500 años después, Sefarad abre la puerta a los judíos que expulsó
La letra de esta canción sefardí de origen medieval parece predecir el continuo exilio al que se vieron condenados los judíos que vivían en la Península Ibérica y que fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492.
Han pasado más de cinco siglos desde entonces, pero esa fecha —y esa patria, Sefarad— sigue aún muy presente en la mente de los 90.000 potenciales beneficiarios de la ley aprobada por el Congreso para facilitar la obtención de la nacionalidad española a los sefardíes. Actualmente, se puede conseguir por dos vías: acreditando dos años de residencia en España o por carta de naturaleza, demostrando un vínculo especial con nuestro país.
Hasta ahora, esta última vía también obligaba a los solicitantes a renunciar a su nacionalidad original. En cambio, la reforma de la ley permitirá la doble nacionalidad, un anuncio que, unido a una dudosa lista de apellidos sefardíes que comenzó a circular por internet, provocó la saturación de los consulados españoles en Israel, donde vive el mayor núcleo de población sefardí, junto con Francia, Argentina, Turquía y los países balcánicos. Algunas organizaciones sefardíes estiman que 3,5 millones de personas podrían beneficiarse de esta medida, aunque las cifras de los últimos años publicadas por el Ministerio de Justicia no son demasiado alentadoras: entre 2010 y 2013, se iniciaron 614.358 expedientes de solicitud, pero solo 121 sefardíes obtuvieron la nacionalidad.
De estos y otros temas se habló en la III Cumbre Global Sefardí, que se celebró hace unos días en nuestro país y reunió a más de 70 representantes de las comunidades sefardíes en la diáspora; turcos, israelíes, franceses, bosnios, serbios o argentinos que no comparten pasaporte, pero sí algo muy valioso: el idioma.
Visita de la sinagoga de Santa María la Blanca (Toledo) durante el encuentro sefardí.
El ladino, judeoespañol o sefardí —un castellano antiguo y melodioso que suena aportuguesado a oídos de un español— es el hilo conductor más característico y distintivo entre los judíos de la diáspora sefardí. Se estima que en la actualidad saben hablarlo unas 100.000 personas, pero esta cifra va disminuyendo. Para la mayoría, el ladino no es su lengua dominante y los nuevos hablantes ya no lo aprenden en casa, sino en la escuela.
ESPAÑA, LA "MADRE" QUE TUVO QUE ABANDONARLOS
Aun así, la lengua no es lo único que comparten. Al hablar de identidad, tienen muy presente su origen español y la idea de la "madre España" es una de las más recurrentes entre los asistentes a esta Cumbre. Es la "madre que tuvo que dejarnos aunque no quisiese", define en un perfecto español Lea Maestro, una sefardí de 30 años que viene de Sarajevo (Bosnia-Herzegovina) y que, junto a su familia, fue refugiada en Málaga entre 1992 y 1996 cuando estalló la guerra en su país, la antigua Yugoslavia.
Ella es una de las solicitantes de la nacionalidad española que, después de seis años, sigue sin recibir respuesta pese a cumplir todos los requisitos. "Me dijeron que el plazo era de dos años para decirme si la documentación estaba completa. Lo estaba. Pero aún no sé nada. La verdad es que no tengo mucha suerte con este tema", cuenta a El Huffington Post entre risas un poco amargas. Quiere volver a España para acabar su carrera de Ingeniería Sanitaria. En su país hay un 68% de desempleo y no ve un futuro claro.
"NO ES CUESTIÓN DE NACIONALIDAD, SINO DE ORGULLO"
Como requisitos, en 2009 le pidieron que renunciase a su nacionalidad bosnia y que demostrase sus orígenes hispanos remontándose 500 años atrás. El apellido Maestro y el conocimiento del idioma no era suficiente. Consiguió recopilar información de hasta hace 270 años gracias a un libro de familia que guardaban en la sinagoga de su comunidad. Lea cree que la nueva ley tampoco va a beneficiarla demasiado. Todavía no sabe si tendrá que presentar otro expediente o si le darán una respuesta pronto.
A pesar de los farragosos trámites, todos los participantes de la Cumbre celebraron con emoción —y lágrimas— la aprobación de este proyecto de ley. Muchos no han pedido la nacionalidad y la gran mayoría tampoco tiene intención de venir a vivir a España. Consideran que "no es cuestión de nacionalidad, sino de orgullo", de recuperar lo que una vez les perteneció y lo que sus antepasados han ido transmitiendo de generación en generación.
"Mi abuelo siempre decía que venimos de Valencia, aunque él nunca estuvo allí y creo que ni siquiera sabía dónde estaba la ciudad", recuerda Lea. Otros mencionan "la llave" que sus antepasados guardaban de su antigua casa en España. Aunque saben que todo esto forma parte del imaginario sefardí, para ellos también son pequeñas piezas del puzle tan complejo que conforma su identidad común junto con el legado gastronómico, poético y musical.
Concierto del grupo Tres Culturas Tres de Paco Díez para clausurar la Cumbre en Madrid. Los romances y cánticos son un componente clave en la cultura sefardí.
EN LA PENÍNSULA RECONOCEN A SUS ANTEPASADOS
Al evocar sus raíces españolas, se percibe en su voz emoción y nostalgia. "Cuando fui a Córdoba, veía por las calles la cara de mi abuela en las señoras encogidas", cuenta Moshe Saul, divulgador del ladino y de la cultura sefardí en Israel. Dirigió un programa de radio con el que realizó una de las mayores recopilaciones de cánticos en ladino del mundo. "Cada lengua tiene su valor, no se debe despreciar ninguna. Me molesta mucho cuando algunos sefardíes llaman al ladino 'jerga'. ¡Jerga es lo que hablan ellos, que se les ha olvidado el idioma! El ladino es una creación oral fantástica con raíces en España, pero que ha absorbido también de otros países como Grecia o Turquía", señala divertido.
Moshe insiste en que no hay tantas diferencias entre los españoles y los sefardíes. Cuando viene a España encuentra muchas características y costumbres que le resultan familiares: "La última vez que vine a Madrid, leí en una tienda un refrán que decía 'En boca cerrada no entran moscas'. Esa frase se lleva diciendo en mi casa desde que era un niño".
Algo similar siente Zelda Ovadia, directora de la asociación Sefarad y colaboradora de la revista en ladino Aki Yerushalayim, cuando recuerda que al final de una conferencia que dio en Zaragoza, en la que hablaba de las diferencias entre españoles y sefardíes, una mujer del fondo se levantó y gritó: "¡Tú eres aragonesa!".
Al fin y al cabo, quizá no sea tanto lo que separa a un español —actual— de estas personas que pronuncian asín, vide o ainda en vez de así, vi o aún. O quizá Sefarad, el nombre con que identifican a la Península y que en su origen significaba ‘país lejano’, es la "tierra ajena" de la que hablaban los primeros versos de aquella canción medieval.
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