmente sin avisar a sus allegados.
Muchos certificados de defunción se firman en masa, cambia sólo el nombre del muerto pero se les pone la misma fecha de nacimiento, el peso, la altura y el motivo de la muerte. Cuántos presos fallecen por ataques al corazón... Saber dónde han estado encerrados es casi milagroso, ese dato no suele aparecer. A los que se les devuelve el cuerpo de su familiar, se les obliga a firmar antes un documento que indica que ha sido asesinado por "terroristas". El Estado no aparece. Manos limpias, pese a que las muertes son "intencionadas", declaran los expertos del Consejo de Derechos Humanos.
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Una detenida, identificada como Rehab Al Alawi, antes de ser arrestada y tras su muerte en un centro del régimen en Damasco.
Durante el cautiverio, el Gobierno aplica una confiscación de bienes masiva como castigo, añade el Centro Sirio de Estudios e Investigaciones Legales, con sede en Alemania. Este castigo se empezó a aplicar mientras estuvo activo el estado de emergencia en Siria pero, una vez anulado, sigue en vigor.
Esta ONG denuncia que la represión conocida en 2014 -cuando el diario británico The Guardian hizo públicas las imágenes aportadas por tres jueces de La Haya en las que se veían las primeras víctimas de las cárceles del régimen- se ha quedado "en pañales" frente a la "ferocidad" de la actual. Hay al menos 27 centros de tortura documentados hoy. "Garrotes, cables, descargas, electrodos, humedad, frío, quemaduras, estiramientos, golpes en la cabeza... Multipliquen por cada día de los cinco años que llevamos de guerra", dice el Centro en una carta remitida a la Unión Europea.
Y LOS QUE NO SON ASAD
La ONU constata que, al igual que el régimen podría estar cometiendo crímenes de guerra con estas detenciones y lo que conllevan, determinados grupos opositores están repitiendo esas mismas violaciones. Grupos como el ISIS o Al Nusra (el brazo local de Al Qaeda) toman rehenes en los territorios que dominan, a los que encarcelan, vejan e incluso matan. En algunas zonas, se excusan en la aplicación de la sharia o ley islámica, interpretada con el rigorismo propio de los yihadistas. En otros casos, es sencillamente la caza al afín al régimen.
También ellos han creado centros de reclusión en los que se aplican torturas. Naciones Unidas recoge, por ejemplo, el caso de un joven de 27 años sacado de su celda por el Estado Islámico, golpeado con una barra de hierro y finalmente asfixiado. O ajusticiamientos masivos -tiros, decapitaciones- teatralizadas y recogidas en vídeos de propaganda. Las cárceles de los islamistas se están convirtiendo en un objetivo prioritario de los ataques aéreos del Ejército sirio y de su principal valedor, Rusia.
El Observatorio Sirio por los Derechos Humanos denuncia que la amnistía del Gobierno de 2011, poco después de las primeras protestas pacíficas en el país, sacaron a la calle a los actuales líderes del Daesh o Al Nusra y que algunos de ellos son los que hoy comandan estos centros de reclusión, cárceles en las que el rastro de los presos se pierde, no hay ni la mínima burocracia que se le reclamaría a una administración al uso, aún como la de Damasco. Esta liberación " supuso un fomento de la violencia de grupos rebeldes y un empeoramiento de las condiciones de apresamiento de los leales a Asad", indica la ONG. La información ha sido confirmada a distintas Inteligencias occidentales por ex funcionarios de seguridad del propio gobierno.
"HITLER APRENDIÓ DE ASAD"
Mazen Darwish (1974) y Yara Bader (1985) se dedicaban a contar las aristas de su país antes de su arresto. La vida, maldita, siempre acaba por colarse en las noticias, y en Siria la vida no sólo era la que pintaba el régimen, sino la que hacían cada día los disidentes, los asfixiados, los cansados de 50 años de mano dura. Están vivos de milagro, pero aún gritan. Ahora han estado en España de la mano de Reporteros Sin Fronteras, que durante su tiempo de cautiverio ha seguido sus casos. Mazen ha estado apadrinado por colegas de profesión como Pedro Piqueras y Gorka Landaburu.
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Yara Bader y Mazen Darwish, periodistas sirios refugiados en Alemania, en su comparecencia con Reporteros Sin Fronteras España.
Ellos denuncian que el 85% de los intelectuales sirios están hoy fuera del país, tras escapar de las garras de Asad, y entre ellos se encuentran casi todos los periodistas no seguidistas. "Decenas" de sus colegas están en paradero desconocido. 29 saben, seguro, que siguen en la cárcel. Son sometidos, como ellos mismos, a juicios militares, ya que en ocasiones se les acusa de "difundir actos terroristas" como manifestaciones.
En esas vitrinas de salón que no tienen, porque ahora viven en una minúscula villa alemana como refugiados, podrían colocar todos los premios que han recibido por su labor, de la UNESCO, el Pen Club o RSF, pero lo que ansían no es la gloria, sino "contar". "Que nadie diga que no sabía lo que pasaba en Siria", resume Yara.
La prensa, como ejemplo del libertades, está "entre la espada y la pared" de las cárceles del régimen y las de los opositores armados. "Nadie en la comunidad internacional se para a escuchar lo que suponen esos cautiverios", se duele esta joven periodista, antes de la guerra una esencial cronista cultural y colaboradora de medios europeos. "Al yugo de muchos años sin democracia hemos sumado ahora la persecución sistemática sin límite", abunda. "Nosotros hemos podido nacer de nuevo pero ¿y los demás?".
Su esposo y colega, que se ha dejado cuatro años en las cárceles de Asad, no duda en calificar de "maestría" el refinamiento de la tortura de sus esbirros. "Antes de la primavera, venían a sonsacarte información. Tras 2011, querían venganza de todos: políticos, profesores, reporteros... Es gente que disfruta con lo que hace. Adolf Hitler es un alumno del dictador, Asad aplica una mezcla de nazismo con lo peor del comunismo de Joseph Stalin. Su mayor empeño es que los encarcelados pierdan toda fe en la vida y la dignidad, que se vengan abajo. Su crueldad es infinita", relata.
En cárceles como la de Tadmur, en Palmira, uno de los agujeros negros del sistema penitenciario de los Asad y ahora bajo poder del ISIS, tienen amigos y conocidos que han "enloquecido" perseguidos por las ratas o a los que asediaron con perros "hasta hacerles olvidar sus nombres". "El propósito es anular a alguien que piensa. La caza es tan intensa, dentro y fuera de la cárcel, que sientes que no puedes confiar en nadie, todos te parecen infiltrados de Inteligencia", se duele Yara.
El mundo, dijeron ante la prensa convocada por RSF, tiene que saber que en Siria "no viven animales, sino personas, gente civilizada que merece una vida mejor". "¿Alguien se va a dignar a actuar?", concluye Darwish.
Informe de la ONU sobre muertes de detenidos en Siria