'El balcón en invierno', de Luis Landero: deliciosa literatura
Título: El balcón en invierno
Autor:Luis Landero
Editorial:Tusquets
Páginas: 245
Precio: En Kindle, 12,34 euros; tapa blanda, 17 euros
Fecha de lanzamiento: 9 de septiembre de 2014
¿De qué va?
Si se nos permite la hipérbole, de la vida. Si Marcel Proust se sirvió de una magdalena mojada en té como motor de la evocación, Landero no necesita más allá de un balcón. Asomado a la calle, a la vida, el narrador pinta un fresco —a veces doloroso, a veces colorista, siempre apasionante— de su pasado (infancia, adolescencia, juventud y edad adulta) y de su presente, el de escritor paralizado ante la búsqueda del adjetivo perfecto, al mismo tiempo disconforme y entusiasta del primer capítulo de una posible novela y, en fin, procrastinador literario. El balcón en invierno va de una vida hecha con los mimbres del dolor, la búsqueda de la identidad, la muerte y la vida.
¿Por qué se habla tanto de este libro?
Porque Luis Landero es uno de los mejores novelistas de la narrativa en castellano de las últimas décadas. Nada más y nada menos.
LEE LAS PRIMERAS PÁGINAS DE 'BALCÓN EN INVIERNO'
¿Quién lo escribe?
Es Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948), un escritor que sólo habla a través de sus novelas. La publicación de la primera, Juegos de la edad tardía, le convirtió en un auténtico referente, en un autor al que, sí o sí, había que leer. Con su primera obra ganó el Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica. Fue tal el éxito de Juegos… que decenas de devotos lectores de la obra crearon el Círculo Cultural Faroni, por el nombre del alter ego del protagonista. Entre los fines de la agrupación destacan "la secularización de las bienaventuranzas, luchar contra la burocracia cultural, promover el regio cumplimiento de la gastronomía…. [hacer] del afán por la investigación y el desarrollo de las humanidades su mira principal". Su manifiesto, delicioso, puede leerse aquí.
Landero es autor también de Caballeros de fortuna —una segunda novela injustamente criticada—; El mágico aprendiz; El Guitarrista; Hoy Júpiter; Retrato de un hombre inmaduro y Absolución, además de libros de ensayo y piezas breves.
¿Quién debería leerlo?
La pregunta está mal formulada. Habría que darle la vuelta: ¿quién no debería leerlo? Aquellos que sienten el mayor de los rechazos hacia los libros. Cualquiera con un mínimo de sensibilidad literaria gozará con esta travesía por la vida del autor. No es tanto el fondo —que también— como la deliciosa forma en la que se cuenta.
¿Qué ha dicho la crítica?
Nuestra opinión:
Sin rubor a caer en el empalago, El Balcón en invierno es un libro delicioso. Por su escritura, por la potencia de evocación y por su capacidad para remover la propia conciencia. No se sale indemne de su lectura. La combinación de fragmentos realmente dolorosos, como martillazos en el dedo, con pasajes de pura comicidad —el baile nunca culminado del autor con Sofía Loren, imaginado con tanto ahínco durante años que acabó por dotarse de verosimilitud— forjan una novela que no son sólo recuerdos: es historia de una vida. Sus páginas muestran al Landero niño, rodeado de gallinas, tierra y el sonido perenne de la máquina de coser. Y ausente de libros, esos elementos de la felicidad futura. Vemos al Landero que, por azares del destino, compra un día El criterio, de Jaime Balmes, un impulso que modificará una vida sedienta de farándula y guitarras en la de literato (¡Bendito Balmes!). Vemos, sobre todo, al Landero que contempla las cicatrices dejadas por la relación con su padre, ese joven que soporta con desdén el fallecimiento de su progenitor —sus últimas respiraciones, la cama del hospital, la madre al lado del marido que se apaga— y que luego, pasado el tiempo, buscará la redención de lo que hizo, pensó y sintió.
El balcón en invierno es un lamento por el mundo perdido que ya nunca volverá. Ese pueblo que vuelve a visitar con su madre tantos años después y del que apenas quedan vestigios de lo que fue. No es sólo la desaparición de un entorno: es el de los hombres que en él vivieron, los usos y costumbres que lo configuraron, el sentimiento no ideológico de pertenencia a un lugar, a una tierra que transforma las manos, por la que se vive y labora. Es, en definitiva, un libro amargamente bello.
El primer párrafo:
"Ayer comencé a escribir mi nueva novela, y aunque al principio las cosas iban bien, e incluso me abandoné a deliciosos raptos de euforia por la facilidad con que despachaba los primeros compases del relato, luego, al apurar la tercera Mahou de la mañana y al leer de un tirón lo que acababa de escribir, y según leía, me fui poniendo cada vez más y más triste, hasta que al llegar al final me sentí profundamente abatido, como nunca en mi ya larga vida de escritor".
La entrevista:
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Bonus track: