Pilar Urbano: "Al rey le importaba más salvar la corona que la democracia"
La periodista Pilar Urbano (Valencia, 1940) ha puesto de acuerdo en menos de 24 horas al rey, a Felipe González, a Adolfo Suárez Illana, a su cuñado Aurelio Delgado, a los exministros Rafael Arias Salgado, Jaime Lamo de Espinosa, Rodolfo Martin Villa, Marcelino Oreja Aguirre, José Pedro Pérez- Llorca y Salvador Sánchez-Terán, al Teniente General Andrés Casinello Pérez y al General Fernando López de Castro Fá.
Todos, sin excepción, han arremetido contra el nuevo libro de Urbano, La gran desmemoria (Planeta), que ha salido este jueves a la venta. No se han ahorrado ni un calificativo.
Es “pura ficción imposible de creer”, asegura un portavoz de la Casa Real citado por las agencias Efe y Europa Press. "Miente mucho más que habla", opina Felipe González. Es “un libro cuyo contenido no comparto y que considero profundamente lesivo del derecho fundamental al honor de mi padre, al nombre de mi familia y al papel que éste desempeñó durante la llamada Transición española”, dice Suárez Illana. “Ha perdido definitivamente el oremus” o está siendo utilizada con “inexplicables fines”, se han quejado los exministros de Suárez.
Un terremoto que se ha producido a media tarde. Por la mañana, Pilar Urbano lucía una gran sonrisa y derrochaba humor en la rueda prensa de presentación de su libro. Aseguraba que su fin es “devolver al pueblo español el derecho a obtener información veraz” y relataba lo meticulosa que había sido con las fuentes de las que se ha servido para construir este mamotreto de 861 páginas. “El uso de las fuentes ha sido mi pasión y quizá mi pesadez. Es un modo de investigar, buscando fuentes y contrafuentes”. Descartaba —como se ha visto más tarde, de forma errónea— que esas fuentes pudieran desdecirse de lo que Urbano dice que le dijeron.
La polémica sobre La gran desmemoriaes doble: por lo que cuenta y por el momento en el que lo cuenta. En el primer caso, Urbano asegura que el rey auspició la denominada Operación Armada, destinada a apartar a Suárez del Ejecutivo y sustituirle por un Gobierno de concentración presidido por el general Alfonso Armada y Felipe González en la vicepresidencia. En el segundo caso —el cuándo—, no han sido pocos los que han calificado de oportunista a la autora y a la editorial por publicar el libro pocos días después de la muerte del expresidente Adolfo Suárez.
Sobre lo que narra en la obra, Urbano no se desdice ni una coma. Aclara, si acaso, que el rey estuvo involucrado en la Operación Armada, pero le exime de cualquier participación o conocimiento del golpe del 23 de febrero de 1981.
Respecto a la idoneidad de la fecha de publicación, opta por tirar de ironía: “Claro, estuve al lado de Suárez preguntándole ‘¿Cuándo te mueres? ¿Cuándo te mueres?’. No. Terminé el libro el 4 de enero”, aduce.
Previendo toda la polémica que se le venía encima, Urbano ha dejado una frase para enmarcar en mármol: “A quien le duele la verdad, ama la mentira”. Lo que no ha aclarado, vista la polémica surgida, es quién dice lo cierto y quién está abonado a la falsedad.
A las dos de la tarde Pilar Urbano recibe a El Huffington Post. La primera pregunta, ya antes de que se desencadenase el tsunami de críticas, sólo podía ser sobre la polémica creada.
Pregunta:Dice que rehuye las polémicas… Quién lo diría.
Respuesta: [Ríe] ¡Se forman solas!
P: Pero usted pone su granito de arena.
R: Es que a la gente no les gusta mirarse en el espejo. O que le pongan un espejo y ver lo que refleja. Y el libro supone para muchos una especie de examen de conciencia. Es como que les pasen una película en la que tal vez no queden muy favorecidos. O que le saquen unas frases que no recuerdan que hubieran dicho. O que mencione unas frases que no pensaban que se iban a publicar. En mi caso recuerdo errores, pero también grandezas.
P: Suárez, por ejemplo, queda muy bien retratado.
R: Sí, pero espera un momento, porque efectivamente Suárez queda muy bien en el libro, pero en los primeros capítulos cuento cómo Torcuato [Fernández Miranda] dice de Suárez que es un hombre con ambición y algo extraño en su mirada. Al leer el principio del libro se podría pensar que estoy predisponiendo en contra del expresidente. ¡Pero no soy yo, es Torcuato! Dice que no está preparado, que es un hombre manejable, que no tiene proyecto, que puede ser un títere. El rey dice que le ve verde. De hecho, hace una lista y Suárez es el séptimo de posibles presidentes para sustituir a Arias-Navarro. Por eso al principio Suárez da la sensación de ser un pobre hombre. Torcuato piensa que hará lo que le diga.
P: Pero luego se les vuelve en contra.
R: No es tanto eso como que empieza a mostrar su autonomía y dice que esto y aquello hay que hacerlo con el ritmo que él estima… Sale un estadista, un hombre de Estado. Y se va viendo en el libro, pero con hechos. Yo no doy ni una opinión… Es curioso esto: no doy ni una opinión. No hago ninguna descalificación ad hominem ni emito una opinión, porque es muy difícil… ¿Quién soy yo para hacer eso? Puedo decir cuántas lanzas hay en el cuadro de La rendición de Breda, pero no soy quién para decir si debían estar situadas de tal o cual forma.
P: Suárez emerge como un estadista que, según se desprende de su libro, guía a un rey que por momentos parece desnortado.
R: Sí. Está cuidando al rey de sí mismo y le enseña, como también hizo Torcuato, a reinar, a no fiarse, a no tener confianza hacia una persona de la que no cabe confiar... Le va marcando unas pautas, pero todos los borbones estaban acostumbrados a saltarse las normas, a mandar de un modo absoluto, omnímodo. Y es lo que hereda el rey de Franco y de don Juan: ambos disponen. Eso es lo que Suárez tiene que modular.
P: ¿Y el rey lo acepta?
R: Lo entiende, pero le irrita. Entiende mejor que se lo haga Torcuato, porque es su ayo, pero le molesta, como dice, no tocar bola. Porque pensaba que iba a ser como Franco pero en rey. En el libro publico 11 fragmentos de cartas en las que por ejemplo el rey se queja de que está saliendo una Constitución laica, o de que se iba a meter a los obreros en el Parlamento…
P: ¿Y aceptó de buen grado la legalización del Partido Comunista?
R: Sí quería, porque aspiraba a ser rey de todos los españoles, pero a su tiempo. Andante ma non troppo, que es el ritmo que le marcan EEUU, la Comunidad Europea, los militares y el establishment franquista, esos 450 señores sentados en el hemciclio que no hay quien les quite de ahí y que además están presidiendo las empresas nacionales, muchos son consejeros del reino, están en todas partes… es el Poder. El rey se tiene que enfrentar a todo eso para que entren las hordas marxistas. Y ese juego de agilizar el proceso lo da Suárez. Es lógico que ambos choquen y discutan.
P: Incluso hubo disputas entre Suárez y Torcuato
R: Sí, cuando Suárez se reúne en secreto con Carrillo sin informar a Torcuato —hasta entonces le había pedido permiso como si fuera su jefe—, Torcuato rompe su relación con Suárez hasta el punto de que le pide que no le invite a cenar su casa.
P: Parece un culebrón.
R: Sí, hay política en estado puro, pero hecha por hombres que tienen sentimientos, rabia, pasión, amor… Porque el rey y Suárez se quieren, se tienen gran confianza. Y el rey le llora a Torcuato diciendo '‘Arias me puede, no me atrevo a echarlo'… Es miedo, es una prudencia estatal. En los primeros años, al rey le importaba más salvar la corona que la democracia.
P: ¿Cómo?
R: Sí, porque pensaba que la democracia podía llegar más lentamente. En eso estaba ayudado, porque era una monarquía tutelada por Estados Unidos, que era la que marcaba los ritmos.
P: Usted asegura en su libro que el rey lideró la la Operación Armada, destinada a apartar a Suárez de la presidencia del Gobierno y formar un Gobierno de concentración.
R: La impulsa… el impulso invisible que yo hago visible en el libro.
P: Impulsa la Operación Armada y luego no se entera de que se está gestando a sus espaldas el 23-F. Asegura que el rey no sabía nada al respecto.
R: El 11 de septiembre, cuando se elige a Leopoldo Calvo Sotelo, la operación ya no tiene razón de ser. Y el rey se lo dice a Armada, que intenta volver… El rey lo manda a Gutierrez Mellado, le despide, como despide a Torcuato o a Suárez.
P: ¿Pero en ningún momento al rey se le pasa por la cabeza que, aun despedido, Armada puede poner en riesgo la débil democracia?
R: No, porque piensa que sigue siendo leal. Y pese a que Armada le va dando mensajes que hace pensar en un peligro, el rey no los asume. Los encaja y le dice que vaya a Gutierrez Mellado.
P: ¿Qué papel desempeñó Felipe González en la Operación Armada? ¿Tiene acreditado que estuvo al tanto de ella y que, de hecho, aceptó la vicepresidencia de un Gobierno presidido por Armada?
R: Vicepresidente no se puede ser sin que cuenten con uno. En ese Gobierno está él, Peces-Barba, Mújica, Reventós, está la élite del PSOE y de AP. También Rodríguez Sahagún, de la UCD. No está Paco Ordóñez. Los nombres de ese Gobierno, en el que también figuran empresarios e incluso Luis María Ansón, no los han negado nadie. En ese momento González no está asustado, está en el juego del susto. Dice continuamente que han saltado las luces de alarma, que hay que reaccionar y formar un gobierno de concentración, de salvación nacional… Pero sin Suárez, eso lo deja claro siempre. Habla con el rey varias veces y con Sabino. Felipe González no se mueve tanto para hacer sociedad.
P: ¿Cree que el rey leerá el libro? Si lo hace, ¿qué opinará?
R: El rey, como él dice, no es león, porque no lee mucho. Pero le pasarán dos o tres frases destacadas y supongo que lo que le espejo le enseña puede no agradarle. Pero el rey, lo digo varios veces, no interviene en el 23-F y luego tiene el gesto de recuperar la amistad con Suárez. El rey queda mitificado por todos los españoles gracias al 23-F como el gran defensor de la democracia.
P: ¿Lo fue más Suárez?
R: Ese señor cayó en el ostracismo.