El Atlético se estrella ante el muro de Mourinho (0-0)
En la película La Gran Belleza de Paolo Sorrentino, Jep Gambardella es un escritor que busca una novela en la que hablar sobre la nada. Quizás si hubiera visto el planteamiento con el que Mourinho se presentó esta noche en el Calderón, el bueno de Gambardella habría logrado la inspiración necesaria.
Porque eso, la nada, es lo que ha presentado el entrenador del Chelsea sobre el césped del Manzanares. Diez jugadores por detrás del balón y Fernando Torres buscando el milagro y sólo ante la defensa del Atlético de Madrid.
Los de Simeone, con el público llevándoles en volandas, no supieron traspasar la muralla defensiva que tenían enfrente. Las ideas tampoco bullían en una noche que olía a fútbol y se tornó en aroma a cerrado.
Con Diego Costa y Diego Ribas como hombres destacados en el ataque, el Atleti buscó el área del Chelsea de mil maneras posibles. En una de esas, con un saque directo desde la esquina, Cech trató de evitar el tanto colgándose del larguero y terminó golpeándose en el suelo y lesionándose en el brazo derecho.
La grada rugía porque sospechaba que Schwarzer, el sustituto en la meta, daría más opciones a los suyos. Nada que ver. De hecho, el alemán estuvo a la altura durante casi todo el partido, resolviendo sus pocas intervenciones con cierta solvencia.
Y eso que el primer aviso llegó pronto, cuando Mario Suárez, desde más allá de la frontal del área grande, disparó con la diestra buscando el palo izquierdo. El guardameta se estiró y vio pasar el esférico pegado al poste.
Fue el susto más grande de los colchoneros al planteamiento rácano de Mourinho.
La segunda parte anduvo por los mismos derroteros. El Atlético buscó el área colgando balones a Diego Costa, que se pegaba con los defensas del Chelsea para hacerse un hueco y controlar algún esférico.
Apenas las internadas de Felipe Luis por la izquierda provocaban algo de revuelo en la bien situada defensa londinense. O un centro de Mario Suárez permitían un remate poco certero de Raúl García. Ni la entrada de Arda Turan refrescó las ideas colchoneras.
No hubo manera de traspasar la telaraña que Mourinho había tejido para desesperación de los futbolistas rivales y bostezo del aficionado en general. Así el entrenador portugués se marcha a Inglaterra con lo que quería: la portería a cero y la posibilidad de decidir en Londres la semana que viene. Quizás allí aporte más que un bostezo de 90 minutos.