Martiño Noriega, alcalde de Santiago: "Pablo Iglesias no puede venir a Galicia con corsés previos"
Martiño Noriega (A Coruña; 1975) es una de las cabezas más visibles del éxito de las Mareas gallegas. En las elecciones municipales de mayo se convirtió en alcalde de Santiago de Compostela al frente de Compostela Aberta, la candidatura de unidad popular de la capital de Galicia.
Desde bien pronto ha dejado claros sus principios. Se ausentó de la ofrenda de Galicia al Santísimo Sacramento, anunció que no irá como delegado regional a la misa de la ofrenda al Apóstol del 25 de julio y colocó en su despacho un retrato del exalcalde republicano y galleguista Ánxel Casal, asesinado en 1936.
Médico y llamado a ser el sucesor del carismático Xosé Manuel Beiras, Noriega pelea ahora para que haya una candidatura potente de unidad popular en las elecciones generales. Quiere que el éxito de las Mareas gallegas se repita en todo el país. Pero advierte de que la tarea no es sencilla. Hace unos días se reunió con el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y del encuentro no salió ningún avance. Las mareas rechazaron la oferta de integrarse en el partido. Quieren la confluencia, pero sin siglas que la capitalicen.
¿A qué cree que se debe el éxito de las Mareas en Galicia, con victorias en A Coruña, Santiago y Ferrol?
Hay un proceso previo de maduración en la acumulación de fuerzas en el campo de la izquierda. En los años 90, el BNG llegó a ser segunda fuerza en Galicia cuando estaba liderado por Beiras, pero en 2012 también pasa algo interesante: la alianza en el campo partidario entre la izquierda nacionalista y la federal. Esos antecedentes hablan de un proceso de acumulación de fuerzas. Ahora, con las Mareas, hay un paso más en la complejidad del proceso. Las Mareas son un lugar de encuentro de gente que venía de la izquierda partidaria, tanto nacionalista como federal, y quienes venían de la izquierda social, de los movimientos como el 15M o Nunca Máis. Aquí las sumas multiplican y la participación adquirió una centralidad. Se demostró que el proceso de unidad popular con estas condiciones tenía una gran capacidad para disputarle la hegemonía al PP.
Alguna vez ha dicho que su victoria está siendo foco de atención en todo el Estado porque se trata de algo peculiar. ¿Qué peculiaridades tienen las Mareas?
Es una dinámica propia. Una vez escuché a un periodista en Madrid decir que la gente piensa que los cambios en el Estado empiezan por Madrid o Barcelona, pero que en 2012 comprobó que estaban empezando por Galicia. Hay un proceso de acumulación que rompió muchos tabúes, que puso sobre la mesa que todo el mundo renunciaba a su programa de máximos por el momento de emergencia social. Todo eso se ha potenciado con las Mareas.
Ese éxito, ¿en qué posición cree que ha dejado a Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta?
Feijóo aún se está haciendo preguntas a las respuestas que le está dando la gente. No sólo él, sino los representantes de la vieja política. Ahora nos vamos a jugar en un periodo de dos años la posibilidad de abrir una nueva etapa, de entrar en un proceso de procesos constituyentes, o únicamente realizarle un lifting al régimen del 78, que muestra síntomas de agotamiento. Feijóo opta por lo segundo y el éxito de las Mareas ha sido su primera derrota política.
Usted es partidario de las candidaturas de unidad popular para las generales. Después de la gira gallega de Pablo Iglesias, ¿lo ve aún factible?
Lo veo necesario, pero va a depender mucho de la generosidad de las partes. Si estamos diciendo que estamos en un momento histórico, tenemos que aplicarnos la receta que se ha demostrado muy válida para acabar con hegemonías: sumemos fuerzas, apostemos por el común denominador y vayamos a candidaturas de unidad popular que reconozcan las peculiaridades de los diferentes países que hay en el Estado español. Es el único camino porque, si no, va a haber buenos resultados de parte pero sin la entidad suficiente para cambiar la correlación de fuerzas. Ahí, Podemos se ha convertido en una centralidad y tiene un arrastre, pero en candidaturas de unidad popular el efecto sería todavía mayor y habría la posibilidad de abrir con garantías ese cambio. No sé si eso se está entendiendo por la partes. Hay riesgos de que al final triunfen las posiciones de parte.
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Dice que va a depender de la generosidad de las partes, pero también dijo que Pablo Iglesias había ido a Galicia con una “casa prefabricada”. Entonces, ¿cree que la generosidad falla por su parte?
Nosotros venimos de una experiencia que queremos exportar porque hemos comprobado que tiene un potencial importante. Lo único que le decimos a las partes es que es un camino que funciona, que puede transformar la realidad. Lo único que se le dijo a Pablo es que, reconociéndole la centralidad y la posición que tienen a nivel de Estado, que tienen una gran influencia, lo que no puede ser es venir con corsés previos ni con proyectos de casas prefabricadas porque la unidad popular hay que construirla desde abajo, con los ciudadanos. Si vienes con condiciones a priori, nuestra experiencia dice que puedes provocar un rechazo.
¿Qué tendría que cambiar en los planteamientos de Podemos?
Podemos ya fue con la condición de subsumir las candidaturas de unidad popular en su propia estructura partidaria. Eso es contradictorio con el proceso que tenemos entendido. No es una cuestión nominal, sino de fondo. Entender que la unidad popular se tiene que dar en torno a tu proyecto político… No, se expresa en torno a varios proyectos políticos y a varias sensibilidades.
Esta semana hemos conocido la puesta en marcha de Ahora en Común, una plataforma para invitar a la “confluencia” con miembros de Podemos, IU y Equo. Cuenta con el apoyo del alcalde de Ferrol. ¿Qué opinión le merece esta plataforma?
Todas las iniciativas que llamen a la unidad popular son positivas. Dicho eso, hay que reconocer las peculiaridades de las distintas dinámicas como las que se pueden dar en Cataluña o Galicia.
Está hablando mucho de unidad, de que sumar multiplica… Pero cada día vemos cómo nacen nuevos partidos o movimientos de izquierdas. ¿Es contradictorio?
(Titubea) No pongo en cuestión la pluralidad de la izquierda mientras eso no derive en una atomización. Puede haber muchas lecturas en el campo de la izquierda y en el reconocimiento de las cuestiones nacionales del Estado mientras que todos tengamos claro que lo que nos jugamos es abrir una nueva puerta que puede decidirlo todo y que tenemos que hacer punto de encuentro. Si no, quizá estaremos equivocando el camino. Me parece muy bien que haya mucha pluralidad mientras no sea tendente a atomizar energías y a provocar que no haya un verdadero cambio. Yo, que soy una persona que me gustan mucho los matices, entiendo que estamos en un momento histórico donde los matices tienen un peso específico menor.
¿Qué es lo que más le ha sorprendido de estas primeras semanas de mandato?
La exposición mediática y la presión en el sentido positivo en forma de preguntas de por qué surgen los movimientos de unidad popular. Pero también en el negativo porque da la sensación de que los poderes fácticos han puesto todas las lupas en nosotros para comprobar si realmente pueden ser una puerta de cambio o un peligro real en ese posible cambio.
¿Y en el Ayuntamiento?
Estamos aterrizando. Hemos adoptado medidas con un trasfondo importante, como reivindicar la posición de laicidad de la institución o de aconfesionalidad respecto a la dimensión religiosa, que en una ciudad como Santiago no es secundario. Eliminar estructuras paralelas de dirección en el Ayuntamiento, empezar a aplicar medidas sociales y de participación...
¿Un ciudadano normal ha notado ya la presencia del nuevo Gobierno municipal?
Depende de cómo se dimensione eso. Si va a buscar cuestiones tangibles de obras, iniciativas hechas… no habrá notado nada porque la Administración tiene sus tiempos. Pero si valora la normalización de la vida municipal en un Ayuntamiento por el que han pasado tres alcaldes en cuatro años sin ser elegidos democráticamente porque se sustituyó a gente imputada, condenada… Y si el ciudadano valora también el grado de apertura, de participación, de cambiar los roles en la relación institución-vecinos y vecinas… Ahí la gente si habrá visto algo nuevo.
De usted dicen constantemente que levanta recelos y ha llegado a decir que no se comen niños ni niñas. ¿Realmente existe ese recelo hacia usted?
En la ciudad me siento muy apoyado y las encuestas demuestran que hay un apoyo y una valoración muy altos. Es un intento de estigmatizar medidas que son coherentes con el programa. Soy consciente de que no estamos en un momento cualquiera, de que las Mareas tienen que ser valientes, capaces de que se pueden cambiar políticas de fondo y no sólo de caras. Soy consciente de ese mandato y voy a intentar ser coherente con él. Entiendo que va a generar controversias, pero asumo el coste por intentar demostrar de que se puede gobernar de una manera diferente.
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Ahora que muchos rechazan posicionarse ideológicamente. ¿Usted cómo se posiciona, cómo se define?
Yo me he posicionado, y con naturalidad, toda la vida. Yo soy un ciudadano que se siente gallego, que se siente de una nación que es Galicia y que siempre se ha sentido profundamente de izquierdas y republicano. Esa visión que tengo no es incompatible con una posición de solidaridad, internacionalista. Forma parte de la cultura republicana y de una manera de entender la vida que he mamado desde hace muchos años.
Hablaba antes de laicidad y hace poco se reunió con el arzobispo de Santiago. ¿Cómo fue el encuentro? ¿Le sorprendió algo?
Fue cordial. Xosé Manuel Beiras dice que yo soy una persona que ejerce la política con puño de hierro en guante de seda. Tengo una posición siempre dialogante desde la diferencia y buscando puntos de encuentro. Y la reunión con la Iglesia y el arzobispo ha sido positiva. Cada uno con sus posiciones, se reconoce, incluso en la Constitución, la cuestión del laicismo de las instituciones. Eso no quita para que nosotros reconozcamos que Santiago tiene varias patas: la presencia de la Iglesia con el peso patrimonial, la influencia en el Camino...; otra es la Universidad; y otra es la Xunta.