La estrella del porno James Deen ya es actor (de verdad) gracias a Venecia (FOTOS)
VENECIA.- De haber nacido antes, Lindsay Lohan y el actor porno James Deen hubieran sido personajes de Glamorama. A finales de los noventa la novela de Bret Easton Ellis satirizaba el absurdo brillo que desprende la celebridad, con un grupo de modelos devenidas en terroristas internacionales como punto álgido del retrato.
En The Canyons escribe un deliberadamente absurdo thriller sexual para Paul Schrader. Director y guionista aprovechan la imagen pública de sus dos actores principales en favor de la sordidez del relato. El resultado se ha presentado fuera de Concurso en el Festival de Venecia, tras haber sido rechazado por el Festival de Cine de Sundance.
Es la historia de una obsesión, la de un productor de cine por su novia aspirante a actriz. A partir de ella se desencadena una espiral de violencia, espionaje y paranoia en un Los Ángeles decadente y oscuro que resulta cada vez más común para el espectador.
En los primeros minutos de metraje se puede ver a Deen y Lohan invitando a un desconocido a través de una aplicación de smartphone a participar en un trío con ellos. El personaje de Lohan odia la industria del cine y pronuncia las frases que la actriz jamás les diría a Oprah. El de Deen se comporta como lo haría su alter ego pornográfico en los momentos inéditos para la cámara, cuando no está teniendo sexo.
James Deen, con un físico más cercano al de estrella de drama médico televisivo que al de actor porno al uso, dio el salto al cine comercial con The Canyons antes incluso de rodar la película. Y es que parte de la trama está inspirada en muchos de los vídeos que ha protagonizado en una web porno especializada en sadomasoquismo que Bret Easton Ellis consumía de manera compulsiva mientras escribía el guión.
El actor agradece haber tenido que profundizar por vez primera en los recovecos existenciales de su personaje y, en cierto modo, se siente ejemplo de una cada vez más cercana comunión entre porno y cine convencional: "Está ocurriendo pero solo porque el cine está aceptando cada vez más las escenas de sexo explícito, pero no confío en que el porno vaya a mostrar personajes complejos", augura.
Easton Ellis ha dado muestras en su bibliografía de no tener miedo a las tramas disparatas y Schrader, responsable de American Gigolo y del guión de Taxi Driver, no es conocido por claudicar ante las reglas de Hollywood. El resultado es una polémica película que ha sido destrozada por la crítica.
Con un presupuesto microscópico de apenas 150.000 dólares han construído su particular apuesta por un nuevo concepto de film noir. El tándem se defiende de las feroces criticas. Si los diálogos resultan ridículos es "porque pertenecen a gente artificial que viven en un mundo artificial", dice Easton Ellis; si la calidad técnica de la película hace que merezca salir directamente en vídeo es porque "siempre estuvo pensada para salir a la venta en vídeo. Ya no quedan salas de cine. Están todas cerradas", argumenta Schrader.
El tornillo defectuoso necesario para que el tren descarrille es la propia Lindsay Lohan. "Desde que decidí que formara parte del proyecto me he convertido en rehén de mis propias decisiones", ha sido la primera y más explícita lindeza que el director ha soltado sobre la actriz tras no aparecer por Venecia para presentar la película, como había prometido.
Hasta el momento habían intentado proteger a Lohan de la tendencia de la prensa a cargar las tintas contra ella, minimizando la falta de profesionalidad que se relataba en el artículo que el New York Times publicó tras asistir al rodaje de The Canyons.
Ahora la cosa ha cambiado: "Su modo de trabajar y de encarar el personaje es agotador para ella y también para el resto de la gente que la rodea", asegura sobre la aún no rehabilitada actriz.