Datos que desmontan los falsos mitos y leyendas sobre la inmigración
La llegada masiva de refugiados está resucitando algunos de los viejos mitos sobre los migrantes. Que si nos van a quitar el trabajo, que si se van a llevar las ayudas sociales mientras cientos de miles de familias europeas viven en la pobreza, que si son una invasión. El discurso xenófobo de líderes políticos, como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que afirmó que ponen en riesgo la cultura y la identidad europea, o los mensajes alarmistas como el del ministro de Interior español, Jorge Fernández Díaz, que dijo que entre los refugiados podían llegar terroristas yihadistas, avivan la narrativa que apela al miedo.
"Son mensajes peligrosos que pueden provocar un impacto fatal en la sociedad española, y en cualquier sociedad. Tenemos que cuidar muchísimo lo que decimos, entre otras cosas porque esto puede fomentar actitudes de rechazo, provocar un miedo infundado, y confundir a la opinión pública", advierte María Jesús Vega, portavoz de ACNUR en España, que nos ayuda a desmontar algunos de los mitos más extendidos. Su organización trabaja con los refugiados, pero los mensajes falsos son extensibles también a los migrantes, que no huyen de la guerra pero sí de la pobreza extrema y también se juegan la vida en su periplo hacia una vida mejor. La UE los tiene además en su punto de mira y piensa expulsar a cientos de miles en los próximos meses.
Pero antes de empezar, un recordatorio de Vega: "Es importante que sepamos que su principal objetivo es volver a sus países en el momento en que la situación que motiva su salida ha cesado. No vienen por gusto. No dejan todo -su casa, su familia, su trabajo, todo lo que tienen y han construido-, y ponen en riesgo su vida y la de sus hijos, por placer. Lo hacen porque no tienen otra opción. Porque el resto de opciones ha fallado ya".
No hay más que mirar el porcentaje de población activa que está sin empleo para comprobar que la crisis ha tratado peor a los migrantes que a los autóctonos. Mientras la tasa de paro de los españoles está en el 20,13% (datos de la EPA del tercer trimestre de 2010), la de los extranjeros es del 28,94%.
Además, "muchos de ellos traen otras capacidades en distintas áreas que a lo mejor no las tenemos aquí, por ejemplo en cuestiones como el idioma, o formación complementaria", como señala Vega.
Otro aspecto importante: "La mayoría de los estudios (European Commission, 2006) recomiendan un abanico de políticas a largo plazo (...), combinadas con un flujo sostenido de inmigración, para garantizar la sostenibilidad del sistema actual de pensiones y de protección social", como afirma en un estudio del Real Instituto El Cano Teresa Castro Martín, demógrafa y profesora del CSIC que investiga el impacto de la inmigración para aliviar el envejecimiento de la sociedad europea.
Tampoco hay que olvidar, como recuerda Vega, que "los refugiados, los inmigrantes que llegan, suelen coger los trabajos que no queremos el resto, los vacíos que hay en el mercado laboral". Si se comparan las estadísticas del tipo de ocupación, es evidente que en el reparto de empleos entre los trabajadores nacionales y extranjeros, los inmigrantes se dedican en mayor medida a trabajos no cualificados.
[Continúa después del gráfico]
El mundo es bastante más grande que la UE, que no es el objetivo principal de los migrantes y refugiados. De entre los principales 25 destinos de los migrantes, encabezados por Estados Unidos y Rusia, solo hay cinco de los 28 Estados miembro. Pero si miramos qué porcentaje de la población de un país representa la migración, solo encontramos al pequeño ducado de Luxemburgo, como muestra este gráfico del Migration Policy Institute:
[Continúa después del gráfico]
En cuanto a los refugiados, la portavoz de ACNUR tiene también cifras contundentes para contextualizar: "En el mundo hay 60 millones de personas desplazadas por conflictos; el 86% de los refugiados se encuentra en los países más pobres del planeta, es un hecho constatado, y sobre todo en países cercanos a las zonas de conflicto. En el caso de Siria, por ejemplo, Turquía, Libia, Jordania e Irak tienen prácticamente al 95 % de la población siria que ha salido, que son unos cuatro millones".
"Aquí llega una pequeña parte. El año pasado en Europa hubo en torno a 600.000 peticiones de asilo; este año evidentemente va a haber más. Es una gota en el océano si comparas esta cifra con 60 millones desplazados internos o solicitantes de asilo. Turquía tiene dos millones, Líbano 1.200.000 más medio millón de palestinos, en una población que tiene unos cuatro millones. Es como si aquí en España nos llegasen 12 millones de refugiados. Ningún país de la UE es más pobre que Etiopía, Turquía, Pakistán o Líbano, países que más refugiados acogen. Aquí en Europa tenemos 500.000 millones de habitantes".
Viktor Orbán, el ministro de Interior español, Jorge Fernández Díaz, y hasta el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, han agitado el miedo a que entre los refugiados que están llegando a Europa pueda haber terroristas yihadistas. Francesca Friz-Prguda, representante de ACNUR en España, desmintió categóricamente esta afirmación el pasado 23 de octubre en Madrid: "En casi cinco años de guerra en Siria y miles de movimientos de población, hasta ahora no ha habido ningún caso de infiltrado yihadista".
Su compañera, Vega, añade que "los refugiados son personas que huyen del terror. No son una amenaza, son amenazados". La portavoz de ACNUR pide "prudencia con el lenguaje y las alusiones bélicas" y recuerda a los líderes europeos que "no es incompatible proteger las fronteras con proteger refugiados".
Después de los atentados de París el pasado noviembre, la aparición de un pasaporte sirio, de un hombre que entró en Europa junto a refugiados a través de Grecia, sirvió para recargar este argumento al estilo os lo dije. Amnistía Internacional, a través de John Dalhuisen, Director del Programa Regional para Europa y Asia Central, pidió a los líderes europeos que no confundan el terrorismo con el aumento de personas refugiadas. "Son dos cosas distintas, y sólo una de ellas constituye una amenaza. Los dirigentes europeos deben distinguir cuidadosamente entre ambas, y tener claro que lo mejor para la seguridad de Europa no es dar la espalda a una crisis global de refugiados, sino garantizar la entrada ordenada, organizada y humanitaria de personas que huyen de horrores similares".
Hay estudios que demuestran empíricamente que no hay una correlación causal entre migración y criminalidad. Los investigadores César Alonso-Borrego, Nuno Garoupa y Pablo Vázquez analizaron en Does Immigration Cause Crime? Evidence from Spain (¿La inmigración causa delitos? Pruebas desde España), para la American Law and Economics Review, "el número de delitos por habitante en cada lugar y año, y, entre las variables relevantes, la proporción de inmigrantes según su origen y características (edad, sexo, educación e idioma)". Su conclusión: la inmigración no ha causado un aumento de la delincuencia en España.
Frente a las estadísticas que indican una correlación hay que tener en cuenta, como advierte María Jesús Vega y contrastan organizaciones como Cruz Roja, que en algunos conjuntos de datos sobre criminalidad se mezclan delitos con simples faltas administrativas como carecer de documentación o entrada al país de manera irregular.
Lo de justificar el endurecimiento de normas y fronteras para evitar el "efecto llamada", eso tan repetido por los líderes europeos, se desmonta con varios argumentos. El primero es de la representante de ACNUR Francesca Friz-Prguda, que por experiencia dice que "la Europa fortaleza es una ilusión y tenemos que ser muy conscientes. A las personas desesperadas no les las puede parar ni con vallas, ni con riesgos mortales para sus vidas, ni con la militarización de las fronteras".
María Jesús Vega, de la misma organización, recuerda que se recurrió a este argumento "cuando en 2013 el Gobierno italiano puso en marcha la operación de rescate Mare Nostrum. Cuando finalizó el operativo, con el que habían rescatado miles de vidas, siguieron llegando miles de personas. Aun sabiendo que no había posibilidad de rescate, continuaron saliendo y arriesgando sus vidas porque estaban desesperados". Lo hemos visto también con la valla que construyó Hungría. Ante la imposibilidad de entrar por ahí, el flujo de refugiados buscó nuevas vías de entradas en la UE.
Otro argumento lo ha dado el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, esta misma semana. La llegada de tres millones de inmigrantes no será un caos, sino elevará el PIB de la UE, titula lainformacion.com una noticia en la que se recogen declaraciones como esta del comisario: "Habrá un impacto sobre el crecimiento económico que podría ser leve pero positivo para la UE en su conjunto, e incrementar el PIB entre 0,2% y 0,3% en 2017".
De nuevo Orbán, el ultraderechista dirigente húngaro y sus ideas xenófobas. Dijo que "si no protegemos las fronteras, seremos minoría en nuestro propio continente", y después advirtió del riesgo de la llegada de refugiados musulmanes para la cristiandad europea.
"Esa afirmación pone en cuestión los valores de lo que la UE es o aspira a ser. Es fundamental preservar los valores de tolerancia, de respeto por la diversidad, de solidaridad, que es lo que nos va a dar a nosotros los mecanismos y las herramientas para los retos a los que nos tendremos que enfrentar en el futuro", recuerda Vega, que frente a esos mensajes responde que lo que pueden aportar quienes llegan es "una riqueza impresionante".
Y además, discursos como los de Orbán tienen otro riesgo: "Lanzar estos mensajes de intolerancia o de rechazo a determinados grupos religiosos es la mejor propaganda que se puede hacer para que grupos radicales capten a más gente".
Como explica Amnistía Internacional, el impacto fiscal de la inmigración en España, es decir, la diferencia entre las aportaciones que realizan las personas migrantes vía impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social y el gasto en servicios públicos, beneficios sociales y pensiones que reciben, arroja un resultado positivo que representa el 0,54 % del PIB, es decir unos 5.500 millones de euros. En otras palabras, las personas migrantes obtienen menos de lo que aportan, y disfrutan de menos beneficios sociales que las personas con residencia legal y las personas españolas. Esta noticia de finales de octubre, que informaba del saldo entre lo que aportan a las arcas públicas del País Vasco y lo que se gasta en ellos, lo confirma.
En cuanto a los refugiados, Vega explica que "las ayudas que reciben son pequeñas" y además, provienen de fondos que la UE da a los Estados para ese fin. El dinero se emplea en alojarles en centros de acogida durante seis meses, y facilitarles información sobre los más aspectos más importantes para manejarse en el país. "Después tienen que buscarse la vida", dice, sin perder de vista la dificultad extrema de empezar de cero, buscar casa y encontrar trabajo con la piel negra, un velo o un turbante.
Hay estudios, como recoge Amnistía Internacional, que demuestran que los extranjeros hacen menor uso del sistema público de salud que los autóctonos. En cuanto a la financiación, desde 1999 la Sanidad se paga a través de impuestos indirectos, como el IVA o el IRPF, y no mediante las cotizaciones a la Seguridad Social. Por lo tanto, los migrantes que al vivir en España consumen y pagan este tipo de impuestos, contribuyen también a financiar los servicios sanitarios. Y a pesar de eso, ahora mismo el Gobierno les excluye del acceso universal a la Sanidad pública.