Un enfermero de MSF en Kunduz: "No tengo palabras para expresar esto. Es indescriptible"

Un enfermero de MSF en Kunduz: "No tengo palabras para expresar esto. Es indescriptible"

AFP

El enfermero de Médicos Sin Fronteras Lajos Zoltan Jecs se encontraba en el Centro de Trauma de Kunduz en el momento en el que el hospital fue golpeado por una serie de bombardeos aéreos. Ocurrió en plena madrugada del sábado 3 de octubre. Este es su testimonio de una experiencia que describe como “absolutamente aterradora”.

Estaba durmiendo en una de las habitaciones de seguridad del hospital. Alrededor de las 2 de la mañana, me desperté con el estruendo de una gran explosión. Indudablemente había sido cerca. Al principio no sabía lo que estaba pasando. Antes de ese momento, durante toda la semana pasada, habíamos oído bombardeos y explosiones, pero siempre sonaban mucho más alejadas. Esta era diferente; cercana y atronadora.

Al principio había mucha confusión y una enorme nube de polvo que se iba asentando. Mientras todavía estábamos tratando de averiguar lo que ocurría, empezaron a producirse más bombardeos.

Después de 20 o 30 minutos en los que no pararon de caer bombas, escuché que alguien gritaba mi nombre. Era uno de los enfermeros de la sala de emergencia. Se tambaleaba con una herida muy grave en su brazo. Estaba cubierto de sangre, con heridas por todo el cuerpo.

En ese momento mi cerebro no podía entender lo que estaba sucediendo. Por un segundo me quedé inmóvil, conmocionado.

Mi compañero gritaba pidiendo ayuda. No había morfina para parar su dolor. Hicimos lo que pudimos, pero no fue suficiente

Mi compañero gritaba pidiendo ayuda. En la habitación de seguridad tenemos un suministro limitado de elementos médicos esenciales, pero no había morfina para parar su dolor. Hicimos lo que pudimos, pero no fue suficiente.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó, pero pongámosle que fuera media hora desde el momento en el que cesaron los bombardeos. Salí del hospital con el coordinador del proyecto para ver lo que había sucedido.

Lo que vimos fuera es indescriptible: el hospital estaba destruido y varias salas completamente en llamas. No sé lo que sentí, de nuevo sólo conmoción.

Fuimos en busca de supervivientes. Algunos ya habían llegado a una de las habitaciones de seguridad. Poco a poco empezó a aparecer gente herida de todas partes, casi uno por uno. Entre ellos había algunos de nuestros colegas y también los cuidadores de los pacientes.

Tratamos de ver si podíamos entrar a uno de los edificios en llamas para ayudar a la gente. No era posible. No puedo describir lo que había ahí dentro. No hay palabras para explicar lo terrible que era. En la Unidad de Cuidados Intensivos seis pacientes estaban ardiendo en sus camas.

No hay palabras para explicar lo terrible que era

Fuimos a buscar a los compañeros que estaban trabajando en el quirófano en el momento en el que empezaron a caer las bombas. El panorama que vimos allí también era horrible. Un paciente estaba muerto en la mesa de operaciones, en medio de la destrucción. No podíamos encontrar a nuestro personal. Afortunadamente, después nos enteramos de que habían podido huir de la sala de operaciones y habían encontrado un lugar seguro donde protegerse.

Revisamos el departamento de pacientes hospitalizados. Por suerte no fue alcanzado por los bombardeos. Rápidamente nos aseguramos de que todo el mundo estaba bien. Y en una habitación de seguridad al lado, también estaban todos bien.

Luego, una vez de vuelta a la oficina, todo eran gritos y pacientes heridos por todas partes.

Fue una locura. Tuvimos que organizar rápidamente un plan para atender a las víctimas que llegaban en masa a la oficina, viendo qué médicos estaban vivos y disponibles para ayudar. Hicimos una cirugía urgente a uno de nuestros médicos. Lamentablemente murió allí, en la mesa de la oficina.

Vimos a nuestros colegas morir y eso es algo muy duro. Nuestro farmacéutico, con quien había estado hablando la noche anterior, con quien había estado haciendo el plan de trabajo para la noche, también murió allí, en nuestra oficina.

Los primeros momentos fueron de caos. Había sobrevivido suficiente personal, por lo que pudimos ayudar a muchos de los heridos que tenían heridas curables. Pero había demasiados. No pudimos ayudarlos a todos. Rápidamente vimos que en realidad no teníamos tiempo de tomar decisiones; todo estaba muy claro. Tratamos a las personas que necesitaban tratamiento y ya está. ¿Cómo se pueden tomar decisiones en medio de un caos así?

Algunos de mis colegas estaban demasiado conmocionados como para hacer nada. No podían parar de llorar. Traté de animarles para que nos ayudaran, de darles algo en que concentrarse y alejar sus mentes del horror, pero algunos estaban completamente paralizados. Ver a hombres adultos, ver a tus amigos llorando incontrolablemente, no es fácil de asimilar.

He estado trabajando aquí desde mayo y ya me ha tocado ver un montón de situaciones médicas difíciles. Pero cuando se trata de tus amigos es totalmente diferente.

Vimos a nuestros colegas morir y eso es algo muy duro

Son personas que han estado trabajando muy duro durante meses, y que no habían descansado un minuto durante la última semana. Personas que no habían ido a sus casas, que no habían visto a sus familias, que habían estado trabajando en el hospital para ayudar a la gente ... y ahora están muertos. Estas personas son amigos, amigos cercanos. No tengo palabras para expresar lo que siento. Es indescriptible.

El hospital ha sido mi lugar de trabajo y mi hogar durante varios meses. Sí, es sólo un edificio, pero es mucho más que eso. Es la única asistencia sanitaria que había en Kunduz. Ahora ya no está.

Mi corazón está destrozado. Lo que ha pasado es totalmente inaceptable. ¿Cómo pueden suceder cosas así? ¿Cuál es el beneficio? La destrucción de un hospital y de tantas vidas, para nada. No encuentro palabras.

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MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.