Un palestino de Barcelona, acosado en su edificio de Tel Aviv por el miedo de sus vecinos
Ziad Zizo Abul Hawa es un palestino nacido en Barcelona que esta semana se ha visto, sin querer, protagonizando titulares y minutos de telediario en Israel.
El joven, de casi 28 años y residente en Tel Aviv -la capital de Israel-, se vio sorprendido cuando encontró en el tablón de su bloque un papel en el que alguien decía que no era muy seguro tener a un árabe en el edificio, ante la revuelta violenta que estos días se vive en la zona. El mensaje, en hebreo, decía más o menos así:
El joven se topó con la carta anónima y se hizo un selfie, cariacontecido, para compartir su decepción con sus amigos de Facebook.
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La reacción a este mensaje fue tan rápida, tan intensa, que todos los medios han acudido a por Ziad, a interesarse por su caso. Avalancha de mensajes de apoyo, vecinos que han ido a romper la carta, otros que han redactado misivas alternativas llenas de cariño -"Queda restaurada mi fe en la humanidad", escribe el joven barcelonés en su muro- o en tono irónico... Como ha explicado a la revista digital 972, no quiere "ser un símbolo". "Estoy agradecido por el apoyo, pero no estoy en condiciones de ser un símbolo de causa política alguna", indica.
Sin embargo, su estrambótica anécdota da cuenta del nerviosismo que existe en la zona en estas semanas y de la dureza de la vida que implica la ocupación. Por ejemplo, el chico se casó con su novio israelí recientemente y sus padres, árabes del este de Jerusalén -pretendida capital de un futuro estado palestino- no pudieron desplazarse a Tel Aviv, a una hora corta, por miedo a represalias y ataques. Su hermano, que sigue viviendo en Barcelona y tiene pasaporte jordano como muchos palestinos, necesitó un permiso de Israel para acudir al festejo. Cerca del lugar de la boda, un chico palestino de Haifa estuvo a punto de ser apaleado hace días por un grupo de nacionalistas israelíes. Un taxista judío lo salvó.
Abul Wawa lleva ya nueve años en Tel Aviv, donde trabaja en una compañía de seguros, y sostiene que tiene muchos amigos israelíes, una nacionalidad que ostenta, además. Por eso, pese a que en las redes sociales se estaba montando una manifestación de apoyo ante su casa, pidió que no se llevara a cabo. Unos le dicen, confiesa, que es demasiado amigo de los del otro lado, y al revés. Ojalá su caso sirva para echar un poco de sentido común sobre esta brecha casi eterna.