Las herencias rechazadas se triplican por la crisis
La crisis ha complicado tanto la vida de los españoles que a veces no hay dinero ni para heredar. Los rechazos de herencias se triplicado prácticamente desde que comenzó el bache, en 2007, porque los ciudadanos no pueden hacer frente a los impuestos que conllevan, como el de sucesiones, o las deudas que arrastraban los bienes, como por ejemplo una hipoteca. La cifra sigue al alza, incluso en los primeros meses de este 2015, cuando se habla de recuperación a la vista.
Según los datos recopilados por el Consejo General del Notariado, si en 2007 había 11.047 españoles que se negaban a asumir la herencia que le había tocado en suerte, en diciembre de 2014 la cifra ascendió a 34.314 casos.
Andalucía, Comunidad Valenciana y Canarias son las comunidades autónomas donde más se notó este incremento: en cinco años, hubo 3,6 veces más renuncias en las islas (de 338 a 1218), 3,7 más en tierras valencianas (de 851 a 3232) y 4,2 veces más en la región andaluza (de 1417 a 5978). Se da la circunstancia de que Andalucía era ya, de antemano, la zona donde más herencias se dejaban de disfrutar históricamente.
Por el contrario, donde más normalizada está la recepción de herencias es en Aragón (las renuncias se han multiplicado un 2,3, de 363 a 863), Navarra (2,4 más, de 208 a 506) y el País Vasco (el doble, de 764 a 1529). En estos casos, no sólo pesa el mejor nivel económico de algún territorio para soportar la crisis, sino que se suma una centenaria tradición de herencias, que son troncales en su concepto de sociedad. Es muy complejo decir no al legado de los padres, por ejemplo, en el mundo rural vasco.
LO QUE HAY QUE AFRONTAR
El notario Rafael Silva explica que la ley prevé la posibilidad de aceptar la herencia "a beneficio de inventario", una alternativa que permite al heredero responder sólo con los bienes heredados: si resultan tener más valor que las deudas, el beneficiario se queda con la cantidad restante; si, por contra, la herencia no basta para hacer frente a las obligaciones que el fallecido había contraído, su sucesor no tendrá que responder con su dinero o sus bienes a la deuda pasada, aunque, eso sí, la herencia se quedará en nada.
Esta renuncia a beneficio de inventario es "un trámite complicado", lento y con cierto coste de papeleo, que lleva a la mayoría de los herederos a renunciar directamente. Las renuncias parciales no se contemplan, además.
Hay un problema añadido: el tiempo. Aunque no hay un tiempo claro para pronunciarse sobre si se quiere (o se puede tomar) la herencia, hacia los seis meses es cuando el juez exige el pago del impuesto de sucesiones y, si no llega, se penaliza. Como explica este experto, medio año parece suficiente pero hay que tener en cuenta que los roces que genera una herencia o la puesta al día del papeleo si un fallecimiento es imprevisto, lleva a enredar y alargar "mucho" el proceso.
"NO PODÍA PAGAR"
Encarna Vargas es parte de la estadística del Consejo. Hace menos de un año tuvo que renunciar a la parte del legado de su padre que le correspondía: la mitad de la tienda de telas de la familia en Dos Hermanas (Sevilla), la furgoneta de reparto que usaba para ir a los mercadillos de la zona y "algo menos" de 20.000 euros de ahorros. "Toda la vida trabajando para eso", resume. Sin embargo, para poder gestionar esa herencia debía abonar de inmediato un total de 13.777 euros. Era el precio de los impuestos del papeleo y de la deuda con un proveedor de género que mantenía su padre y de la que la familia no había tenido inicialmente noticia. "No nos quería decir que el negocio estaba renqueando", explica esta autónoma.
Vargas, con los años, siguió en el negocio familiar de la venta de textil, pero quiso ampliar las posibilidades entrando en una cooperativa de costura, con cuatro socias más, que se hundió en 2013. "Yo estoy aún pagando al banco por lo mío. Cuando murió mi padre no tenía cómo pagar", se lamenta. Reconoce que se hacía "muy duro" renunciar a lo que sus padres lograron "para sacar la familia adelanta, con muchas miserias", pero "era imposible", "no podía pagar".
Pese a todo, asesorada por su notario, logró una buena solución: cuando una persona renuncia a una herencia, directamente pasa al siguiente heredero, y en este caso Encarna tiene un hermano que era el beneficiario de los demás bienes de su padre. Como él, Ignacio, está en mejor situación económica, "pagó todo y se lo quedó", pero con el compromiso entre hermanos de que ella recuperará su parte en cuanto pueda pagarla, "que ojalá sea pronto". Si no queda nadie que se haga cargo de la herencia, es la Administración la que se lo queda.