Un Erasmus para empaparse de Europa con dinero en el bolsillo

Un Erasmus para empaparse de Europa con dinero en el bolsillo

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Son jóvenes y pertenecen a una suerte de generación Ryanair, acostumbrados a moverse por Europa como quien deambula por una gran urbe en busca de trabajo o sencillamente diversión. Saben muy bien que la Unión Europea, con todos sus defectos y crisis múltiples, significa sobre todo un gran espacio de libertad en donde los límites pueden depender de uno mismo. En Bruselas, en estos días de sol y lluvia, en donde el verano se asoma y se despide a cada rato, seiscientos diecinueve becarios acaban de terminar una estancia de cinco meses trabajando en la Comisión Europea. El futuro de Europa depende en gran medida de su europeísmo y su talento para contagiarlo en un continente plagado de nacionalismos y “eurofobia”.

La stage, como se conoce en Bruselas a este programa, es quizás el proyecto de más éxito de la Unión Europea tras el programa Erasmus. En la década de los 60, la Comunidad Económica Europea – entonces formada por los seis países fundadores: Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo – lanzó su primer programa de prácticas. Desde entonces, no ha dejado de crecer, al ritmo con que se han ido ampliando los países que forman parte de la UE, hoy compuesta por 28 Estados. Las otras dos instituciones principales de la UE, el Parlamento Europeo y el Consejo también tienen programas similares, pero el de la Comisión es el más importante por volumen de participantes.

Cada año unos 1400 europeos (y algunos ciudadanos de otras partes del mundo) realizan una estancia de cinco meses en la Comisión Europea, divididos en dos turnos (uno de octubre a febrero y otro de marzo a julio). Los stagiaires prestan apoyo técnico en las distintas unidades de la Comisión. Reciben una retribución mensual de unos mil euros, lo que para la mayoría es suficiente para una vida austera alquilando una habitación en la capital de Europa. El programa es un éxito en la medida que inyecta europeísmo en los jóvenes, les da formación y les proporciona una red de contactos que será clave para su búsqueda de empleo posterior.

ESPAÑA E ITALIA, A LA CABEZA

Los únicos requisitos para optar a la stage son dominar dos idiomas europeos, debiendo ser uno de ellos el francés, inglés o alemán (lenguas de trabajo de las instituciones europeas) y tener una licenciatura (equivalente a tres años de estudio). Aunque solo esos requisitos no garantizan el acceso. Para el programa que acaba de concluir se presentaron un total de 15.863 candidatos, de los que sólo 619 lograron entrar por las puertas de la Comisión Europea. No es casualidad que sean Italia y España – dos de los países en donde el mercado laboral juvenil presenta una situación más difícil – quienes encabecen el ranking de candidatos.

Mauro Catasta, italiano de 32 años, ha hecho su estancia en DG FISMA, un área de la Comisión dedicada a banca y finanzas. Es abogado y está colegiado en Madrid. En español reconoce: “Soy de los mayores, creo que la media de edad es unos 27 años”. Su estancia ha sido una parada más de otras tantas que ha hecho en Europa y más allá. Formó parte del programa Erasmus, Erasmus Mundus y Leonardo, lo que le llevó a vivir en lugares tan distintos como Utrecht o Sudáfrica.

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Mauro Catasta ha logrado que le contraten unos meses más en su unidad

Catasta se muestra indignado con toda la retórica antieuropea que inunda los corazones de tantos jóvenes en Europa. “La gente no tiene en cuenta todas las cosas buenas que nos aporta la UE cada día: el open skies y la posibilidad de viajar a precios tan baratos, la bajada de precios del roaming… Es verdad que hay un problema de comunicación. Ojalá que todos los que son tan escépticos pudieran venir a trabajar a la Comisión un tiempo”. Ahora Mauro está ilusionado porque ha logrado que le contraten unos meses más en la unidad en la que ha hecho las prácticas.

Muchos stagiaires han logrado acceder al programa después de varios intentos. Es el caso de Fiorella Belciu, rumana de 24 años. Lo ha pedido tres veces y por fin lo ha conseguido. Su insistencia mereció la pena. “Hay mucha gente que conoce el programa y no lo pide porque piensa que es imposible acceder… Pero ¡quien la sigue lo consigue!”, afirma en un español que domina a la perfección desde que estudió en Madrid dos masters: en la Universidad Autónoma de Madrid y la Escuela Diplomática. Unos años antes hizo el Erasmus en Bolonia.

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Después de tres intentos, Fiorella logró entrar en las prácticas

“La stage es una experiencia que te cambia la vida. Y aumenta exponencialmente tus posibilidades de encontrar trabajo después. Aunque hay algo importante: es fundamental la actitud del becario para que en tu unidad cuenten contigo y te den tareas de responsabilidad”. En Rumania, que accedió a la Unión Europea en el 2007, la Unión Europea todavía representa la entrada a un nuevo mundo lleno de posibilidades que antes no existían. “En el este de Europa es una cuestión de orgullo poder decir que has venido a Europa y que has concluido tu misión con éxito”. A finales de agosto se incorporará a una ONG en Bruselas para trabajar en temas relacionados con la educación.

UN PROGRAMA QUE ABRE PUERTAS

La mayoría de los stagiaires ha estudiado carreras pertenecientes a la rama de las ciencias sociales, pero hay excepciones. Es el caso del español Eduardo Vega, de 31 años, ingeniero de energía. Originario de Madrid y con familia asturiana, lleva muchos años acostumbrado a vivir por el mundo. El programa Erasmus Mundus le llevó a residir en Edimburgo, Milán y Umea (Suecia). Vivió en Chipre – donde coincidió con la imposición del “corralito” en 2013 – y después vivió dos años trabajando en una obra en Yacuiba, Bolivia. La stage le ha permitido volver a Europa, tener un trabajo de oficina y vivir en la misma ciudad que su novia, que es rumana. “Ha sido una experiencia muy enriquecedora. La mezcla es increíble, producto de una gran multiculturalidad. A veces te encuentras hablando en dos idiomas distintos en una misma conversación… En España, cuando conté sobre mi estancia en la Comisión Europea nadie entendía nada. ¡Se pensaban que iba a estar cinco meses haciendo fotocopias!”. Eduardo realizará pronto una entrevista para tratar de ser contratado en otra unidad de la Comisión.

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Eduardo Vega, de 31 años, será entrevistado para trabajar en la Comisión

Matevz Gantar, esloveno de 27 años, también puede dar cuenta de las puertas que abre este programa. Con sólo un fin de semana de por medio, termina ahora su stage y empieza a trabajar en Salamanca, contratado por el Parque Científico de la universidad. Aprendió español cuando vivió en Colombia. Antes, había hecho el Erasmus en Suecia. Con su pelo largo y un piercing en la oreja, desafía los estereotipos sobre el burócrata de traje gris que gobierna Europa. “La stage se parece al Erasmus, aunque hay una diferencia importante: Aquí tienes cinco meses en los que no puedes dejar de pensar qué pasará el día después. En otras palabras: tienes que aprovechar el tiempo para buscar trabajo después de tu estancia”.

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El esloveno Matecvz Gantar, de 27 años, trabajará ahora en Salamanca

Garance Hadjidj, francesa de 27 años, a diferencia de tantos parisinos que aborrecen Bruselas - ciudad cercana y francófona, pero sin la majestuosidad de la capital de Francia - está deseando quedarse a vivir en la capital de la Unión

Europea. Tras su paso por DG Connect - unidad encargada de la agenda digital europea - está convencida de que algunas puertas se irán abriendo. Ahora vuelve a París pero mantiene la vista atrás. “Me voy a casa hasta que encuentre la forma de regresar a Bruselas… Aunque no descarto, claro, irme a otros lugares”.

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Garance, de 27 años, vuelve a París, pero buscará la manera de volver a Bruselas

Si hay un lugar que simboliza la explosión de júbilo que produce la stage es la Place Lux, como se conoce a la Plaza de Luxemburgo, en pleno corazón del barrio europeo y a las puertas del Parlamento Europeo, en Bruselas. A la salida del trabajo, cada jueves por la tarde, se produce una gran peregrinación de stagiaires. Desperdigados en los edificios que la Comisión tiene en distintos barrios de Bruselas, la Place Lux es su punto natural de encuentro. En primavera se produce un pintoresco macro botellón versión eurócrata. Las corbatas se aflojan y los zapatos de tacón terminan a veces agarrados con las manos. Las cervezas belgas se consumen al ritmo que impone una juventud europea que muere de ganas por devorar el mundo.

Pero, ¿es la Place Lux puro ocio? “La Place Lux tiene algo de teatro”, afirma Mauro Catasta. “Para algunos, que no se relajan, es una continuidad de la jornada laboral y exhiben su badge [el pase identificativo para acceder a la Comisión Europea] como para mostrar un trofeo”, concluye el italiano. “El ocio hay que administrarlo

con responsabilidad, para que sea compatible con el éxito de la stage”, asegura Fiorella Belciu.

En estos momentos todavía está abierto el plazo para solicitar la stage para el periodo marzo-julio de 2016 (concluye el 31 de agosto).