No hay que volverse locos con Trump... todavía
WASHINGTON -- El mundo está repleto de yonquis de la política preocupados por que nosotros, esos estadounidenses locos, vayamos a elegir al payaso racista, multimillonario y autoritario Donald Trump como presidente.
La inquietud es absolutamente comprensible.
¿Acaso Trump no está liderando las encuestas en popularidad? ¿Acaso no están los medios de comunicación estadounidenses obsesionados con él y con la audiencia que genera? ¿Acaso los mismos expertos que descartaban su éxito no se han equivocado una y otra vez? ¿Acaso no es el Gran Capital lo único que importa en las elecciones de EEUU? ¿Es que el lenguaje de Trump no es, a fin de cuentas, intencionadamente agresivo para llamar la atención no sólo en EEUU, sino en el mundo entero, sobre su programa de exclusión y rechazo a los inmigrantes?
Sí, sí, sí, sí y sí.
Pero nada de esto implica que Trump vaya a ser investido, el 20 de enero de 2017, 45º presidente de los Estados Unidos. Ni en 2017 ni nunca.
Para entender las razones debemos analizar la forma endiabladamente (¿maravillosamente?) larga, compleja y teatrera que tenemos los estadounidenses de elegir a nuestro Presidente.
Estos son los puntos clave que hay que recordar:
Un mes es un año y un año, toda una vida. Los acontecimientos se aceleran más que nunca, en gran parte porque la capacidad de atención nunca ha sido tan baja. Trump anunció su candidatura republicana hace exactamente tres meses. Por aquel entonces era sólo una lucecita en el radar de las encuestas nacionales. Ahora es una luz potente que puede quedar reducida a un anecdótico destello.
Nadie vota hasta el 1 de febrero de 2016. Eso son cuatro meses y medio hasta que los votantes republicanos puedan depositar sus primeros votos, en Iowa. ¿Puede Trump aguantar el ritmo agresivo de su candidatura antitodo? El paso de los días le irá convirtiéndolo, inevitablemente, en un candidato más normal.
Debates, debates y más debates. Los republicanos tienen previsto celebrar nueve debates hasta finales de primavera, cuando elijan a su candidato. ¿Podrá Trump realizar propuestas políticas reales y defender una administración creíble? No le va a quedar más remedio: sus bravatas no pueden ser eternas.
Y dinero, dinero y más dinero. Trump asegura que se "autofinancia" su campaña y que lo seguirá haciendo. Bueno, ¿y por qué no? Después de todo dice que su fortuna asciende a 10.000 millones de dólares. Incluso aceptando sus cifras, no está del todo claro de cuánto dinero puede disponer en realidad ni cuánto está dispuesto a gastarse. Uno o dos de sus rivales podrían ser capaces de reunir (y gastar) 500 millones de dólares. ¿De verdad quiere Trump invertir tanto? O para ser más específicos, ¿quiere su hija?
Los detalles. Trump ha presentado una sola propuesta política elaborada, relacionada con la inmigración. Está repleta de detalles polémicos sobre cómo devolver a los inmigrantes a su lugar de origen. Políticamente hablando, es su apuesta más segura para lograr el apoyo republicano. No obstante, ahora asegura que en breve presentará sus propuestas sobre impuestos. Su postura al respecto no es precisamente ortodoxa dentro del Partido Republicano, algo que podría hacerle perder impulso. Otras futuras propuestas también podrían resultar igual de complejas, también políticamente hablando.
El Establishment. Es bien cierto que hoy día los dueños del poder en el Partido Republicano no tienen mucho de lo que ser dueños. Pero ahora que vislumbran la posibilidad de recuperar el control de la Casa Blanca -- junto con el del Congreso y, en teoría, el del Tribunal Supremo de EEUU-- van a luchar hasta la muerte para mantener ese control sobre Washington y evitar que las extravagancias de Trump lo echen todo a perder. Les llevará unos cuantos meses elegir a su candidato, pero lo elegirán. Y cuando lo hagan, se desharán de Donald.
Trabajo de campo. Hasta ahora, Trump se ha especializado en mítines multitudinarios. Pero si quiere ganar en Iowa y New Hampshire --objetivos esenciales para seguir en la carrera-- va a tener que salir a cielo descubierto y enfrentarse a la impredicibilidad de las conversaciones cara a cara. Se le da bien arrollar a los candidatos rivales con un comentario rastrero, pero no se atreve a hacérselo a un potencial votante. Si diera ese paso corrompería la santísima aura servicial de la política estadounidense.
Su mensaje principal. La chispa que hizo arder la llama de Trump fue el terror racial y étnico. Consiguió ganar posiciones en política cuando cuestionó que el presidente Obama hubiera nacido en EEUU. Causó sensación cuando acusó a muchos inmigrantes mexicanos indocumentados de ser camellos y violadores. Estos comentarios le dieron una base, pero una base con límites. La mayoría de los republicanos no piensa de verdad que podrían ganar la Casa Blanca con el mensaje de odio que destila Trump.
Errores. Nadie, ni siquiera Donald Trump, puede superar una campaña entera sin dar un mal paso. Cometerá un error y será magnificado por su prepotencia.
La Convención Republicana. Los republicanos no elegirán oficialmente a su candidato presidencial hasta julio de 2016. La convención de este año tendrá lugar en Cleveland, el hogar de otro candidato presidencial republicano, el gobernador por Ohio John Kasich. No es precisamente el mejor contexto para un cambio político radical. Si para entonces Trump no ha ganado ya la carrera republicana, será incapaz de defender su candidatura en la convención.
La elecciones generales. Una de las rarezas de las elecciones estadounidense es que el país se pasa bastante más meses tratando de decidir quiénes serán los candidatos demócrata y republicano que eligiendo al Presidente. Los candidatos finales suelen estar más cuerdos y ser más moderados que los personajes excesivos que han dejado atrás. Todo gracias al remanente de un poderoso centrismo que, menos mal, aún prevalece en la política estadounidense. Las elecciones generales no serán hasta noviembre de 2016. Si Trump se las apaña para ganar la nominación republicana, todavía le quedaría demostrar ante millones de votantes, indecisos y moderados, que él no es un extremista.
Y si llega tan lejos, si consigue hacer todo eso, entonces ya no será Donald Trump.
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Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno